Tras publicarse los artículos I y II de "¡La universidad! ¡Adiós hijos" en Camineo, donde, por un lado, me apoyaba y hacía eco del magnífico ensayo del profesor José Miguel Sánchez Molinero "ÚLTIMAS PALABRAS, un ensayo sobre la razón y los fundamentos de la fe cristiana" y, por otro planteaba la necesidad de una despedida correcta con los hijos en su marcha a la universidad, mi compañero de colegio J.A. Ribas me escribió un WathSApp diciendo:
"Afortunadamente, y jamás, la ciencia ganará su partida a la religión. Aunque yo no sea especialmente creyente. Que sea un pensamiento hegemónico a niveles tecnoacadémicos no implica que lo sea en la vida real. Por una sencilla cuestión. Lo más propio de una vida humana es su sentido, y la ciencia, no lo tiene. Aunque hayan otros sentidos... que no necesariamente pasan por la religion".
Tras esto me ruborizó su halago indicando como magnifico mi escrito. ¡Gracias Ribas¡ le chateé. Y me contestó: "Pdta. No lo digo yo. Lo dijo Freud en El porvenir de una ilusión, al final de su vida. Un abrazo". Me reí de mi desconocimiento. Me hizo ilusión imaginarme que me lo decía mi compañero escolapio. El abrazo y el halago no fueron ilusión mía, fueron de auténtico compañero bien ilustrado.