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El Cardenal Rouco: “Los dos papas han sido un ejemplo extraordinario de hombres y testigos de fe y servidores de la esperanza y la caridad”

Mon, 28 Apr 2014 09:01:00
 

El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, presidió este sábado 26 de abril una misa para los peregrinos españoles que viajaron a Roma para asistir a las canonizaciones de Juan Pablo II y Juan XXIII en la Parroquia romana San Lorenzo in Dámaso, de la que es titular el arzobispo de Madrid. roucoJMJ

Ante cientos de jóvenes, el Cardenal destacó que Juan Pablo II y Juan XXIII han sido “dos papas que han marcado la historia general de la Iglesia, del mundo y nuestra propia historia personal, en algunos casos de una forma muy directa y muy honda”. En este sentido, reconoció que Juan Pablo II es más conocido porque su papado es más reciente, sobre todo para la mayoría de los jóvenes presentes en la Eucaristía: “Ha sido el Papa de vuestra vida, de vuestra juventud y de vuestras vocaciones”. Pero también destacó que Juan XXIII, impulsor del Concilio Vaticano II, “marcó la vida de nuestra generación”, en especial la de los sacerdotes, consagrados y consagradas.

Destacó de ambos que su bautismo, su posterior confirmación, su ordenación sacerdotal y su ordenación episcopal, “han dado frutos espléndidos de santidad. Y cuando se habla de santidad, también se habla de santidad de la Iglesia. En primer lugar, la Iglesia se presenta al mundo con capacidad de evangelización del hombre, respondiendo a las necesidades más profundas, más, quizá, externas, de la pobreza, de los sufrimientos, de la enfermedad, y las más hondas, de las crisis interiores, de la depresión, de la pérdida del sentido del bien, del mal, de la verdad, que muchas veces acompañan la vida del hombre, solo puede hacerlo para responder desde una afirmación plena, categórica y consecuente de la santidad, que no es otra cosa que la perfección de la caridad”.

También se refirió a una expresión muy utilizada por Juan Pablo II y también del Vaticano II, del hombre que quiere ser mucho más de lo que quiere tener. “Quiere ser hombre en la plenitud de su vocación, que es la de ser hijo de Dios, y no la del hombre de este mundo que quiere apoderarse de ellas y así dominando de una forma indebida sobre todo”. Es, a su juicio, “una vida en la que el amor corona, da el fruto final de lo que se ha conocido por la fe, lo que se ha anhelado, aspirado y luchado por la realización de la verdad y que termina por el amor a Dios, un amor que se concreta en el amor a los hermanos. Con una capacidad de cambiar las cosas, el mundo. Es así, cuando cambia el hombre, cambia el mundo y no al revés”.

El Cardenal afirmó que “los dos papas que mañana van a ser canonizados han sido un ejemplo extraordinario de hombres de fe y de testigos y servidores de la fe, de la esperanza y de la caridad. Juan XXIII, corto pontificado pero lleno de audacia espiritual: convocar el concilio Vaticano II”.

Y recordó a Juan Pablo II con “un pontificado muy largo, 27 años de acción pastoral en la que él recorrió el mundo como testigo, misionero, con una fuerza misionera singular del evangelio de Cristo, el Evangelio de la resurrección del Señor y de la resurrección del hombre. Impensablemente, marcado por las señales de un martirio que no se consumó porque el atentado no dio el resultado que esperaba el que lo cometió y que acompañó toda su vida como una especie de espina, como la de san Pablo. Testigo de la fe que dio a la Iglesia la entrega de su vida. La oblación se expresa en la caridad cuando es auténtica. No es búsqueda de uno mismo. Una oblación callada, sencilla, y que se da todos los días, en el caso de él casi 3 décadas de pontificado y en los años del episcopado, sacerdocio y joven universitario en su patria, desolada por la segunda guerra mundial. Y que llegó al corazón del mundo a través de la entrega a los demás, a los pobres, necesitados, matrimonios, familias, a los que vivían la crisis de la fe de una forma hondísima y radical y que convocó al mundo a la nueva evangelización”.

Una llamada, prosiguió, que la acogieron muy bien los jóvenes del mundo ya que fue el impulsor de las JMJ. Precisamente, este mes de agosto se cumpliarán 25 años de la celebración de la IV JMJ de Santiago de Compostela, donde el lema decía que “se puede encontrar siempre con Cristo, perdona, reconocilia”. Y la de Madrid, donde se hablaba de que “la fe que nos enraíza en Cristo, que nos fundamenta y nos permite ser testigos suyos gozosos de un evangelio que salva de verdad”. No podemos olvidar ese aspecto tan extraordinariamente atrayente, vivo… y experimentado por nosotros del Papa y de los jóvenes”. “El Papa de una nueva juventud, con calificativos siempre auténtico”, agregó.

Finalmente, subrayó que la mañana de la canonización se produce el domingo de la misericordia, día en el que Juan Pablo II al final de su pontificado interpretó la salvación como “la rúbrica de un Cristo resucitado que abre el corazón con una fuente de misericordia”. “La coincidencia espiritual de este forma de ver y celebrar la Pascua en su punto y momento final como el Papa Francisco en sus primeros días de Pontificado expresó es completa. Estas coincidencias no son casuales ni son fruto de un azar que nadie controla, son coincidencias que vienen del espíritu santo y de la Iglesia y del corazón de Dios y tienen que ver con esa exigencia constante a la Iglesia para que evangelice y anuncie el gozo del evangelio, que si es de misericordia es así y si no, no es así y que necesitan especialmente los hombres de nuestro tiempo.

Concluyó pidiendo a la Virgen que “nos permita sumarnos a la evangelización de la Iglesia que comienza como una realidad que necesitaba renovación por parte de la Iglesia con el Concilio Vaticano II, ofreciendo la eterna novedad del Evangelio, que sigue siendo así hasta hoy mismo y que debemos asumir como un aspecto esencial de nuestra vocación cristiana”. “Del testimonio del amor que le debemos a Cristo, su obispo, sacerdote, familia, jóvenes, si queremos dar una prueba de que le amamos, tenemos que ser testigos valientes del evangelio, como lo fueron Pedro y Juan”.







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