Lo que se llama hoy en día progreso tiene unas connotaciones asombrosas, se le puede comparar con un envoltorio muy sugestivo y atrevido -como lo es la ignorancia- pero que por dentro está hueco. A muchos se le denomina progresistas y parece que quiere decir que están al día, que lo antiguo no corresponde a su pensamiento, que hay que estar abiertos a los problemas actuales con un enfoque distinto –que no quiere decir acertado-.Me llama la atención la denominación “izquierda progresista” “jueces progresistas” y hasta “cristianos progresistas”.
¿Qué quiere decir este progreso? Por los resultados que se conocen es saltarse a la torera la experiencia de la historia, que casi periódicamente se repite, también la cultura que da el estudio y la aplicación de las leyes apropiadas que estén de acuerdo con la dignidad de la persona humana. Al tomar decisiones, muchas veces, no se tiene el cuidado de no repetir lo que haya perjudicado en el pasado o de no crear problemas en el presente.
¿Dónde puede estar el fallo? Puede que se haya olvidado el origen del hombre ¿Y si lo recordamos? Existe un libro histórico que lo narra perfectamente: “el Génesis”. Ahí está escrito por el gran historiador Moisés, que Dios creó al primer hombre y a la primera mujer “a su imagen y semejanza”. Fueron nuestros primeros padres. Naturalmente que eran hombre y mujer. Remacho pues: El origen del hombre es bueno y le dignifica.
El progreso auténtico no va desligado del objetivo del Creador .El parloteo progresista se aparta de la historia y hace caso omiso del patrimonio de la cultura, desligándose de las líneas maestras dadas por el Juez omnipotente que continúa gobernando el mundo. El llamado progresismo parece que desconoce la mismísima Ley natural.
El mundo es bueno porque está creado por Dios, pero los hombres lo estropeamos; por eso el desorden hay que reconducirlo, no mostrarse indiferentes ni irracionales.
Una persona estudiosa no puede negar que son históricos los libros de la Biblia, y al leerlos descubre que Dios no es enemigo del hombre. Pero ¿por qué digo todo esto?
Los jueces progresistas españoles, muy recientemente, debieron pensar lo contrario y elevaron las uniones gay, de por sí antinaturales, al rango de matrimonio.
Seguramente olvidaron o no sabían lo ocurrido en las ciudades de Sodoma y Gomorra. Puede que fueran también jueces de esos pueblos los que se empeñaran en que era igual usar del sexo torpemente. No consta que se les concediese la categoría de matrimonios entre ellos. Y acabaron bastante mal. ¡Es la historia!
También es historia aquel hombre de leyes en Inglaterra que se llamó Tomás Moro. Era también gran conocedor de la Ley de Dios y prefirió anteponerla a la de Enrique VIII. ¡Buen jurista!
