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Empuja la vaquita...

Thu, 18 Apr 2013 19:03:00
 
P. Dennis Doren, L.C.

Hace algunos años, celebrando una Misa para niños, me vino a la mente una historia; en ella se resaltaba el valor del desprendimiento, es decir, cómo muchas veces estamos atados a nuestras seguridades, a nuestros pequeños horizontes que no nos dejan avanzar; nuestras proyecciones son tan limitadas que nos vamos contentando con sobrevivir, siendo que la vida nos ofrece tantas oportunidades. La realidad es que esa posibilidad de superación implica elecciones en ocasiones difíciles de tomar y que suponen un desprendimiento de algo que nosotros queríamos y sentíamos importante no perder.

Empuja la vaquita, aquella historia que tanto hizo reír a los pequeños ese día, pero que en el fondo tenía un mensaje tan importante que les quería trasmitir, no importante por el dolor que implica prescindir de algo o de alguien, sino por la importancia de que nuestras aspiraciones de realización y superación, no estén limitadas a las circunstancias y precariedades de nuestra vida. Recordando a Claudio, aquel niñito de 7 años que no paraba de reír, te comparto esta historia…

Un maestro de la sabiduría paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre y decidió hacer una breve visita al lugar.

Durante la caminata, le comentó al aprendiz sobre la importancia de visitar a las familias, conocer personas y las oportunidades de aprendizaje que tenemos de estas experiencias.

Llegando, al lugar constató la pobreza del sitio. Los habitantes, una pareja y tres hijos, la casa de madera, vestidos con ropas sucias y rasgadas, sin calzado, realmente el panorama era desolador.

Entonces se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia, y le preguntó: ¿En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio tampoco?, ¿cómo hacen usted y su familia para sobrevivir aquí? El señor calmadamente respondió: amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días; una parte del producto la vendemos o la cambiamos por otros géneros alimenticios en la ciudad vecina y con la otra parte producimos queso, mantequilla, etc. para nuestro consumo, y así es como vamos sobreviviendo.

El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, luego se despidió y se fue.

En el medio del camino, volteó hacia su fiel discípulo y le ordenó: busque la vaquita, llévela al precipicio de allí en frente y empújela al barranco.

El joven, espantado, vio al maestro y le cuestionó sobre el hecho de que la vaquita era el medio de subsistencia de aquella familia; mas como percibió el silencio absoluto del maestro, fue a cumplir la orden. Así, con gran esfuerzo, comenzó a empujar a la vaquita hacia el precipicio, hasta que después de una gran lucha consiguió despeñarla, se decía para sí: pobre vaquita. Aquella escena quedó grabada en la memoria de aquel joven durante algunos años.

Un bello día el joven, agobiado por la culpa, resolvió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar para contarle todo a la familia, pedir perdón y ayudarlos. Así lo hizo, y a medida que se aproximaba al lugar veía todo muy bonito, con árboles floridos, todo habitado, con carro en el garaje, una gran casa y algunos niños jugando en el jardín.

El joven se sintió triste y desesperado imaginando que aquella humilde familia hubiese tenido que vender el terreno para sobrevivir, aceleró el paso y, llegando allá, fue recibido por un señor muy simpático; el joven preguntó por la familia que vivía allí hace unos 10 años años, el señor respondió que seguían viviendo allí. Espantado el joven, entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia que había visitado hace algunos años con el maestro. Elogió el lugar y le preguntó al señor (el dueño de la vaquita): ¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?

El señor, entusiasmado, le respondió: nosotros teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió, de ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos, así alcanzamos el éxito que sus ojos vislumbran ahora.

Todos nosotros tenemos una vaquita que nos proporciona alguna cosa básica para nuestra sobrevivencia, ella nos ata a nuestro presente y no nos deja avanzar, progresar y superarnos, NOS HACE DEPENDIENTES, Y CONSIGUE QUE EL MUNDO SE REDUZCA A LO QUE LA VAQUITA NOS PRODUCE.

Descubre cuál es tu vaquita y aprovecha esta época de reflexión para empujarla por el precipicio.

La LOCURA es seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes (Albert Einstein).







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