Jorge Ortiz Garay es el único sacerdote mexicano en la Diócesis de Brooklyn, en cuyos alrededores está conformada la comunidad más grande de poblanos del mundo. Desde 1996 trabaja en Newark, a donde llegó procedente de Roma, Italia.
En su currículum está incluido el Colegio Anáhuac pero aclara que no tiene ninguna relación con los Legionarios de Cristo, pues optó por el Camino Neocatecumenal, un movimiento que fundaron un grupo de laicos liderados por Kiko Argüello y Carmen Hernández en 1964, en España, y que inició en México hace 26 años.
El Camino Neocatecumenal está concentrado en revivir la fe en pequeñas comunidades, como la iglesia primitiva, "en las cuales se trataba de vivir el Evangelio y tratar de encontrar signos que les permitan creer que Dios existe, como los signos del amor y la unidad, los cuales, incluso, convirtieron al imperio Romano al cristianismo".
¿Cómo aplicar esta idea en un escenario tan grande como Queen, Brooklyn y Manhattan?
- Nosotros tratamos de evangelizar a pequeñas comunidades que están inmersas en la gran comunidad parroquial. Es verdad que en nuestra Diócesis de Brooklyn-Queen hay cerca de 300 mil poblanos, es verdad que es la segunda ciudad con más poblanos en el mundo, por lo que evangelizarlos es muy difícil.
Pero la mayoría llega con el catolicismo a cuestas -comenta el reportero.
- La mayoría llega el primero domingo a la iglesia con un ramo bonito para la Virgen de Guadalupe, para darle gracias porque llegaron a esa ciudad. El segundo domingo regresan con un ramo de flores pidiéndole trabajo. El tercer domingo ya no regresan. Ya encontraron trabajo y no es uno, son dos o más, porque tienen que recuperar todo lo que han invertido y enviar dinero a sus familias en México.
En entrevista, el también abogado mexiquense lamenta que al vivir el sueño americano, los migrantes poblanos, como sucede con los originarios de otras naciones, pierden la fe porque dejan de asistir a misa y olvidan esa palabra (de Dios) que les ayudaba a tomar ciertas decisiones en la vida; además de la familia, porque dejan de tener contacto con sus parientes y sólo envían dinero: "y cuando ya tienen a su esposa e hijos aquí (en la Unión Americana), tienen tanto trabajo que no hacen vida juntos, por lo que no se dan cuenta que los jóvenes pierden identidad y adoptan otras costumbres".
Asimismo, criticó que pierdan su cultura mexicana, recordándola sólo en fechas contadas, como el 5 de Mayo, el 16 de Septiembre y el 12 de Diciembre: "y eso porque las fiestas son grandes".
Según el sacerdote de apenas siete años, los poblanos son muy dados a hacer la fiesta de 15 años: escogen a los chambelanes para sus hijas, sin valorar que “esos muchachitos” no van a misa, que “traen sus aretitos y no hablan español, que les da pena”, sin notar la gran riqueza que tendrían en sus manos si supieran hablar dos idiomas.
¿Cuál sería su pronóstico para los poblanos en New York, qué va a pasar?
- Yo siempre he pensado que si el poblano que está allá, que ha sacrificado todo por estar allá (en Estados Unidos), si tuviera consciencia, haría una diferencia en Estados Unidos, como en su tiempo los hicieron los irlandeses, cuando construyeron San Patricia, o los italianos, que edificaron grandes iglesias. Pero, tristemente, los mexicanos no son así. No sé si es por la melancolía de la tierra o si tienen un pensamiento de que van a regresar algún día, pese a que nunca sucede, pero no tratan de hacer una diferencia.
Y a pesar de todo, el segundo de cinco hermanos tiene fe en que será posible unir a todos los mexicanos, especialmente a los poblanos, en una sola misión: "el futuro, si trabajamos, si nos acercamos, está lleno de esperanza", dice.
En Puebla llamamos a New York como Puebla York; sin embargo, tenemos una idea muy diferente de lo que nos pintas: ¿Hay algo que rescatar de la visión poblana que tenemos de esa comunidad de paisanos en Estados Unidos?
- Yo creo que sí. En el fondo de esas personas queda algo de México. Se nota cuando dicen con orgullo: yo soy de Puebla. Se pueden rescatar las raíces, para que vea Estados Unidos que los poblanos no sólo son esos que trabajan en los restaurantes, sino que pueden marcar esa diferencia cultural. Sí se puede, con un cambio de mentalidad tremendo, dejar el complejo de llegar a esa ciudad y con complejos, no se consigue nada.
Jorge Ortiz prefiere el fútbol al americano, es más, le va al Cruz Azul; en este tenor, prefiere a los Mets sobre los Yankees, al mole poblano, los tacos árabes y las cemitas sobre los hot dogs y las hamburguesas.
Convencido de sus raíces, también confía en que sí se puede, que los poblanos sí pueden recuperar la fe, sus tradiciones, su cultura y ser vistos diferentes en La Gran Manzana, donde son muchos, pero todavía no destacan en esa sociedad.
