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"Un movimiento es como una familia: Te permite ser tú mismo"

Wed, 23 Oct 2013 17:01:00
 
MIRADA21.ES

Fueron muchas voces las que auguraron que con el nuevo Papa, los movimientos seglares de la Iglesia perderían fuerza y hasta acabarían por desaparecer. Sin embargo, los más de 90.000 miembros del Opus Dei, los 46.000 de Comunión y Liberación o los 68.000 del Regnum Christi parecen decir lo contrario.

Lejos de estar en vías de extinción, estos movimientos cada día reciben las solicitudes de nuevos miembros que desean vivir su espiritualidad dentro de estas comunidades. La JMJ, con 3,7 millones de participantes, puso de manifiesto la voluntad de los jóvenes de buscar a Cristo. Son chicos universitarios que encuentran en estas comunidades el impulso necesario para seguir el mensaje del Evangelio.

Ángela Cabrea. 18 años. Pertenece al Opus Dei.

Un ejemplo de este tipo de jóvenes es Ángela. Con 18 años recién cumplidos acaba de empezar Medicina en la Universidad de Córdoba. Conoció al Opus Dei en el colegio, pero no fue hasta acercarse a la mayoría de edad cuando decidió ingresar en la Obra. “Desde pequeña he estado en un colegio de fomento y estos colegios, como sabemos, están muy vinculados al Opus Dei. Pero lo cierto es que cuando comencé a acercarme realmente fue hace unos meses, a raíz de que una amiga me invitase a participar en una de las actividades de estudio que se organizan con frecuencia en los clubs de la Obra. Sin duda alguna esta amiga fue un instrumento de Dios para acercarme a Él”, explica.

Ángela tiene claro que el ingresar en el Opus fue voluntad de Dios. “Yo me incorporé cuando Dios quiso, ni un segundo antes ni uno después. Y esto fue a principios de este último verano. Siempre me dijeron que el verano de segundo de bachillerato sería el mejor verano de mi vida. ¡Cuanta razón!. Pertenecer a la Obra me da una paz gigante, porque sé que esto es lo que Dios quiere para mí”, se emociona.

Ángela es consciente de que mucha gente se aparta de este tipo de comunidades por desconocimiento. “El mensaje de la Obra es sencillo: buscar a Dios en las cosas de cada día, llegar a Él mediante el trabajo bien hecho en la vida cotidiana. Esta espiritualidad es, en realidad, la de cualquier cristiano laico que pone a Dios en el centro de su vida”, aclara. “Yo diría a los jóvenes que se animen a conocer unos movimientos y otros, que el de arriba tiene preparado un camino para cada uno de nosotros y que una vez que lo descubrimos y lo tomamos la felicidad está garantizada”, finaliza con entusiasmo.

Ignacio Pou. 22 años. Es miembro del Regnum Christi.

Para Ignacio Pou, por su parte, el Regnum Christi (RC) “no es otra cosa que una misión”.” De algún modo, el carisma que el Espíritu Santo nos ha entregado y que está fuertemente ligado a la misión y a la evangelización a través de la propia vida y obras hace que, irremediablemente, pertenecer al Regnum Christi no solo sea un medio para vivir la fe, una familia o un modo de entender la vida cristiana sino que "obliga" al que pertenece al movimiento a esforzarse por realizar su vida en la misión que Dios le ha confiado”, comenta este estudiante de Periodismo.

Conoció el movimiento desde pequeño, y ya entonces quiso hacerse miembro. “Mi madre y, más tarde, mi padre son del RC. Mis hermanos mayores empezaron ya desde los 7 u 8 años a ir a los clubes del ECyD (RC para niños) y yo desde bien pequeño esperaba con ganas a tener la edad para poder ir yo también al club. A partir de ahí, con la incorporación al ECyD (ya no como club sino, además, como movimiento) fue un camino de formación y crecimiento en la fe y en lo humano que me ha llevado de forma natural a pertenecer, una vez terminada la etapa del ECyD, al RC”, asegura.

A pesar de ello, cuando creció decidió conocer otras realidades de la Iglesia para tomar esa decisión de una forma más madura y meditada “Cuando digo que llegué "de forma natural" al RC por haber ido al club cuando era pequeño no es del todo cierto. Obviamente el RC era una continuación en el carisma en que había crecido y me había formado, pero eso no quita que, llegado un punto, valorara otras opciones e incluso otros movimientos a los que admiraba por muchas y distintas cosas.De hecho, estuve yendo a reuniones y encuentros de Comunión y Liberación y puedo decir que una parte de lo que soy ahora se lo debo a las personas de ese movimiento que me ayudaron”, recuerda.

Al final, resumen Ignacio, “un movimiento no es algo distinto de una familia, cada una tiene la suya y es en su casa donde se siente cómodo y donde puede ser él mismo y dar lo mejor”. "No es que en una parroquia uno no pueda sentirse cómodo, pero no es raro que alguien sienta que necesite una atención y una vivencia de la fe más personal, sea porque no alcanza a llevarse con el cura, sea porque este está demasiado. Lo que permiten los movimientos es atender a grupos de gente con una vocación o una sensibilidad para la fe semejante y que se siente llamados a formar una comunidad y a compartir la vida en la vivencia de la fe”, concluye.

