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Ver y Creer: “Bienaventurados los que trabajan por la paz”

Mon, 24 Dec 2012 18:02:00
 

Presento un resumen del mensaje de Benedicto XVI con ocasión de la Jornada Mundial de la Paz, de 2013:

"1) Cada nuevo año trae la esperanza de un mundo mejor. Pido a Dios que nos conceda la concordia y la paz, para cumplir las aspiraciones de una vida próspera y feliz para todos.

Este tiempo, caracterizado por la globalización, con sus aspectos positivos y negativos, así como por sangrientos conflictos, y por amenazas de guerra, reclama un compromiso en la búsqueda del bien común, del desarrollo de todos los hombres y de todo el hombre.

Causan alarma los focos de tensión provocados por la creciente desigualdad entre ricos y pobres, por el predominio de una mentalidad egoísta e individualista, que se expresa también en un capitalismo financiero no regulado.

2) La bienaventuranza evangélica. Las bienaventuranzas proclamadas por Jesús son promesas. Jesucristo nos da la verdadera paz que nace del encuentro confiado del hombre con Dios. La bienaventuranza de Jesús dice que la paz es al mismo tiempo un don mesiánico y una obra humana.

Una condición para la paz es el desmantelamiento de la dictadura del relativismo moral y de una moral que cierra las puertas al reconocimiento de la ley moral natural inscrita por Dios.

3) La paz, don de Dios y obra del hombre. La paz concierne a la persona humana e implica la participación de todo el hombre. Se trata de paz con Dios viviendo según su voluntad. Paz interior con uno mismo, y paz exterior con el prójimo y con toda la creación.

Es indispensable cuidar el diálogo constante con Dios. Así podrá el hombre vencer ese germen de oscuridad y de negación de la paz que es el pecado en todas sus formas: el egoísmo y la violencia, la codicia y el deseo de poder y dominación, la intolerancia, el odio y las estructuras injustas.

4) Los que trabajan por la paz son quienes aman, defienden y promueven la vida en su integridad. El camino para la realización del bien común y de la paz pasa por el respeto de la vida humana desde su concepción, en su desarrollo y hasta su fin natural. La vida en plenitud es el culmen de la paz. Quien quiere la paz no puede tolerar atentados y delitos contra la vida.

La huida de las responsabilidades, que envilece a la persona humana, y mucho más la muerte de un ser inerme e inocente, nunca podrán traer felicidad o paz.

Cada agresión a la vida, especialmente en su origen, provoca daños irreparables al desarrollo, a la paz, al ambiente.

Entre los derechos humanos fundamentales, para la vida pacífica, está el de la libertad religiosa.

5) Construir el bien de la paz mediante un nuevo modelo de desarrollo y de economía. Es necesario un nuevo modelo de desarrollo, así como una nueva visión de la economía. Tanto el desarrollo, como el bien común, exigen una correcta escala de valores y bienes, que se pueden estructurar teniendo a Dios como referencia.

En el ámbito económico, se necesitan políticas de desarrollo industrial y agrícola que se preocupen del progreso social y la universalización de un estado de derecho democrático.

La solicitud de los que trabajan por la paz se debe dirigir a atender la crisis alimentaria, más grave que la financiera.

6) La educación a una cultura de la paz: el papel de la familia y de las instituciones. Todos los que trabajan por la paz están llamados a cultivar la pasión por el bien común de la familia y la justicia social.

La Iglesia se siente partícipe a través de la nueva evangelización, que tiene como pilares la conversión a la verdad y al amor de Cristo y, consecuentemente, un nuevo nacimiento espiritual y moral de las personas y las sociedades.

A las instituciones culturales, escolares y universitarias se les pide una contribución no sólo en la formación de líderes, sino también en la renovación de las instituciones públicas.

El mundo político necesita del soporte de un pensamiento nuevo para armonizar las múltiples tendencias políticas al bien común.

7) Una pedagogía del que trabaja por la paz. Pensamientos, palabras y gestos de paz crean una mentalidad y una cultura de la paz, una atmósfera de respeto, honestidad y cordialidad. Es fundamental el convencimiento de que los errores y las ofensas puedan ser reconocidos para avanzar juntos hacia la reconciliación. Esto supone la difusión de una pedagogía del perdón.

Con esta invocación, pido que todos sean verdaderos trabajadores y constructores de paz, de modo que la ciudad del hombre crezca en fraterna concordia, en prosperidad y paz".







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