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Ver y Creer: “Juramento en el Cónclave”

Thu, 14 Mar 2013 08:03:00
 

En este extraño tiempo en el que prácticamente nadie se compromete a nada, cuando para casi nadie significa ya nada empeñar su palabra, cuando se jura en el nombre de Dios por cualquier banalidad fortuita, escuchar prestar juramento a 115 hombres de fe, significa haber sido testigos de que en el mundo todavía hay honestidad y empeño en lo que se dice, por quien se dice y para lo que se dice.

El martes 12 de marzo, estos 115 hombres, los cardenales electores del inmediato sucesor de Benedicto XVI, ingresaron a la Capilla Paolina a las 16:15 horas. Tras una breve oración, cantando las Letanías de los Santos y precedidos por la Cruz Alta, se dirigieron en procesión solemne, cruzando la Sala Regia del palacio apostólico del Vaticano, hacia la Capilla Sixtina.

Cada uno de los cardenales ocupó su sitio mientras entonaban el himno "Veni Creator" para invocar así la acción del Espíritu Santo, el espíritu de Dios. Terminado el canto, el cardenal Giovanni Battista Re, en su calidad de Decano de los cardenales electores, pronunció la fórmula, en latín, del juramento:

"Todos y cada uno de nosotros, cardenales electores presentes en esta elección del Sumo Pontífice, prometemos, nos obligamos y juramos observar fiel y escrupulosamente todas las prescripciones contenidas en la Constitución Apostólica del Sumo Pontífice Juan Pablo II, Universi Dominici Gregis, emanada el 22 de febrero de 1996. Igualmente, prometemos, nos obligamos y juramos que quienquiera de nosotros que, por disposición divina, sea elegido Romano Pontífice, se comprometerá a desempeñar fielmente el munus petrinum -ministerio petrino- de Pastor de la Iglesia universal y no dejará de afirmar y defender denodadamente los derechos espirituales y temporales, así como la libertad de la Santa Sede. Sobre todo, prometemos y juramos observar con la máxima fidelidad y con todos, tanto clérigos como laicos, el secreto sobre todo lo relacionado de algún modo con la elección del Romano Pontífice y sobre lo que ocurre en el lugar de la elección concerniente directa o indirectamente al escrutinio; no violar de ningún modo este secreto, tanto durante como después de la elección del nuevo Pontífice, a menos que sea dada autorización explícita por el mismo Pontífice; no apoyar o favorecer ninguna interferencia, oposición o cualquier otra forma de intervención con la cual autoridades seculares de cualquier orden o grado, o cualquier grupo de personas o individuos quisieran inmiscuirse en la elección del Romano Pontífice".

Después, de manera personal, cada uno de los cardenales electores juró, siempre en latín, poniendo la mano sobre el Evangelio colocado en un atril al centro de la Capilla Sixtina: "Y yo, Cardenal (el nombre propio) prometo, me obligo y juro", para luego agregar: "Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano".

Toda vez que el último de los cardenales prestó juramento, el Maestro de celebraciones litúrgicas, monseñor Guido Marini, pronunció la formula tradicional Extra omnes -Todos fuera- para que quienes no participan en el Cónclave abandonaran la Capilla Sixtina, cuyas puertas se cerraron en punto de las 17:35 horas.

Mientras tanto, dentro de la Sixtina, y todavía en presencia del Maestro de celebraciones, el cardenal Prosper Grech pronunció una meditación a los cardenales sobre el grave deber que tienen ante sí mismos de elegir al Papa, moviéndose con rectitud de intención, buscando solo cumplir la voluntad de Dios, y mirando únicamente al bien de toda la Iglesia. Luego de esta exhortación, el cardenal Re propuso que se procediera al primer escrutinio del Cónclave.

Dos horas después, a las 7:42 de la noche, la chimenea más famosa del mundo, instalada sobre el techo de dos aguas de la Capilla Sixtina, emitió una fumarola de intenso color negro para indicar que ninguno de los cardenales había reunido más de 77 votos -las dos terceras partes- en su favor.

Así concluía el primer día del segundo cónclave del siglo XXI. Y así puede iniciar también, para todos quienes hemos sido testigos de este juramento y compromiso, la posibilidad de traer estas formas de ser a nuestras vidas para volver a ser hombres de fe, a carta cabal, capaces de empeñar su palabra y cumplir los compromisos que en nuestro paso por el mundo, nos salen al encuentro.

Esos cardenales han hecho su tarea, la que les corresponde como tales, pero podemos tomar de ellos sus palabras "Prometo, me obligo y juro" para instalarlas en nuestro interior y sacarlas en cualquier momento en el que debamos dar razón de nosotros mismos, con la certeza de que, como a ellos, también a nosotros "así Dios me ayudará y estos Santos Evangelios que toco con mi mano".







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