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“Hacer actual el sacerdocio de Jesucristo es tarea de todos los cristianos, pero de manera singular de los que hemos recibido el sacramento del Orden”Sat, 14 Jun 2014 20:01:00
Con motivo de la Solemnidad de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, el Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, ha presidido esta mañana la celebración de una solemne Eucaristía, concelebrada por cientos de sacerdotes, en el claustro del Monasterio de las HH. Oblatas de Cristo Sacerdote.
En su homilía, el Cardenal ha señalado que la celebración de esta fiesta “entre el domingo de Pentecostés y el domingo de la Santísima Trinidad nos ayuda mucho a vivir de nuevo el misterio de Jesucristo a la luz de su sacerdocio. Y también, por ello, a vivir el misterio de la Iglesia a la luz de su dimensión sacerdotal y, de una manera singular, el misterio de nuestro propio sacerdocio ministerial”.
“La obra de Cristo en la tierra, dijo, en los años de su historia, termina en la Cruz”, un sacrificio que supone un “acto supremo de culto y amor al Padre, posible por la comunión del Espíritu Santo” y que “se convierte –dentro del misterio mismo de la Trinidad- en una fuente de nueva historia, que se consigue porque Él sigue, porque su sacrificio se hace eterno, para siempre”.
Para el Cardenal, “la categoría del sacerdocio es ofrecer a los hombres una vida que es adoración, culto, expiación, y que produce misericordia”. Por eso, “conocer a Cristo y ese misterio de la luz del sacerdocio de Jesucristo es imprescindible para que los frutos de ese sacerdocio lleguen al tiempo último de la historia humana. Pero no basta sólo con conocerlo: hay que dejarse empapar de ese fruto de la acción sacerdotal; es decir, hay que dejarse santificar”.
Explicó que “la Iglesia no termina con su misión enseñando, sino santificando. Y para que pueda cumplir su misión hasta ese límite necesita regir en la caridad y el amor. Esa triple formulación de la misión de la Iglesia, que el Concilio ha puesto de actualidad”, apuntó, “responde a ese misterio de Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, que eternamente ya ha hecho de su pasión y su cruz la fuente de la salvación. Una salvación que comienza siendo luz para la inteligencia, para la razón, para conocer la verdad, y que continúa siendo vida iluminada por el don del Espíritu Santo, donde el pecado… queda sanado, perdonado misericordiosamente”. Así pues, invitó a los presentes a “recordar esa dimensión de la actualidad, de ese anuncio de Jesucristo, en este momento de su historia”, como es “el servicio de los sacerdotes a la iglesia” y “a la familia humana de Madrid; un servicio del don sacerdotal, del don de la fe, de la esperanza, de la gracia, que viene del Espíritu Santo”.
“Hacer actual el sacerdocio de Jesucristo, aseguró, es tarea de todos los cristianos, pero de una manera singular de los que hemos recibido el sacramento del Orden; es decir, el encargo, la misión de los doce, la consagración. Y que nos recuerda que nuestro ministerio tiene que estar centrado en ofrecer el signo más decisivo y trascendental de la acción salvadora del Señor, que es la Eucaristía: signo de su presencia real, de su misterio de salvación, de su permanencia perpetua de actualidad, de su fórmula en hacerla efectiva en cada tiempo de la historia”. “La Eucaristía, prosiguió, está en las manos de los sacerdotes y, con ella, toda la Iglesia, toda la comunidad de los cristianos, y toda la posibilidad de que vivan sacerdotalmente su día, santificándonos progresivamente hasta alcanzar la luz de la caridad”.
Invitó a los presentes a dar “gracias a Dios por haber conocido y reconocido la gracia especial del Espíritu; la misión del misterio salvador de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote”, que “hizo conocido en Madrid el venerable José Mª García Lahiguera, fundador de las Hermanas Oblatas. Ellas también encarnan y viven un permanente recuerdo de que Cristo nos ama y de que su salvación está muy decisivamente en manos de los sacerdotes: su palabra, sus sacramentos, su responsabilidad para unir a todo el pueblo de Dios”.
Concluyó pidiendo a la Virgen “que ayude a los sacerdotes a conocer bien a Jesús, a estar al lado de la Cruz como Ella estuvo, y a saber estar también en comunión con la Iglesia”.
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