En este domingo celebramos la solemnidad de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y el impulso misionero de la Iglesia; es la fiesta del Apostolado Seglar y de la Acción Católica. Felicidades a todos, porque es nuestra fiesta. La misma vida cristiana es por naturaleza apostolado (AA 1,2), nadie es espectador, somos actores de un programa de salvación trazado por Dios desde el mismo momento de la creación. El Padre nos llama a trabajar en su viña (Mt 20,1-16), es decir, en el mundo entero, porque éste debe ser renovado y transformado, según los designios de Dios.
En Pentecostés, el Espíritu Santo ha dado coraje al discípulo del Señor para ser apóstol, le ha dado fortaleza para vencer los miedos y temores. Partimos de esta confianza, de esta fortaleza. Esta es la misión de toda la Iglesia conducida por el Espíritu Santo, esta es nuestra misión, ser portadores del Evangelio de Jesucristo, portadores de esperanza y de renovación de la sociedad, porque los laicos, viviendo la fe en Jesucristo Salvador, muerto y resucitado, ilumináis la vida personal y social de los que os rodean; los laicos habéis recibido también una vocación de apostolado fecundo (AA,1).
Aprovechemos este día para recordar la necesidad de seguir trabajando para que Dios sea conocido por todos, de ayudar a eliminar de ruidos el espacio y pueda sonar limpia y clara la voz de Dios. Hoy es un buen día para dar el paso y embarcarnos en la tarea que nos propone la Iglesia: en una nueva evangelización misionera.
No tengáis miedo, que está con vosotros el Espíritu del Señor. Animo a todos, especialmente a los de A.C, a los cursillistas de cristiandad, a los nuevos movimientos, a los agentes de pastoral de las parroquias, del apostolado seglar… a salir a la calle y ofrecer el tesoro de gracia del que sois portadores.