León/España.- Dejó escrito en su testamento vital que en su funeral quería estar
rodeado de su comunidad neocatecumenal, y así ha sido. Los Kikos, los
seguidores del leonés Francisco José Gómez Argüello Wirtz, más conocido
como Kiko Argüeyo, lo velaron por turnos durante toda la noche aunque no
fueron ellos los encargados de portar el féretro de Enrique García
Centeno, don Enrique, el popular párroco del barrio del Mercado. Lo han
hecho los braceros de la Virgen, los mozos nacidos y bautizados en la
iglesia del Mercado que cada Viernes de Dolores pujan a la patrona de la
ciudad de León.
Fueron los miembros de la Agrupación de Braceros de la Virgen el
Camino los que sacaron a hombros a don Enrique, la última vez que el
párroco abandonaba la iglesia a la que ha estado vinculado 56 años,
mientras el coro cantaba 'Virgen del Camino, reina y madre' y, entonces,
la gente congregada en el templo ha roto a llorar y a aplaudir a partes
iguales.
No quería un funeral triste y no lo fue, pese a la emoción. De noche,
y también de madrugada, la iglesia del Mercado se convirtió en un lugar
de reunión de los amigos y la familia del párroco, con música, con
responsos y también con corrillos donde se compartían las miles de
anécdotas con las que don Enrique ha dejado sembradas las vidas de los
demás. Ayer, como hoy, se buscaba la palabra más adecuada para ese
carácter tan particular del cura.
Tuviera o no malas pulgas, riñera o no, bufara más o menos, que don
Enrique era muy querido ha quedado patente hoy en el funeral, con
cientos de personas en la misa, y en la manera en que se ha volcado y ha
sentido esta muerte el barrio del Mercado, que pierde a un referente.
Los Kikos y sus amigos le han dado a don Enrique una despedida
brillante, luminosa, espléndida, generosamente alegre, que ha
contrastado con el discurso pulcro del obispo. Se ha ido como él deseaba
y como la comunidad neocatecumenal, a la que él dio entrada en el
templo, sabía que quería.
La iglesia se ha quedado vacía, silenciosa y en penumbra cuando el
féretro ha abandonado León camino de Valderas, el pueblo natal de García
Centeno, donde ha sido enterrado. Y más vacía aún ha quedado la
sacristía, la 'segunda casa' de don Enrique, la 'segunda parroquia' del
barrio, el lugar donde escuchaba, aconsejaba, reñía y fumaba a
escondidas. Donde se ha echado el último pitillo.