Corrientes/ARGENTINA.- Al comentar el evangelio del próximo domingo, sexto de Pascua, en el que se celebra la solemnidad de la Ascensión del Señor, monseñor Domingo Salvador Castagna, arzobispo emérito de Corrientes, en una homilía en la que sugiere temas de predicación, volvió a poner el acento en la virtud de la fe y explicó por qué el papa Benedicto XVI convocó a dedicar un año a la renovación de la fe.
El prelado consideró que pese a un contexto socio-cultural adverso, que puede contener elementos inhibitorios –no absolutos- para el inicio de un proceso de fe, esta gracia no puede negársele a nadie.
Tras insistir en la necesidad de “una urgencia de la evangelización del mundo”, recordó que la evangelización consiste “en anunciar la Buena Noticia de un Dios no temible sino Padre amable de los hombres”.
“Su extraordinaria fidelidad a la verdad no tolerará que se filtre el mínimo atisbo de mentira. Vivir en la verdad, y morir en la verdad, significa haber respondido con amor al amor de Dios, revelado por la fe en Jesucristo resucitado”, subrayó.
Monseñor Castagna explicó que “la Ascensión de Jesús no es el cierre de un triunfo sino el comienzo de una batalla que durará toda la historia. El hecho prodigioso otorga certeza de fe a la Iglesia que se responsabiliza de la evangelización del mundo. Es la fe en Cristo resucitado que otorgara sabiduría y fortaleza a los Apóstoles, valor a los mártires, caridad ardiente a los misioneros y santidad atractiva a las comunidades cristianas. El método normal que utiliza Dios para encontrarse con los hombres, y ofrecerles su misericordia, pasa por allí, aunque no se agota allí”.
Texto completo de la sugerencia
El que crea se salvará… El tema principal de la fe vuelve a ocupar nuestra atención. Es un momento de particular solemnidad: Cristo resucitado desaparece del horizonte de lo visible para convertirse, exclusivamente, en objeto de la fe sobrenatural. En adelante, los creyentes gozarán de la seguridad de su presencia viva, al margen de toda experimentación; vivirán apoyando su certeza únicamente en la Palabra, anunciada por los Apóstoles. No se aleja. Su acción en la historia será percibida en virtud de la fe. A partir de la Ascensión, la única manera de llegar a Dios será la fe. El Papa Benedicto XVI advierte la necesidad, dentro de la Iglesia y hacia el mundo, de implementar un proyecto pastoral que tenga como objetivo la renovación de la fe. Su epicentro cronológico será el año comprendido desde el 11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2013. En el texto de San Marcos, hoy proclamado, aparece una expresión que es preciso no esquivar: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará” (Marcos 16, 15-16). La oportunidad de creer se debe ofrecer “a toda la creación” mediante el ministerio de la Iglesia. La gracia de la fe no será negada a nadie; si existe cierta imposibilidad debe ser resuelta en el receptor del don - la misma persona humana, - no en el Dador. La ambientación socio cultural puede contener elementos inhibitorios - no absolutos - para iniciar un proceso de fe. La frivolidad en el tratamiento de los grandes temas constituye la prueba de tal negativa ambientación.
Junto al Padre y entre nosotros. Después de un alegato de esas características el Señor resucitado ocupa su lugar junto al Padre - en el seno trinitario – y, entre los hombres de todos los tiempos, mediante el “sacramento” de la Iglesia y la acción universal del Espíritu Santo. Estamos en esos “últimos tiempos”; no habrá otros después. Desaprovecharlos es condenarse a un vacío existencial trágico. La afirmación de Jesús: “El que no crea, se condenará”, corresponde a ese desaprovechamiento. De allí proviene la urgencia de la evangelización del mundo. No hay más tiempo que éste. Se acaba de golpe y la persona es sorprendida en el estado en que se encuentra. Lo comprobamos a diario: la muerte sobreviene en cualquier momento y edad, sin discriminar si la persona es notable o desconocida. No es el caso de asustar a nadie. La evangelización consiste en anunciar la Buena Noticia de un Dios no temible sino Padre amable de los hombres. Su extraordinaria fidelidad a la verdad no tolerará que se filtre el mínimo atisbo de mentira. Vivir en la verdad, y morir en la verdad, significa haber respondido con amor al amor de Dios, revelado por la fe en Jesucristo resucitado.
La Iglesia o un camino alternativo que sólo Dios conoce. Se dará a la manera establecida por Jesús, mediante la Iglesia, o por algún otro camino alternativo que sólo Dios conoce. Lo importante es preparar el corazón en la fidelidad a los dictámenes de una conciencia recta, para que, cuando llegue el momento del supremo y personal encuentro, se produzca un definitivo acto de amor al Dios Padre que nos aguarda. La misión evangelizadora que Jesús resucitado encomienda a sus discípulos e Iglesia naciente cobra una urgencia contemporánea, por causa de la corrupción que los hombres no cesan de promover en las mismas reglas de su convivencia social y medio ambiente. La Ascensión de Jesús no es el cierre de un triunfo sino el comienzo de una batalla que durará toda la historia. El hecho prodigioso otorga certeza de fe a la Iglesia que se responsabiliza de la evangelización del mundo. Es la fe en Cristo resucitado que otorgara sabiduría y fortaleza a los Apóstoles, valor a los mártires, caridad ardiente a los misioneros y santidad atractiva a las comunidades cristianas. El método normal que utiliza Dios para encontrarse con los hombres, y ofrecerles su misericordia, pasa por allí, aunque no se agota allí.
Como un río subterráneo y caudaloso. Jesús no se despide. Los suyos, presentes y futuros, vivirán con los ojos de la fe puestos en Él. Nunca perderán el aliento que viene de su Espíritu. Aunque arrecie la persecución, cruenta e incruenta, el paso de su Iglesia será firme y seguro. Pentecostés causa un estado dinámico para la transformación del mundo. A veces su dinamismo se opaca temporariamente, pero sigue corriendo como un río subterráneo y caudaloso. Viene de lo Alto, del mismo Espíritu de Pentecostés y, por lo mismo, no deja de correr con el mismo caudal inagotable de vida. La Ascensión es una presencia entre nosotros del Señor resucitado que está también “a la derecha del Padre”.+
