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Portada:: Habla el Obispo:: Os anuncio una buena noticia (Lc 2, 10)





Os anuncio una buena noticia (Lc 2, 10)

Sat, 01 Dec 2012 20:55:00
 
Mons. Mario Iceta Gabicagogeascoa, Obispo de Bilbao
Mons. Mario Iceta Gabicagogeascoa

1. Acabamos de comenzar el tiempo de Adviento, tiempo de desear, de esperar con esperanza. En estos tiempos duros, el mundo necesita más que nunca el anuncio de una esperanza cierta y fiable. En Belén, hace dos mil años, sucedió el acontecimiento que cambiaría definitivamente el curso de la historia. Es la “plenitud de los tiempos”, cuando Dios se inclina sobre la humanidad de tal modo que toma nuestra carne y asume en sí la condición humana con todas sus consecuencias: Dios hecho hombre, Dios con nosotros, el Emmanuel. Desde ese momento, la vida humana es tan extraordinariamente bendecida que le posibilita el cumplimiento de todos sus anhelos y deseos de ser amado de modo definitivo, de una vida eterna, de una felicidad que no se apagará jamás. Y esto es lo que anuncia el ángel a los pastores. Como relata San Lucas: “Había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo; hoy en la ciudad de David os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor” (Lc 2, 8-11).

2. Este texto nos habla en primer lugar de los destinatarios del anuncio: son los pastores, es decir, la gente sencilla y humilde. La dureza y orgullo del corazón constituyen un obstáculo para recibir el anuncio de Dios. Éste es enviado de modo singular a los pobres de los que nos habla la Escritura. En este tiempo de Adviento, debemos pedir al Señor que nos conceda esta humildad y sencillez de corazón. Que descompliquemos nuestra vida, vayamos a lo esencial, descabalguemos el orgullo y la soberbia que nos constriñe el corazón. Que nos hagamos pobres como el Señor, así nos dispondremos a acoger a Dios hecho niño en Belén, que quiere entrar en nuestra vida y hacer morada en nosotros.

3. El anuncio del ángel se produce en la noche de la historia, también en la noche de nuestra existencia. Y ese anuncio envuelve a los pastores en claridad, se hace la luz que ilumina de un modo totalmente particular, nuevo y maravilloso nuestro caminar. La reacción primera, que es de temor y estupor, se convierte en gozo y alegría. La noche oscura es iluminada a partir de ahora por una claridad que no tendrá fin. También cada uno de nosotros necesita que en la oscuridad de la vida se prenda una llama, nos alcance una chispa de eternidad que vaya transformando nuestro frío en calor, nuestras faltas de amor en entrega y donación. Es el anuncio del ángel, el enviado de Dios, que nos trae la claridad de Cristo, luz de los pueblos, testimonio visible del amor infinito de Dios por cada uno de nosotros. Es el hoy de Cristo, que resuena por toda la eternidad y se hace presente a toda persona en cada momento de la historia.

4. “Os anuncio una buena noticia que será de la alegría para todo el pueblo”. Estamos celebrando el año de la fe. Y más que nunca se hace necesario este primer anuncio. Es necesario el anuncio explícito de Jesucristo, del amor de Dios por cada uno de nosotros. Como decía San Juan de Ávila: “Que todos sepan que Dios es amor”. San Pablo nos ofrece a este respecto una reflexión llena de sentido común: “¿Cómo invocarán a Aquél en quien no han creído? ¿Cómo creerán en Aquel de quien no han oído hablar? ¿Cómo oirán hablar de Él sin nadie que anuncie? Y ¿cómo anunciarán si no los envían? (Rm 10, 14-15). Este texto de San Pablo parece que está escrito hoy para nosotros. Los cristianos somos enviados a anunciar el Evangelio. Cada uno de nosotros, en virtud de nuestra consagración bautismal hemos sido enviados a esto, a anunciar a Cristo, Buena noticia y nos tenemos que preguntar con verdad: ¿lo hago de verdad? ¿lo he hecho alguna vez? ¿Me doy cuenta de que he sido enviado a anunciar este Evangelio de Dios? Porque si no lo hago, no puedo sorprenderme de que mis coetáneos no hayan oído habla de Dios, y si no han oído hablar, no crean en Él, y si no creen en Él, siguiendo la lógica de San Pablo, no lo puedan invocar y vivan como si Dios no existiera.

5. Este anuncio explícito de Jesús es de particular importancia en nuestra situación eclesial y social. En el relato de Lucas se nos dice que “hoy os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”. Hoy, para ti, se ha hecho hombre Dios, tu Salvador, tu amor primero y definitivo, Quien es capaz de llevar a término todos tus anhelos y deseos profundos de una vida plena. No se trata de un moralismo, ni de un silogismo filosófico. Se trata de un ofrecimiento, de una promesa que aguarda respuesta, que no violenta la libertad pero que requiere confianza. Ese es el sentido profundo de la Navidad que tenemos que ofrecer a todos: Dios se hace Niño porque te ama y, naciendo pobre en un pesebre, llama a la puerta de tu corazón para transformar tu vida y cumplir una promesa de plenitud y eternidad. Es el anuncio primero que debemos ofrecer a todos con humildad. Y entonces, la Navidad será verdadera y la luz de Belén prenderá en nuestro corazón y en tantos corazones, e iluminará toda la casa y el mundo entero. Pidiendo a Dios para vosotros todos los dones que necesitáis para vuestra vida, os deseo una santa y feliz Navidad.







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