Madrid/ESPAÑA.- En el informativo diocesano de la cadena COPE, el Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, habló el domingo de la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado, que se estaba celebrando, y recordó que “desde el punto de vista cristiano”, un emigrante o refugiado “es un hijo de Dios, un hermano que vivía en otras geografías del mundo, con problemas y necesidades, que acude a tu casa, y que necesita que le acojas. Y lo acogerás bien si en él reconoces a un hijo de Dios, a un hermano tuyo. Algunos lo son de una manera expresa y explícita, en virtud del bautismo común que recibimos, porque se trata de emigrantes que vienen de países de raíces hispanoamericanas o iberoamericanas, por tanto católicos, y son hijos de la misma Iglesia”. rouco_varela
Reconoció que “la fraternidad no sólo se vive con ellos en base a esa raíz primera de la fraternidad humana, de ser creados a imagen de Dios, sino que, además, han sido recreados por nosotros, entrando en el agua del bautismo, en ese misterio de la iglesia y del cuerpo de Cristo, incorporándonos a Él. Por eso, la emigración, sobre todo de Madrid y en toda España, es especial. Recibimos con los brazos abiertos a hermanos nuestros en la fe. Vienen aquí, creen que así resuelven problemas -económicos o de otra naturaleza- en su vida, y nosotros los necesitamos. Las sociedades europeas se están quedando escuálidas, y necesitamos nueva vida: jóvenes y familias que nos traigan –con mayor o menor capacidad intelectual, técnica, cultural- aire fresco y nuevo desde el punto de vista humano, espiritual y de la fe. Podemos observarlo en Madrid, en muchas de nuestras comunidades parroquiales, sobre todo en zonas de población más avejentada, donde la juventud es la que viene de nuestros hermanos de Latinoamérica, y nos rejuvenecen”.
Por eso, en alusión al lema de la Jornada, “Emigrantes y Refugiados hacia un mundo mejor”, dijo: “sí hacia un Madrid mejor, hacia una España mejor, hacia una Iglesia diocesana de Madrid más viva, más evangélica, más transmisora de la fe, saliendo al encuentro y sembrando la fraternidad, ahondando en las raíces de la fraternidad”.
Señaló que “una de las principales responsabilidades de la Misión evangelizadora es la de ayudar a los inmigrantes a mantener viva su fe. Es un aspecto esencial de lo que hemos querido promover en la Misión Madrid, teniendo en cuenta esa llamada a la parroquia de ser misionera, también con los hermanos que han venido de América o de otros países centroeuropeos, y ayudarles a mantener viva su condición de bautizados, su vocación cristiana, su proyecto de vida familiar cristiano. Incluyendo, en esa ayuda, en esa obra de amor espiritualmente expresada y sustanciada, la obra del amor también material. No se pueden separar los bienes que afectan al destino y a la salvación del hombre y clasificarlos, y apartar unos y elegir otros, sino que hay que ofrecerlos en la unidad de un corazón que ama y que quiere establecer un camino de victoria sobre el pecado y sobre el mal, de tal manera que sea una victoria de la fraternidad cristiana”.
Ecumenismo
En alusión al Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos que estamos viviendo en estos días, confesó que “en Madrid tenemos el reto de acoger a cristianos que vienen de países de tradición cristiana no católica, del centro y del este de Europa sobre todo, y cuya amplitud de referencia llega hasta la misma Rusia, con cristianos ortodoxos. Desde hace décadas, nuestra respuesta a la llegada de estos hermanos que proceden de la ortodoxia ha sido ayudarles en lo que podamos: en la puesta a disposición de locales, en la ayuda personal a algunos de sus pastores o sacerdotes… abriéndonos a la cooperación que les haga posible vivir aquí, en su comunidad eclesial, la realidad y la vida de la Iglesia que ellos traen de sus lugares de origen”. “Otros cristianos que han venido de confesiones protestantes, por ejemplo, no juegan un papel tan importante en la emigración hacia España en estos años; los hay, sobre todo en las comunidades clásicas… Con ellos mantenemos cauces de diálogo a través de la Delegación Episcopal de Pastoral de Ecumenismo, en especial en esta Semana de oración, que es muy importante para resolver y superar el problema de la ruptura de la Iglesia. Para superar la división en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, tenemos que orar mucho todos. En el fondo, la unidad se alcanza a través de un camino de conversión al Señor”.
Por último, habló de la tanda de Ejercicios Espirituales que habían vivido los Obispos de la CEE la pasada semana, y en la que él había participado. “Hemos tenido un excelente Director de Ejercicios Espirituales, un profesor belga de Teología, con gran experiencia de formación y de dirección espiritual, pero sobre todo de entrar en el terreno de la Teología de nuestro tiempo con sentido de la pedagogía de la fe, de la respuesta a las grandes respuestas al corazón del hombre. Estamos muy agradecidos”. Reconoció que “siempre que uno hace Ejercicios Espirituales, tiene que comenzar de una forma explícitamente ignaciana, con el principio y fundamento, y con el sí de nuevo a Dios y al bien y a la salvación del hombre y del alma. Y hacerlo sabiendo que, a lo mejor, el pecado ha hecho mella en tu vida. Y desde luego muchas veces, a lo largo de toda la vida, ha sido así. Comenzar los Ejercicios todos los obispos juntos, unidos y diciendo: Señor, perdónanos, queremos convertirnos, es muy bonito”, concluyó.
