CAMINEO.INFO.- Aunque no guste hablar de ello, la muerte es algo a lo que todos nos tenemos que enfrentar, pero existen distintas formas de hacerlo. Sin duda, la de Andrés García es digna de elogio, de las que nos hacen recapacitar sobre cómo guiar nuestra vida, pero, ¿quién es este hombre?
Andrés García, natural de Cobatillas, falleció el pasado 11 de junio, a la edad de 48 años, tras padecer un cáncer de páncreas durante un año y medio. Un tiempo que le ha servido para tener una intimidad profunda con Dios y poder gustar la felicidad completa, que sí existe, como demostró este hombre en sus últimos días de vida.
Con el testimonio del amor de Dios en su vida, Andrés ayudó a cientos de personas. En todo momento, daba gracias a Dios por lo bueno que había sido con él, por el regalo de su mujer, Loli, y de sus tres hijos, María, Andrés y Damián. Desde la habitación del hospital donde permanecía ingresado, comentaba una y otra vez «no tengo ningún miedo a la muerte, porque sé que no muero, me voy con mi padre, me voy con Dios».
Y ¿dónde ha encontrado Andrés esa respuesta ante la muerte? En la Iglesia Católica, donde cambió completamente su vida. Pasó de ser ateo, a vivir por y para el Señor. Andrés nunca vio la enfermedad como un castigo. Desde que se le diagnosticó el cáncer, empezó a abundar en él la Gracia de Dios. Nació un nuevo hombre, un hombre bueno, un hombre según la voluntad de Dios.
Todos los que iban a visitarlo al hospital, quedaban maravillados ante la fuerza y alegría que mostraba. La oncóloga no podía creer lo que estaba viendo: un hombre feliz ante la inmediatez de la muerte y con una fuerza que le hizo sobrepasar los días de vida que la ciencia le daba. Los médicos comentaban a la familia que esta semana era la última, pero éstas pasaban y Andrés seguía dando testimonio de su fe en Cristo y en la Virgen María, a la que tanto veneraba.
El último mes, supuso un tiempo intenso en ambiente de oración. Sus hermanos de comunidad del Camino Neocatecumenal de la Parroquia de San Pablo de Murcia, se reunían en la capilla del hospital para rezar junto a él. Andrés no fallaba a pesar de la debilidad de su cuerpo, todas las tardes estaba dispuesto para rezar Vísperas. Ha sido un testimonio tremendo, y es que, como bien decía nuestro protagonista, «un cristiano puede caminar por encima de la muerte».
Andrés comentaba una y otra vez a su hermano Paco, que en cuanto llegase al Cielo se iba a poner a trabajar, intercediendo por tantas personas que lo necesitan y que se lo han pedido.
En cuanto a qué pensaba de lo que iba a dejar en esta vida, comentaba: «Sé que Dios no va a abandonar ni a mi mujer ni a mis hijos, él me suplirá perfectamente». Andrés también decía que ya veía a sus hijos como hijos de Dios, que cuando muriese, el Señor los cuidaría.
Si impactantes fueron sus últimos días de vida terrenal, no lo fue menos su funeral, al que asistieron cientos de personas. La solemnidad de la celebración y la fortaleza de su familia, fueron una muestra más de todo el bien que Andrés había hecho por medio de su testimonio. Quiso un funeral en el que se hiciera presente la resurrección de Cristo, y que por ella, el hombre está llamado a vivir eternamente. Por eso, su comunidad preparó la liturgia y estuvo al pie de su tumba, rezando y cantando al Señor tal y como era su deseo.
Andrés dejó unas últimas palabras que nos valen a todos, ya seamos cristianos, profesemos otra religión, agnósticos o ateos, ¡No tengáis miedo! Con el Señor, la muerte es con mucho lo mejor.
Andrés, nos vemos en el Cielo.
