Madrid/ESPAÑA.- En una entrevista concedida al programa ‘El Espejo de la Iglesia’, de COPE, esta mañana, el Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, ha señalado que, ante este año apasionante para la Iglesia que está a punto de comenzar, debe dominar “la confianza serena en la acción del Señor, que dirige la historia en general, pero de una forma clara y especialmente la historia de la iglesia”. Y es que “la esperanza es gozosa, alegre, serena…”.
En su intervención ha hablado de la JMJ Madrid 2011, de cuya celebración se acaba de cumplir un año, afirmando que “no sólo por las venas de la Iglesia en España corre esa viva corriente de gracia de Espíritu Santo que tuvo un momento de expresión tan gozosa y festiva en la JMJ. Corre sobre todo por la Iglesia en Europa, que es la más afectada por esa crisis a la que el Santo Padre ha querido responder convocando el Año de la Fe”. “En España, los frutos necesitan madurarse. Se puede concebir la JMJ como una gran siembra de gracia y como una gran cosecha. No se explica la JMJ si no hubiese habido -en la Iglesia en Madrid y en la Iglesia en España- un buen suelo de fe cristiana y de jóvenes que explican lo que pasó en Madrid en buena medida. La JMJ también fue una siembra vocacional, de conversiones, de presente y futuro de la sociedad en España”.
En este sentido, ha recordado que “la Iglesia en España comienza” el curso “estrenando un plan de pastoral por parte de la CEE. Y en Madrid lo haremos con ese programa de Misión Madrid que queremos llevar adelante en este curso y en parte del siguiente, en que acabará el Año de la Fe”.
Además, ha explicado que la Misión Madrid es una iniciativa que “quiere aportar a los que viven la Iglesia en su condición de creyentes, con una cierta normalidad en la participación en la vida de la Iglesia, la necesidad de la conversión. La fe nace, se extiende y se alimenta cuando el hombre se ha convertido a Dios, cuando se ha abierto a su gracia.. Los testimonios de vida no son eficaces si no están implícitamente impregnados de amor, de verdad”. Por eso, “se necesita un proceso de conversión, que nosotros queremos vivir en ese primer arranque de la Misión Madrid. Y, desde una Iglesia convertida, ilusionada, con un Sí a Cristo, unificada en Cristo, y firme en la fe, poder ofrecer a los madrileños, con la palabra y con el testimonio, en los diferentes ámbitos de la vida, que Cristo es el redentor y el Salvador del hombre”.
En cuanto al Sínodo sobre la Nueva Evangelización que comenzará en Roma el próximo mes de octubre, y que concluirá con el inicio del Año de la Fe, ha dicho que “un fruto seguro del mismo” es “que una representación de obispos de toda la Iglesia le va a explicar al Santo Padre una riqueza de propuestas, de sugerencias y de doctrina, que va a ser muy positiva de cara al análisis y al diagnóstico del presente, y para encauzar una respuesta de la Iglesia a los retos de nuestro tiempo. El Sínodo acaba aprobando siempre una serie de proposiciones, que dará a la Iglesia mucha luz para seguir ese camino de evangelizar de nuevo. De una manera especial a Europa y a España”.
Por último, el Cardenal ha hablado de la respuesta de la Iglesia ante la crisis, recordando que “en el año 2009 Benedicto XVI publicó una encíclica bien comprometida respecto a la crisis que ya estaba declarada. Desde ahí, las Conferencias Episcopales Europeas hemos tratado de responder al fenómeno de la crisis”. Asegura que “hay una manera muy sencilla y muy cristiana de responder, que es estar al lado de los que lo necesitan de una manera más directa y más profunda: más directa porque se quedan sin trabajo, o porque les faltan recursos económicos necesarios para el futuro, y sobre todo porque se quedan sin trabajo.
No es sólo un problema de una tendencia económica, sino de profundo calado humano. También están los que sufren las consecuencias de los factores morales, humanos y espirituales, que tienen mucho que ver con el origen de la crisis económica. Cómo no pensar en la crisis del matrimonio y de la familia, y en la crisis del alma y del corazón de muchos europeos, que dan un tono de mucha tristeza a la crisis global. Es decir, el hombre que ha perdido la fe, que no sabe qué hacer con su vida, y no sólo con el dolor, con las injusticias y el pecado, sino con su misma vida; y esa crisis de esperanza, en el fondo es crisis de fe, crisis de Dios, y todos esos aspectos de la crisis lo son de una crisis profunda del hombre y de las sociedades europeas.
Lo más peligroso que nos puede pasar es que no tengamos en cuenta, además de los factores económicos, la justicia social, una política comprometida social y seriamente con la naturaleza objetiva de los problemas económicos que nos angustian; y que olvidemos los otros factores y causas que hay detrás de la crisis”.
