Ciudad Real/ESPAÑA. Con la casa de Jericó, bendecida por el Obispo diocesano monseñor Antonio Algora, la Iglesia en Ciudad Real continúa su labor hacia los pobres que, en un ámbito de crisis, son cada vez más pobres. Si en años anteriores la recuperación y reinserción laboral de las personas sin hogar se hacía complicada, la situación actual incrementa el trabajo con todas estas personas, al crecer la necesidad y número de los que requieren ayuda. La labor incansable de los voluntarios y técnicos de Cáritas es un servicio callado que ha de ser reconocido como una de las mejores aportaciones a nuestra sociedad.
Monseñor Antonio Algora, Obispo de Ciudad Real, ha bendecido la “Casa de Jericó”, un nuevo centro de atención a personas sin hogar que sustituye al Centro “La Esperanza”. Con once plazas, siete de ellas para aquellos que inician el proceso de recuperación, el centro es el único recurso específico con el que cuentan las personas sin hogar en la capital manchega.
Tras varios años de trabajo incesante, Cáritas Ciudad Real consigue abrir una casa en la capital que reúne las condiciones necesarias que exige el “Programa Sin Techo”, tras varios años en la “Casa de La Esperanza”. Este centro, junto al que ya existe en Alcázar de San Juan, es la primera fase de un proyecto de recuperación que continúa con una segunda fase en la “Casa de Abraham”, en Daimiel. Tras el proceso en Daimiel, algunas personas del programa pasan a un piso de autonomía y, en definitiva, a la recuperación de la vida en dignidad que “la calle les ha robado”. Además, Cáritas Diocesana cuenta con otra casa en Puertollano dedicada a aquellas personas sin hogar cuya reinserción laboral, por ejemplo, es más complicada, por motivos de edad o enfermedad.
Aunque suele conocerse más el trabajo que Cáritas realiza con aquellos que solo pasan unas pocas noches en los centros, este programa es el trabajo que más recursos y esfuerzo consume, a la vez que consigue los resultados buscados a medio y largo plazo. La traducción de todo esto es la puesta en práctica de la erradicación de la pobreza en nuestra sociedad, en la búsqueda por la justicia que nos exige el Evangelio.