Madrid/ESPAÑA.- El pasado sábado, 8 de septiembre, festividad de la Natividad de Nuestra Señora, la Real Esclavitud de Santa María la Real de la Almudena celebró su fiesta anual con una Eucaristía en la Catedral de la Almudena presidida por el Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela. La Misa fue concelebrada por numerosos sacerdotes, entre vicarios episcopales y canónigos de la Catedral. A la misma asistieron además representantes del Ayuntamiento de Madrid, concejales, miembros del Cuerpo Diplomático, los Embajadores de Filipinas, y numerosos fieles.
En su homilía, el Cardenal recordó que, como es tradición en el comienzo de un nuevo curso, “la Real Esclavitud, una realidad asociativa de los laicos y de los fieles de la Iglesia en Madrid que tiene una larga historia, quiere venir a los pies de la Iglesia, y lo hace participando en la Eucaristía”. Destacó que “se van sumando a esta celebración un número mayor de miembros y hermanos de esta congregación, y también participan otras hermandades y cofradías que tienen su domicilio y su campo de actividad en la Archidiócesis de Madrid y de las otras diócesis de la Provincia Eclesiástica: Getafe y Alcalá de Henares”.
Para el Cardenal, la fiesta de la Natividad de la Virgen “nos permite comprender cuál es el motivo hondo de nuestra devoción a la Virgen y de la historia de la devoción a la Virgen de la Almudena a lo largo de tantos siglos”. “María hoy aparece como aquella que va a ser la Madre del Señor, por lo tanto la Madre de la Iglesia y la Madre nueva de la humanidad. La maternidad con Ella a partir de este día adquiere un nuevo significado”. “Una maternidad que crea el gran don de los hijos y de la vida. Y lo hace, además, por la estructura misma de la naturaleza humana, recibiendo el impulso de la vida como un don, que termina convirtiéndose en vida”. “Con María, prosiguió, la maternidad se convierte primero en la maternidad del Hijo de Dios, engendrado por la gracia y el don del Espíritu Santo, y se hace abierta a la posibilidad de que todas las madres no sólo transmitan la vida física de los hijos, sino que la transmitan desde ese amor profundo del que recibe un don y así lo da, una muestra exquisita y profunda de amor que permite no sólo nacer físicamente sino renacer espiritualmente a través del sacramento del nacimiento para la vida nueva, que es el bautismo”.
Así, se refirió a la actitud de padres y madres de familia que desde hace décadas en Europa y en España no bautizan a sus hijos al nacer, sino que piensan que “ya le bautizaremos cuando sea mayor”. Y se preguntó por qué si no habían preguntado a su hijo si quería nacer, y le habían dado la vida, no se la daban en plenitud. “¿Por qué no queréis ejercer la maternidad y la paternidad con la plenitud de la vida y con la advocación plena de la vida?”.
Reconoció que “los tiempos que corren no son fáciles para los padres, pero también hay que decir que sin las madres no hay futuro. No sólo futuro físico del hombre, sino futuro moral, cultural y espiritual; no hay futuro, sencillamente”.
Ante el comienzo “de este curso que queremos poner en marcha con la Misión Madrid”, encomendó a la Virgen a “todos sus hijos de Madrid. La necesitamos para mantener firme y generosa la maternidad de Madrid, para que muchos hijos de Madrid puedan encontrar en el camino de su vida el don de la gracia y la luz de la verdad de Cristo”.
Frente a las “situaciones de crisis, de falta de trabajo, sin horizontes, de familias rotas, … vamos a volver la mirada a Ella, para decirlE que nos ayude en este momento de la vida y de la historia de nuestra ciudad y de nuestros hijos e hijas, sobre todo de las madres de Madrid”. Y pidió a la Virgen su ayuda “en la humildad de corazón, en la sencillez y en la apertura de un alma sencilla, humilde a la gracia de Dios”. Y es que “la peor barrera para que la maternidad de María entre en la vida de sus hijos y de sus hijas es la soberbia, la autosuficiencia, creer que nosotros podemos ser los dueños del bien y del mal, de nuestros semejantes, los dueños del mundo, ignorando a Dios”.
