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Ver y Creer: “La Misa de las Rosas”

Mon, 17 Dec 2012 07:02:00
 

En una particular coincidencia de números, en el año 2012, el día 12 del mes 12, en punto de las 12:00 horas inició la celebración de la "Misa de las Rosas" para celebrar el aniversario número 481 de las apariciones de la Virgen Santa María de Guadalupe al vidente san Juan Diego ocurridas en el cerrito del Tepeyac en el año 1531.

Esta santa Misa suele presidirla, como es tradición, el arzobispo de México, el sucesor de Fray Juan de Zumárraga, quien fuera testigo del milagro guadalupano cuando, ante sus ojos, una vez liberadas las rosas que guardaba Juan Diego, se formó ante sus ojos la sagrada imagen sobre la tela del ayate.

Presento un resumen de la homilía de la Misa de las Rosas, una de las más concurridas en los últimos años, en esta devoción que cada año crece con renovado fervor:

"Los indígenas decían una hermosa expresión: 'hay que tener el corazón endiosado'. No un corazón soberbio, sino 'un corazón lleno de Dios'; el corazón que mueve a la vida verdadera, que palpita con aquel que lo creó, el corazón lleno del amor de Dios que se entrega al hermano en el servicio, en el amor y en el perdón. Un corazón 'endiosado' que sabe ser lo suficientemente humilde para que Dios reine en él.

La siempre Virgen María, Madre de Dios, con ese corazón lleno de su amor, se da cuenta de que podía y debía servir a tantos seres humanos que clamaban a Dios. Seres humanos que, en su ceguedad, las tinieblas los habían despedazado; seres humanos con las arrugas, achaques y ancianidad de saberse cerca de la muerte; personas que rendían culto con sacrificios humanos a ídolos falsos, y no sólo quitando corazones y sangre para ofrecerla en ceremonias terribles; también a personas que aunque dicen creer en el verdadero y único Dios, se arrodillan ante los ídolos del poder, ambición, soberbia, traición, asesinato y violencia.

Santa María de Guadalupe, la Madre del verdaderísimo Dios, Mujer de fe, mujer con el corazón lleno de ese amor, ha venido aquí, no sólo a visitarnos, sino a quedarse con nosotros; y no viene sola, Ella trae en su inmaculado y virginal vientre a su amado Hijo. Ella, la Siempre y Perfecta Virgen Santa María viene encinta, trayendo al verdaderísimo Dios por quien se vive. Santa María de Guadalupe ha venido aquí, que tanto necesitamos al verdaderísimo Dios por quien se vive, para que libere a su pueblo de toda ceguera, de las tinieblas del crimen, de la violencia, de los secuestros, del asesinato; adorando los ídolos del sexo, del dinero, del poder, del poseer; ídolos que destrozan el corazón que Dios ha creado a imagen y semejanza suya y que despedazan el templo del Espíritu Santo, 'casita sagrada' del amor.

En aquel invierno de 1531, en este lugar sagrado del Tepeyac, Santa María de Guadalupe nos dijo, por medio de san Juan Diego: 'Porque en verdad, yo me honro en ser tu madre compasiva, tuya y de todos los hombres que viven juntos en esta tierra, y también las demás variadas estirpes de hombre, los que me amen, los que me llamen, los que me busquen, los que confíen en mí. Porque ahí, en verdad, escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores'. ¡Cómo necesitamos, más que nunca, este mensaje de salvación!

Santa María de Guadalupe viene hasta nuestro corazón a darnos la luz verdadera, a quitarnos toda tiniebla e idolatría, a poner al verdaderísimo Dios en nuestro corazón para que seamos conscientes y vivamos en el amor de ser una sola familia, su familia; en la que no haya más miedos ni temores, fatalismos ni desgracias; en la que la alegría llene nuestra existencia. Ella, que nos lleva hasta su amado Hijo, en el hueco de su manto y en el cruce de sus brazos.

Santa María de Guadalupe ¡Dichosa tú, que has creído! Santa María de Guadalupe ¡Dichosa tú, que nos has enseñado a creer en el verdaderísimo Dios por quien se vive! ¡Dichosa tú, que sigues creyendo también en cada uno de nosotros, simplemente porque nos amas!".

En este año 2012, en esta celebración tan particular por la coincidencia repetida del número 12, el número teológico que en el Antiguo Testamento se refiere a Israel, pero que a partir de Cristo simboliza a toda la humanidad, esta feliz coincidencia numérica nos dice que los mexicanos somos el Pueblo que la Virgen Madre de Dios eligió para traer a su divino Hijo y para quedarse con nosotros en su sagrada imagen.







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