que la Iglesia pueda vivir en la comunión de la fe”
Tue, 01 Jul 2014 21:02:00
Madrid/ESPAÑA.- En declaraciones al informativo diocesano de COPE, el Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela recordaba la festividad litúrgica del día, San Pedro y San Pablo, a la que calificaba como “una de las grandes fiestas del calendario litúrgico de la Iglesia Católica. Y no en vano, porque el ministerio de Pedro, el servicio de Pedro, al que se suma pronto el ímpetu apostólico de Pablo, inician el proceso histórico de edificación de la Iglesia, inspirado por el Espíritu Santo, sostenida por el don que reciben el día de Pentecostés. Pablo lo recibe en un momento especialísimo de su historia personal, en el camino a Damasco. Y ese proceso dura hasta hoy”.
Para el Cardenal, “el servicio de Pedro es esencial para que la Iglesia pueda vivir en la comunión de la fe verdadera, plena, íntegra en Jesucristo nuestro salvador, y pueda recibir de él constantemente la gracia de la redención y de la salvación y, sobre todo, vivirla a través del amor misericordioso de Dios”.
“No podemos olvidar tampoco, señaló, el último capítulo del Evangelio de San Juan, donde el diálogo del Señor con Pedro tiene que ver con el amo: ‘¿me amas más que estos?, pues si me amas apacienta mis corderos’. Su ministerio al servicio de la comunión en la verdad, pero también en la comunión de la verdad de Dios, el Dios redentor que es amor y que se derrama misericordiosamente sobre el hombre para acercarlo a esa gran verdad de Cristo y de Dios que es el amor y que tiene muchas consecuencias para toda la concepción y la realización de su vida personal, en comunidad incluso de la historia más mundana del mundo: todo queda tocado por esa fe y ese amor de Cristo”.
“El Pedro de hoy, aseguró, es el Papa Francisco. Y por él hay que pedir: por el ministerio que ha asumido con gran sacrificio, con gran entrega personal, para darse sin pausa al servicio de la comunión de la Iglesia, para que ésta sea fiel al Señor en su fe. Y al decir la Iglesia digo todas las iglesias particulares en unión con la Iglesia de Roma; todos los pastores, todos los obispos, todos los presbíteros, todos los fieles… Una santa, católica, extendida por todo el mundo, una Iglesia universal. Hay que pedir por el Papa para que pueda darse hasta agotarse -en el sentido casi físico de la expresión- al servicio de la comunión de la fe en el amor de Cristo. Él siempre lo dice. Desde el primer saludo que tuve el gozo y la gracia de dirigirle al terminar el Cónclave, me dijo: reza por mí, te pido que reces por mí. Algo significará para la vida del Pedro de hoy, que pide reiterativamente –algo que ya hacemos-, y sigue pidiendo, que recemos por él. Rezar por la situación del mundo y la del hombre de nuestro tiempo, al que hay que evangelizar por el camino de la gracia misericordiosa, que invita a la conversión. No se puede interpretar mal la misericordia del Señor -ama, acoge, perdona- para que se responda a esa misericordia y a ese perdón con amor y con conversión”. Y es que, afirmó, “es una tarea inmensa” la que el Papa Francisco “ha heredado del Papa Benedicto XVI, de san Juan Pablo II, de Pablo VI, de Juan Pablo I…”.
En alusión al Óbolo de san Pedro, o colecta a favor del Papa que se celebra en esta Jornada, apuntó que “es una buena señal de que se estima al Papa, de que se le quiere, se le comprende y apoya, sosteniéndolo también materialmente en ese enorme servicio de trascendencia y universal amplitud, como es el servicio de la fe, el servicio de la caridad que él cuida tanto, y que tenemos que apoyar. El Papa es el principio de la fe y de la caridad, pero una fe y una caridad activas y generosas, para empezar con él mismo, con su ministerio y su servicio a la iglesia”, concluyó.
