Una misa para rezar por quienes vivían en las calles y a quienes nadie recuerda después de su muerte celebró el nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig.
El representante papal ofició esa misa en la parroquia Nuestra Señora del Carmen, Rodríguez Peña 840, de Buenos Aires, el domingo 11 de noviembre.
La Comunidad de San Egidio organizó esa celebración eucarística “en recuerdo de quien, como el Pobre Lázaro, ha muerto por las calles de nuestra ciudad de Buenos Aires”.
“Es una memoria que quiere rescatar particularmente el recuerdo de quien nadie recuerda, porque ha quedado solo, sin familia, sin lazos”, señaló este movimiento católico.
En la misa se fueron encendiendo velas cerca del altar mientras se nombraba, uno a uno, a las cerca de 200 personas difuntas que vivían en la calle: Azucena Jorge Luis, Hugo, Rubén Darío, Ramón… Y en algunos casos, los fallecidos eran recordados sin tener su nombre de pila: la esposa de Sebastián, el papá de Micaela…
Junto a fieles habituales de la parroquia en la misa dominical, asistieron personas que viven en la calle, con sus bolsos y mochilas. Y luego compartieron un almuerzo en el atrio, se saludaron con el nuncio apostólico y se sacaron fotos con él, y con el párroco, presbítero Ricardo Larken.
Era el día de San Martín de Tours y al concluir el oficio el nuncio bendijo y entregó estampas del santo patrono de la ciudad.
En el invierno del año 337, en Amiens, San Martín dio la mitad de su capa a un mendigo que tiritaba de frío.
La Comunidad sostiene desde hace más de 10 años “el servicio con los amigos por las calles”, por el cual, más allá de distribuir un plato de comida, se quiere tejer lazos de amistad y cercanía con quien ha perdido todo.
Y procura que la amistad los ayude a sentirse menos solos y menos abandonados, “a sufrir menos la indiferencia de una ciudad demasiado replegada sobre sí misma”.
En la homilía, monseñor Tscherring se centró en dos puntos: la necesidad de tener confianza –que forma parte de la experiencia de la fe- y la generosidad hacia los otros, que nos hace imagen de Dios.
Al recordar que el papa Benedicto XVI ha convocado al Año de la Fe, el nuncio señaló que “la fe nos indica que Dios es amor y que Él, que da su belleza a las flores del campo y el alimento a los pájaros, se ocupará también de nosotros”.
“El es un padre para nosotros –dijo-, y nos invita continuamente a no tener miedo, sino a confiar nuestra vida, nuestras necesidades y nuestro futuro en sus manos fuertes y seguras”.
Subrayó que “Él siempre está a nuestro lado, conoce lo íntimo de nuestros corazones y de nuestros sueños y alguna vez de manera misteriosa, nos guía y nos sostiene sobre todo en los momentos difíciles de la vida.
Indicó que el Santo Padre nos ha invitado a crecer en la fe practicándola. Pero la práctica de la fe, agregó, requiere el coraje de abandonarnos “en un crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimente siempre como más grande porque tiene su origen en Dios (Porta Fidei, 7)”.
Monseñor Tscherring observó que “ese coraje falta a muchos de nuestros hermanos en este momento difícil de nuestra historia. Siempre son más las personas que se sienten abandonadas, desorientadas, aisladas, solas y sin esperanza porque están, como escribe San Pablo a los cristianos de Éfeso, sin Dios en el mundo”.
Instó a volver a dar a nuestros contemporáneos la confianza en la vida anunciando el mensaje de Cristo, “sobre todo con el ejemplo de nuestra vida”.
Y al recordar a “aquellos que murieron en el camino”, dijo: “Hagámoslo con la convicción de que nosotros, vivos o muertos, siempre estamos en el Señor”.+ (Jorge Rouillon) .+
