Madrid/ESPAÑA.- P.- En este contexto difícil de grave crisis económica, ¿cobra un especial significado esta misa de la familia?
R.- Pues sí porque la familia aparece en este contexto de crisis como el lugar donde los que la sufren encuentran la primera ayuda, incluso la más material, la más física, pero también apoyo en momentos de bajada de ánimo o hasta de depresión. Sin la familia y lo que están aportando sobre todo a las personas en paro la situación social de España en este momento sería muy crítica. Por lo tanto, nos encontramos ante una coyuntura histórica donde el reconocer y valorar de nuevo a la familia, no solo su función con respecto a la vida de las personas sino también su función social, parece obligado y es una urgencia nueva. Yo diría aún más, conocer de verdad de lo que es la familia resulta hoy en la situación histórica en la que vivimos una necesidad humana y espiritual de primer orden
P.- ¿Qué mensaje pretende transmitir la Iglesia con la celebración de esta Eucaristía en el espacio público?
R.- Este año hay un motivo especialísimo y singular que no se repetirá en otras Eucaristías de las familias y es la relación jóvenes-familia a la luz de la experiencia tan gozosa de la Jornada Mundial de la Juventud del pasado verano. La JMJ ha sido un momento donde las familias jóvenes con sus niños se han presentado y mostrado de forma extraordinariamente sugestiva y como factores de alegría y de gozo para todos. A lo largo de las distintas celebraciones y actos de la JMJ y a la luz de los mensajes del Papa se ha puesto de manifiesto cómo la vocación cristiana en general encierra una de sus fórmulas más expresivas y más ricas en la vocación para el matrimonio y la familia cristiana. Este hecho pone a la celebración de la misa de este año una nota especial, pero en cualquier caso ese toque juvenil viene incluso urgido por los propios jóvenes que fueron protagonistas de la jornada y que han querido también estar presentes como protagonistas también en esta misa de la familia de 2011 y además a través de un lema muy sugerente y actual: agradecer a su familia, a la familia cristiana el don de la vida.
P.- Este año las cifras del aborto han subido un 1,3% ¿Cree que estos malos datos son una consecuencia de la nueva ley del aborto?
R.- Creo que la actual ley del aborto está dentro de un contexto de cultura, de formas concretas de vivir que vienen de atrás y que son anteriores a la nueva legislación. La ley no es el inicio del problema sino un momento de la cadena de desarrollo del mismo. Pero ciertamente pone de manifiesto cómo no solo no ha impedido que la corriente abortista siga caudalosa, sino que todo lo contrario, ha favorecido a que aumente el número de abortos. Cada aborto es en sí mismo una terrible tragedia: una vida se interrumpe y el alma de la madre queda profundamente herida. De un hecho así no sólo no viene ningún bien para la sociedad, sino que de él se derivan males irreversibles primero para los afectados, el niño y la madre, y para toda la sociedad.
P.- ¿Lo podemos considerar un fracaso social entonces?
R.- Deberíamos recordar de nuevo aquella homilía de Juan Pablo II en la misa de la familia del día 2 de noviembre de 1982 con motivo de su primer viaje pastoral a España. Luego hacer un examen de conciencia sobre qué hubiera ocurrido en España si se hubiesen tomado en serio las palabras del Papa. También hay que preguntarse si la Iglesia en su actividad pastoral, en su esfuerzo misionero, en su cercanía al hombre y a las familias las tradujo al cien por cien en compromiso práctico, en compromiso de vida y en compromiso de evangelización. Y nuevamente la respuesta es que hemos fallado mucho todos.
P.- Volviendo sobre las cifras, 113.031 abortos en 2010, ¿cree que como sociedad nos vamos acostumbrando a estas cifras? ¿Qué nos suenan cada vez menos escandalosas?
