“Si no logramos erradicar la pobreza y la ignorancia en nuestro país, entonces no seremos siquiera capaces de contener el fenómeno de la intolerancia religiosa”: es la reflexión que hace a “L'Osservatore Romano” Paul Bhatti, consejero especial del primer ministro para la Armonía nacional en Pakistán. El consejero, con rango de ministro federal —es hermano del ministro católico para las minorías religiosas Shahbaz Bhatti, asesinado el 2 de marzo—, recientemente mantuvo un encuentro con un grupo de detenidos, recordando la situación de los cristianos que deben cumplir condena en prisión bajo acusación de blasfemia. Entre ellos se cuenta Asia Bibi —condenada a muerte considerada culpable de haber ofendido al profeta Mahoma y el Corán—, cuyas condiciones físicas se han vuelto particularmente preocupantes. En Pakistán numerosas organizaciones religiosas y laicas, entre ellas Masihi Foundation, se movilizan desde hace tiempo para su liberación.
Refiriéndose al encuentro con los detenidos, el consejero observó: “Es un gesto que realizaba siempre mi hermano Shahbaz e intento continuar con esta tradición. Mi pensamiento se dirige también a Asia Bibi, quien sufre en la cárcel injustamente”. Son una decena las personas actualmente presas por blasfemia; algunas de fe cristiana. Según Bhatti, hay al menos cinco cristianos detenidos en las cárceles pakistaníes a causa de su fe y su situación se presenta dramática sobre todo desde el punto de vista psicológico. “Desgraciadamente el de Asia Bibi no es el único caso de persona de fe cristiana que debe cumplir una dura condena en Pakistán por haber ofendido el islam —explica—. Se trata de las consecuencias del uso distorsionado de una ley sobre la blasfemia, pero sobre todo de una extendida ignorancia que golpea a los más débiles de la sociedad: basta pensar en el hecho de que todas las personas a las que se acusa de blasfemia son extremadamente pobres y por lo tanto objetivos de quienes pretenden promover el odio y la división entre las comunidades religiosas”.
De ahí que, según el representante del gobierno, sea necesario perseguir la meta de erradicar la ignorancia y la pobreza para contrarrestar la plaga de la intolerancia. “La ley sobre la blasfemia podría llegar a derogarse, pero si no somos capaces de cambiar la mentalidad del país —puntualiza— y combatir los factores de atraso cultural y material, habrá todavía espacio para el fundamentalismo y las discriminaciones contra las minorías”.
De su hermano el consejero ha heredado también la dirección de la All Pakistan Minorities Alliance (Apma) y prosigue con empeño la obra de desarrollo de las relaciones con las diversas comunidades religiosas. “Como representante del gobierno y presidente de la Apma tengo óptimas relaciones con los musulmanes moderados —destaca— y en varias ocasiones hemos podido dialogar, confluyendo en la necesidad de frenar el extremismo religioso, favoreciendo en primer lugar el desarrollo y el bien común de la sociedad”. El Ministerio para la Armonía Nacional disfruta de todo el apoyo a nivel institucional y —precisa— “no se trata de un organismo de fachada”. Con todo, en términos generales, “Pakistán es un país pobre y no goza de amplios recursos para afrontar todas las cuestiones sociales —subraya el consejero— . Estamos trabajando para encaminar los recursos hacia algunos puntos prioritarios, como es precisamente la lucha contra la pobreza, con la promoción de una serie de proyectos de micro-empresarialidad y también la educación en las escuelas”. Respecto a la educación “estamos colaborando con los líderes religiosos locales a fin de que las escuelas asuman un papel cada vez más privilegiado en la difusión de una cultura de paz”, concluye.
