El cardenal Rouco destaca de don José María Navalpotro “la atención pastoral que ejerció como vicario parroquial tantos años en la Diócesis de Madrid”

Recordando el texto “Gaudium et spes”, del Concilio Vaticano II, el Cardenal señaló que ofrecía “una visión cristiana de lo que es el hombre y su existencia” y que “hablaba de que hay un enigma con el que no encuentra por sí mismos solución ni respuesta clara. Ese enigma es el de la muerte, relacionado estrechamente con el del pecado”.

Y es que “uno se encuentra impotente para dar una respuesta de lo que pasa cuando uno se muere, pero no así cuando deja que su capacidad de conocimiento y de compresión de la realidad, se ilumine por la fe. La muerte de José María y otros datos que nos van a ayudar a comprender la vida, que tienen que ver con los humanos, implican también a los misterios, curiosamente”.

Según señaló, José María se murió el día de san José, que “la Iglesia la considera una especie de padre de ella misma” y se celebra su funeral en el día de la Anunciación de Nuestra Señora. “Por la luz y a través de la luz de esos dos misterios podemos acercarnos, en primer lugar, a la respuesta que Dios da al enigma de la muerte y al enigma de la muerte de nuestro hermano José María”.

“Un sacerdote, y José María lo fue, es alguien que en la comunión y en la comunidad de la Iglesia tiene la misión de guardar esos misterio del Señor, cuidarlos, de forma que llegue a todos. Eso hizo en toda su vida”, añadió y destacó “la atención pastoral que ejerció como vicario parroquial tantos años en la Diócesis de Madrid”, al frente de la Vicaría I. Pero, para el Cardenal, “cuidó también de algún modo a la Madre, en el sentido de que la tuvo siempre presente y llamó la atención de todos de que Ella era imprescindible en la vida del creyente, en la vida del bautizado, en la vida de la Iglesia”. Asimismo, sostuvo que “fue un fiel servidor de los misterios de Cristo en los que confiamos”.

Haciendo referencia a la festividad de la Anunciación de Ntra. Sra., el Cardenal subrayó que la Virgen María era carne mortal, pecadora, pero ¿cómo se convierte la carne mortal del hombre que es pecadora en carne? ¿Le hace a uno semejante a su naturaleza? Eso se logra cuando uno se deja por la vía de la fe, de la conversión y la vía del acercamiento a Cristo, dejar que la gracia de esa carne brote”. “El sacerdote, José María, sabía lo que él ofrecía, al servicio de lo que él estaba era el proceso de la carne mortal y pecadora, las personas para el mundo, para la vida a través de la Iglesia, se convirtiese en un proceso de santidad, de mortalidad y de gloria”.

“Cuando se ve así la vida del sacerdote y la de nuestro hermano José María lo que es un enigma, lo que puede ser una fuente de tristeza, se nos presenta como un horizonte, una perspectiva de vida y por la esperanza que ponemos en la misericordia del Señor, en esa carne inmortal del Señor. También para él que ha sido la muerte la clave final por la cual se le abren las puertas de la inmortalidad y de la gloria”, dijo.

Por tanto, mostró su esperanza y oración en que José María “esté ya en el gozo de los santos” y que “lo sintamos cerca, lo sintamos próximo y lo sintamos en oración con nosotros”.

Finalmente, afirmó que “un sacerdote tiene siempre una estrechísima relación con la Virgen”. “Toda la Iglesia, estamos un poco condicionados por la cultura actual y por teologías muy de moda a pensar que en la Iglesia, la mujer importa poco”, advirtió pero “es falso”. De hecho, “tanto importa que es una mujer a partir de la cual nace la Iglesia, del vientre de María nace la Iglesia”.

Nacido en Campisábalos (Guadalajara) el día 5 de junio de 1938, realizó sus estudios en el Seminario Conciliar de Madrid, siendo ordenado sacerdote en Madrid el 10 de junio de 1962. Cursó estudios de Filosofía en la Universidad de Munich (Alemania), donde se doctoró en 1972. Entre otros cargos, fue Vicario Episcopal de la Vicaría I-Norte de la Archidiócesis de Madrid y miembro nato del Consejo Presbiteral, desde el 13 de septiembre de 1995 al 17 de enero de 2012. El pasado 13 de marzo fue nombrado Prelado de Honor de Su Santidad.