El Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, ha clausurado el curso de verano “Fe cristiana y ateísmo en el siglo XXI” organizado por la Universidad Eclesiástica San Dámaso dentro de los cursos de verano que organiza la Universidad Complutense en El Escorial.
El Cardenal fue presentado por Gerardo del Pozo, Decano de Teología de la Universidad San Dámaso y director de dicho curso. En su intervención, ha subrayado el interés del Cardenal “por el diálogo fe-razón”, algo que se ha puesto de manifiesto en numerosas ocasiones a lo largo de su vida. Además, para del Pozo, “uno de los méritos del Arzobispo de Madrid son las Jornadas Mundiales de la Juventud, que es una experiencia de cielo en la tierra”. A continuación, el ponente ha tomado la palabra para hablar de “La fe cristiana en la España de hoy”.
Y lo ha hecho haciendo un repaso de la vida de la fe en España, desde sus comienzos, asegurando que “la fe cristiana en España es una realidad, fundamental para su futuro, y así ha sido desde sus comienzos”. Además, ha asegurado que “la fe cristiana acompaña a España en su devenir”. En este sentido, se ha remontado a la dominación musulmana, una época en la que la fe no desapareció, como prueban los mártires y santos de la época. Por ello ha dicho que “hay que afirmar la relación entre la fe cristiana y España a la hora de configurarse como tal”. “La catolicidad de esa fe es fuerza interior en una España unida, en los siglos de Oro de la historia de España, con un dinamismo misionero hacia el nuevo mundo”. Y es que, a su juicio, “el proyecto cristiano” ha “estado vivo” a lo largo de los siglos y “no se ha perdido del todo en España. Vuelve a estar presente en este momento”.
Para el Cardenal, el reto actual es “el gozo del Evangelio”, tal y como nos invita el Papa Francisco. Para explicar la vitalidad de la fe cristiana, ha explicado que “hay que tener en cuenta el sistema de relaciones Iglesia-Estado” en España, que se sustentan en un principio jurídico bilateral: Iglesia y Estado, “dos instancias con personalidad jurídica propia”, a través de los Concordatos. Así, ha hecho un repaso por los mismos, desde el firmado en 1753, “con el que se inicia el camino de soberanía absoluta del Estado, también sobres los aspectos religiosos”. Esto, añadió, perduró durante muchos años. También ha hablado de la Constitución de 1812, en cuyo preámbulo “se reconoce a Dios como autor y supremo legislador de la sociedad”.
Una Constitución que ha valorado, asegurando que “las Constituciones son para mantenerlas, no para cambiarlas de cuando en cuando”. En ella, ha explicado, “se establece también que la religión era la católica y que había que protegerla”. La tradición concordataria sigue viva, “resistiendo la tremenda desamortización de los años 30 del siglo XIX”, con la desaparición de algunas órdenes religiosas. En el siguiente Concordato, de 1851, “la confesionalidad del Estado inspira este texto desde el principio”. Un texto en el que la “confesionalidad se aplica con criterios e ideas realistas, y con una proyección modesta del principio de la libertad religiosa”. Este Concordato, ha recordado, sigue vigente hasta la Constitución de la II República, que “lo deroga implícitamente”, estableciendo que el estado no es confesional. La Santa Sede, ha proseguido, “no rompe las relaciones con la República, pero dio por derogado el Concordato y se consideró libre”.
Con el “nuevo estado español, surgido de la Guerra Civil”, ha dicho, “se firman acuerdos diferentes entre 1940-1950; son acuerdos parciales que desembocan en 1953 en la firma de un nuevo Concordato, el 27 de agosto” en el que, de nuevo, se concibe al estado como confesional. “Estará vigente hasta la firma de los acuerdos del año 1976 y 1979”. En todo este proceso, ha apuntado, “la legislación civil determino el curso de los acuerdos concordatarios del XIX y XX”. Por último, el Cardenal ha hecho alusión a la fe cristiana en el presente, asegurando que “con la transición política se inicia el tiempo actual, con un cambio de la sociedad española en todos los aspectos”.
Así, “se pone fin a la confesionalidad del Estado, y se sustituye por el principio de la libertad religiosa”. Ha afirmado que “para los hombres del siglo XX la fe religiosa no es exigible”. A pesar de eso, y según datos estadísticos, considera que “la inmensa mayoría de los españoles se confiesan y declaran cristianos, más definidamente católicos”. A continuación, se ha cuestionado si “se puede deducir de los datos estadísticos que la fe cristiana en España, en los actos éticos y religiosos, condiciona y determina la concepción del mundo”. “Hay cristianos que no van a misa pero que tienen un elevado grado de impregnación cristiana, que se demuestra en una crisis moral y pertinaz del matrimonio y la familia con ideas no conciliables con las de la iglesia, pero al mismo tiempo hay una gran atención a las personas con generoso servicio y obras de caridad cristiana de valor reconocido y de contenido verdaderamente heroico”.
Además, saltan a la vista rasgos culturales, “como el debate sobre el pensamiento católico”. Ha concluido preguntándose “en qué estado se encuentra nuestra fe 50 años después del Concilio Vaticano II” y si “habría que elaborar un informe sobre la fe”, algo que a su juicio “sería muy útil pastoralmente. Habría que afrontarlo con valentía espiritual”.