R.- Creo que en el fondo sí nos escandalizamos pero a través de conductas y formas de reaccionar un tanto evasivas. Tapamos la mirada para no ver lo que está pasando y así la sociedad llega en cierta manera a acostumbrarse a este fenómeno. Es el resultado de un ejercicio de adormecimiento de las conciencias, que pasan por alto el tremendo problema y dolor que se produce con este fenómeno de los abortos. Sin embargo, las señales de alarma son cada vez mayores y empiezan a despertar las conciencias de muchas personas. Uno se puede preguntar, con el problema demográfico tremendo que está atravesando Europa y España ¿cómo es posible que no pensemos que toda vida y en cualquier circunstancias es un don precioso de Dios? Cómo se puede pensar que el futuro de una sociedad se pueda construir sin jóvenes, sin niños.
P.- Empresarios y sindicatos están negociando una reforma laboral en la que también se incluye pasar festivos tan enraizados en la tradición cristiana como el de Todos los Santos, la Inmaculada a lunes para fomentar la productividad en el trabajo ¿cómo ve usted esta medida?
R.- Primero tenemos que saber cuáles son las propuestas que el Gobierno considera como aceptables para lograr un funcionamiento más exigente o más riguroso del mundo del trabajo, de la economía. Pero en cualquier caso el criterio puramente económico no se puede considerar como principio máximo del mercado del trabajo y del mundo laboral, al que haya que sacrificarlo todo. Además todos sabemos por experiencia de la vida que para rendir bien hay que descansar, y disponer de tiempo para que la persona y la familia vivan los grandes valores de la fe y del espíritu es importantísimo también.
P.- ¿Cree que con esta nueva etapa política va a cambiar este ambiente hostil que hemos vivido en los últimos años hacia la manifestación de lo religioso en el espacio público?
R.- En toda Europa y también en España ha habido ciertamente un reverdecimiento de actitudes hostiles hacia la Iglesia. Lo que se conoce como el fenómeno de un nuevo anticlericalismo. Efectivamente la acción legislativa y el modo de gobernar en cualquier país de un gobierno determinado con una mayoría parlamentaria determinada influye mucho para bien y para mal en este fenómeno. Yo espero que en esta nueva etapa política, la actuación y las actuaciones tanto en el campo legislativo y en el de la acción del Gobierno nos ayuden a superar esas posturas de hostilidad a veces manifestadas públicamente con respecto a un ejercicio de un derecho fundamental como es el derecho al ejercicio de la libertad religiosa. En España, como en otros países de Europa, los católicos queremos poder vivir nuestra fe y nuestra pertenencia a la Iglesia tanto en lo privado como en lo público en ese marco de los derechos fundamentales que todos reconocen y reconocemos y entre los cuales destaca el derecho a la libertad religiosa.
P.- ¿Le pedirá a Rajoy que derogue la ley del aborto?
R.- La postura y la posición de la Iglesia desde el punto de vista doctrinal y pastoral no ha cambiado. Es la de siempre. No ha cambiado un milímetro en lo esencial de sus enseñanzas respecto del derecho a la vida y de la concepción de la familia. Las volvemos a recordar, a afirmar y a enseñar. No lo hemos dejado de hacer nunca y ahora tampoco.
P.- ¿Se puede salir de la crisis económica sin una regeneración ética y moral?
R.- Ciertamente no. Sin un mínimum de regeneración moral y de capacidad de sacrificio, de cambio en la actitud frente a la vida, que busque valores más allá de lo puramente materialista, de lo puramente hedonista y egoísta no es posible salir a corto plazo de situaciones tan difíciles. En cualquier paso que se quiera dar con una cierta eficacia para acertar con la solución de los problemas económicos hay un componente moral y ético que no se puede olvidar. Y por supuesto a medio y largo plazo hay que hablar de una regeneración profunda de todo el cuerpo social y de la conciencia de la sociedad. Sin generosidad, sin una actitud de entrega y de ayuda a los demás, de renuncia por lo tanto de cosas y de uno mismo no es posible. Naturalmente en esto hay que pedirle al que tiene mucho que renuncie más y al que tiene poco a que renuncie a lo que pueda renunciar. En cualquier caso, son necesarias grandes dosis de generosidad y entrega.
