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Monseñor Ángel Rubio Castro




Treinta y dos meses en la catedral

Thu, 03 May 2012 06:17:00
 
Monseñor Ángel Rubio Castro, Obispo de Segovia
Monseñor Ángel Rubio Castro

Fueron muchos días y demasiados meses, pero imposible de olvidar, la presencia de la Virgen de la Fuencisla en la Catedral de Segovia.

Cuando estamos esperando y ojalá sea pronto, la llegada de la imagen de Nuestra Señora de la Fuencisla de los talleres de restauración, para ser entronizada de nuevo en su Santuario, con la corona con que fue recoronada el pasado día 4 de marzo junto con la imagen del Niño en su mano derecha viene bien recordar —según la Crónica en el Registro de su Real Cofradía— que el 27 de mayo del año 1939 se celebro por la mañana una fiesta religiosa para despedir a la Virgen de la Fuencisla que llevaba 32 meses en la Santa Iglesia Catedral, recibiendo la visita diaria de devotos en aquellos días trágicos y dolorosos para toda España. Asistían todos los niños de las escuelas públicas y colegios particulares. Todo era preparación para el día de la Virgen; el día siguiente, 28 de mayo, Segovia iba a escribir uno de los más bellos capítulos de su gran historia.

Desde las primeras horas de la mañana la ciudad era un himno triunfante. Al filo de la aurora, bandas de música, de cornetas y tambores, y dulzaineros típicos, recorrieron las calles, anunciando la nueva de aquel día: el gran día mariano. Despierta la ciudad en esa actitud expectante, que precede siempre a las fiestas solemnes. Bien pronto las calles segovianas son algo así como ríos humanos, que iban a desembocar en el mar augusto de los templos. ¡Donde ha podido reposar esta multitud! Porque la llegada de forasteros, realmente intensa, durante los días precedentes, culminó el sábado y la mañana del domingo. Desde las provincias más lejanas llegaban segovianos para postrarse a los pies de nuestra patrona. Destacaba la presencia de muchos artilleros —recuerdo de sus años de Academia— que en esta hora de la paz, venían a implorar a la virgen de la Fuencisla.

Caravanas inmensas llegaban de los pueblos —dicen las crónicas—. Era corriente escuchar en los grupos alborozados frases como esta: “A mí me amaneció en..” y se nombraba un pueblo. Es que muchos segovianos, emprendieron la peregrinación por la noche o incluso el día anterior, sufriendo, con alegría, las incomodidades de un largo viaje con tal de no faltar a la cita que a todos en este día hacía la Señora.

Fervor mariano —religiosidad popular— fue la característica de este gran día segoviano. Todos los templos se llenaron de fieles y, como la mejor manera de honrar a la Santísima Virgen es recibiendo el Sacrosanto Cuerpo de su Hijo, el número de fieles que se acercaron a la Sagrada Mesa resultó incalculable. Después, hasta la hora de la procesión, se podía contemplar un interminable desfile de segovianos para orar ante la Virgen, pues sólo Ella conoce las súplicas y oraciones de sus devotos que tanto la quieren.

Como es tradición se levantaron varios arcos. A la entrada de la calle de los Leones, junto a la plaza, el cabildo catedralicio alzó uno magnífico que, por las noches, lucía espléndida iluminación. A la entrada de la calle de Isabel la Católica el Ayuntamiento erigió otro, de líneas severas, con las siguientes inscripciones: “Segovia a su patrona” y “Ave María”. En la terminación de la calle Cervantes, la Academia colocó su arco, de follaje, espléndidamente adornado con emblemas de las armas de artillería e ingenieros y la siguiente inscripción: “Reina, Señora”. ¡Profunda y decidida profesión de fe mariana! Frente a la Residencia Provincial, en la carretera de Santa Lucía, la Diputación presentó también la ofrenda de su arco. Era bellísimo, de estilo gótico y tenía la leyenda siguiente: “La Diputación provincial a Nuestra Señora de la Fuencisla”. Sobre el arco cuatro niñas, primorosamente vestidas de ángeles, arrojaron flores al paso de la Virgen. Por último, en la alameda de la Fuencisla, la Real Cofradía de la santa patrona de la ciudad de Segovia y su Tierra levantó también un arco de depurado gusto artístico.

La Virgen atravesó la ciudad entre una lluvia de flores que se arrojaban a porfía desde todos los balcones y no era menor la lluvia de plegarias que brotaba al paso de nuestra Patrona. Seguidamente, muchos fieles penetraron en el santuario en cuyo interior lucía también espléndida iluminación. Los segovianos continuaron orando durante bastante tiempo ante su excelsa patrona.

Como recuerdo de la magna jornada, el Ayuntamiento hizo colocar, en el interior del templo, a mano derecha, una magnífica cartela de cerámica de los hermanos Zuloaga que consta de dos cuerpos: el superior, regalo de dichos ceramistas, reproduce la efigie de Nuestra Señora de la Fuencisla y el inferior, costeado por la corporación municipal, señala la fecha en que la Virgen abandonó su santuario y esta otra en que regresó entre el clamor jubiloso de un pueblo agradecido.

A punto de empezar el mes de mayo dedicado a la Virgen con el rosario de la aurora y Eucaristía todos los sábados en el Santuario, este relato de las Crónicas nos ayuda a entender el presente y conociendo el pasado se puede forjar el fututo.







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