Rosa Guajardo-Fajardo. 21 años. Vive su fe en el Camino Neocatecumenal.

Rosa estudia Medicina en la UFV. Define el Camino Neocatecumenal como “un itinerario cristiano en el que se redescubre el verdadero sentido del bautismo. Consiste en un camino personal de profundización en la Fe acompañado por una comunidad que conoce tu realidad, tus pecados y tus sufrimientos”.

La dinámica del Camino es sencilla: “Cada comunidad se apoya en un trípode: palabra, eucaristía y convivencia. Por ello todas las comunidades tienen una celebración a la semana que consiste en la liturgia de la palabra, una eucaristía también semanal (correspondiente a la misa dominical) y una convivencia de domingo al mes en la que, además de rezar, las personas de la comunidad conviven (valga la redundancia) como hermanos”, detalla Rosa.

Para Rosa, el Camino Neocatecumenal ha sido una experiencia de familia. “Yo conocí el Camino Neocatecumenal a través de mis padres y hermanos, por lo que ya desde pequeña iba con ellos a la Eucaristía. Alcanzada una cierta edad se propone hacer las catequesis y, acompañada por ciertos jóvenes que ya se habían convertido en mi amigos y otras personas que vieron carteles que anunciaban las catequesis, realicé este cursillo empezando mi itinerario personal”, rememora.

Muchos de sus amigos le preguntan a menudo por qué decidió vivir su fe dentro de este movimiento. “Ante esa pregunta tan frecuentada por mis amigos yo siempre contesto: ¿Qué persona se entera por un amigo de que hay una playa estupenda y no va cuando tiene la oportunidad? Cuando ves a tus padres, a tus hermanos y a muchos amigos de tus padres y hermanos viviendo de una manera diferente, poniendo a Dios en el centro de sus vidas, superando problemas muy duros y sin perder nunca la fe, realmente decides que quieres esa felicidad para tu vida”, mantiene con firmeza.

A pesar de las críticas de ciertos sectores de la sociedad, esta alumna de Medicina solo encuentra elementos positivos en su pertenencia a esta comunidad. “Para mí este camino es una oportunidad para acercarme más a Cristo de una manera libre y sencilla en la que no se me exige ser de una determinada forma sino simplemente creerme que Dios, como padre que es, me quiere tal y como soy con mis fallos y mis pecados. Cuando esto pasa de ser una simple teoría a una verdadera y experimentada realidad la calidad de tu vida cambia por completo. Pasas entonces de ser alguien que vive la vida intentando levantarse continuamente apoyado en su propio bastón y agotando sus fuerzas, a ser otra verdaderamente feliz apoyándose en la Cruz”, sonríe emocionada.

Adriana Pujol. 21 años. Comparte su fe con Comunión y Liberación.

Adriana estudia Periodismo y Comunicación. Es una chica alegre y divertida, muy alejada de la idea de joven “amargada” que, en ocasiones, ofrecen algunos medios de comunicación. Conoció Comunión y Liberación gracias a una amiga. “Lo conocí cuando la que ahora es mi mejor amiga, que entonces era tan solo una conocida, no me contestaba el típico "no te ralles" al que estamos más que acostumbrados actualmente, si no que me ayudaba con consejos y respuestas que no había visto antes. Yo quería saber de donde salían esas respuestas, esa mirada, esa forma de enfrentarse a las cosas y de vivir”, rememora.

Decidió unirse al movimiento “ a los pocos meses de conocerlo”. "Vi que la vida que se proponía, la forma de mirar la realidad, de pensar, de compartir era apasionante y muy atractiva para mí. Se trata de un movimiento que promueve la vida en comunidad, la compartición de experiencias y testimonios y la reflexión sobre lo que acontece diariamente en nuestra vida.”, comparte.

Para Adriana, pertenecer a un movimiento implica no estar solo. “Al menos mi movimiento me ayuda a vivir sin teorizar demasiado y sin que se limite a un "ve a Misa y no peques". Puedo compartir con más gente lo que me pasa, que esa gente lo haya vivido, lo entienda o tenga algo que decir. Puedo exponer mis dudas, mis miedos. Es un sitio en el que no se me juzga por los fallos, se me mira por la persona que soy. Puedo ser yo misma con estos amigos. Me ayuda a ver que la vida sirve para algo más. Me ayuda a no ahogarme en los problemas cotidianos y a no perder el rumbo cuando estoy más confundida”, sonríe con alegría.

“Hoy muchos jóvenes tienen miedo a acercarse a la Iglesia. Yo les diría que prueben. No se pierde nada por escuchar y por probar. Si tienes inquietud tienes que moverte, las cosas no van a venirte solas. Si tienes miedo a que te coman la cabeza solo tienes que ser sincero contigo mismo y poner siempre en duda lo que se dice, para que de ahí sepas contestarte "de lo que he visto.. ¿qué es real? ¿a caso yo me invento algo?". Hay que ser justo con lo que a uno le ha pasado en la vida. Los movimientos siempre tienen algo de verdadero, hay qué buscar qué nos llama más”, aconseja para concluir.







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