CAMINEO.INFO.- En el mejor y en el más pleno y hermoso sentido de la palabra, amén de en su sentido real y verdadero: Martí Alanis era un príncipe, un señor, un pastor, un servidor. Su alta condición estatal, la dignidad y responsabilidad de su ministerio episcopal y la misma elegancia de su porte, de sus ademanes y de sus palabras –y de sus silencios- nunca fueron óbice en él para ser una persona cercana, sencilla, afable.
Era un hombre de palabra. Era un pastor comprometido y abierto a los signos de los tiempos, en fidelidad al Evangelio y a la Iglesia. Era un especialista en medicina general y por ello supo, como trabajar, como el mejor, en migraciones y en medios de comunicación. Era ordenado, puntual, delicado, cumplidor.
Era una persona de fiar. Sabía escuchar, sabía aconsejar, sabía decidir. Sobre todo, sabía gestionar. Sensible a la cultura y a la realidad en sus distintas expresiones y manifestaciones, ciudadano del mundo y servidor fiel de la Iglesia, Martí Alanis era tarragonés, era catalán, era andorrano, era español, era universal –que es también lo mismo que decir católico-.
Era un señor. Un príncipe, un pastor. Un maestro. Un amigo. Y todo ello desde la sobriedad, la elegancia, la discreción, la delicadeza y la mesura. Descanse en paz, Don Joan, querido Don Joan. Gracias, mil gracias, de todo corazón por tantas cosas.
Joan Martí Alanís, nació en el Milá, en la provincia de Tarragona, hace 80 años, y fue ordenado sacerdote en el año 1951. Su aptitud para la gestión le sirvió para avanzar en su carrera sacerdotal hasta que fue nombrado obispo de Urgell y Copríncipe de Andorra en 1971.
Martí Alanís colaboró en el impulso de la Constitución de Andorra en 1993 y revitalizó el obispado con la creación de diversos medios de comunicación
En 2001 fue nombrado arzobispo, cargo que ocupó hasta su muerte de manera emérita