Observando nuestro entorno parece resaltar que pocas veces nos negamos a aceptar insinuaciones o proposiciones de calibre indeseable y que son claramente contradictorias con nuestra conciencia y dignidad, sin plantearse el “no” rotundo y vulnerando también la Ley que Dios estableció, con amor, para el hombre. No se cumplen, muchas veces, por desconocimiento, cada uno de estos Mandamientos, generando una ignorancia que es el mayor enemigo de la ley natural y de la fe. Eso lleva consigo un empobrecimiento de la personalidad que convierte al hombre en un ser inseguro y fácil para aceptar requerimientos indignos, o tomar resoluciones propias, tales como infidelidades, corrupciones, engaños, asesinatos, robos, traiciones… que dañan a personas inocentes y que con demasiada frecuencia están presentes en la sociedad. Y, es que la integridad moral raramente existe sin el conocimiento de Dios.
La reciente canonización de 522 mártires, en Tarragona, nos sirve como ejemplo para admirar su reciedumbre y fortaleza para decir ¡NO! cuando las circunstancias de odio y persecución religiosa de la época, hacían vulnerables a personas inocentes que ningún mal habían hecho. El delito era haber aprendido a distinguir el bien del mal, amar a Dios y a los demás, trabajar en ayudar a sus contemporáneos… y eso debieron ser los cargos de sus acusadores que, en nombre de la libertad (hermosa palabra pero tan mal entendida), quisieron obligarles a escupir o pisotear un crucifijo o a pronunciar palabras ofensivas a la fe que profesaban. Todos ellos, la mayoría muy jóvenes, convencidos de la verdad en que creían, superaron el miedo y abrazaron el martirio con una muerte dolorosa o con un tiro rápido.
No es nueva la figura del mártir. Ya desde los primeros siglos del Cristianismo los enemigos de Dios persiguieron con saña a los cristianos, y todos, como ahora, por el mismo motivo: no querer renegar de su fe en Jesucristo.
¡Ojalá sirvan estos ejemplos para una reflexión seria, libre de todo partidismo, que sepa reconocer los errores del pasado y también del presente y lleve a modificar la conducta para una mejor convivencia entre seres humanos y para que, respetando la diversidad, se consiga no repetir hechos tan dolorosos!
Como un pequeño homenaje a todos los mártires, diría que en el plano solamente humano ¡qué difícil debe resultar decir “no” cuando se sabe que esa negación va a costar la vida!
Pero el ideal que abrazaron les valió más que la vida.
Se convirtieron en testigos valientes de Jesucristo.
El perdón a sus asesinos muestra la grandeza de sus almas.
La seguridad en la fe que demostraron, siempre deja huella.
Y repetir: que la muerte de los mártires es semilla de nuevos cristianos.
Me gusta considerar que mientras subían al cielo recordarían las palabras del Maestro: “El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”.
