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Ver y Creer: “La Piedad”

Sat, 22 Jun 2013 12:48:00
 

Yo era niño cuando escuché a mi papá dar la noticia, alarmado y devastado: La más famosa escultura del mundo -la Piedad- de Miguel Ángel, había sido atacada a martillazos por un desquiciado mental.

En efecto, el 21 de mayo de 1972 la Piedad, expuesta en la basílica de San Pedro del Vaticano, fue atacada por un turista que consiguió eludir a los vigilantes. Se trataba del geólogo australiano de origen húngaro Laszlo Toth, que padecía de graves trastornos mentales, quien se lanzó contra la Piedad al tiempo que gritaba "Soy Jesucristo resucitado de entre los muertos" para luego golpearla quince veces dañando el rostro de la Virgen María, el brazo izquierdo, el codo, el dedo pulgar de la mano izquierda y muchas otras partes de la obra, de la que se desprendieron 50 fragmentos.

Cuando ocurrió el atentado, el papa Pablo VI ocupaba la Sede de Pedro y comparó a La Piedad destrozada con la imagen de una Iglesia en lágrimas que era agredida por el mal.

Toda vez que he visto La Piedad me he hundido en una especie de éxtasis contemplativo, a pesar de los continuos flashes de las cámaras de fotos de los visitantes de la basílica de san Pedro, y siempre me ha parecido estar frente a una especie de milagro que muestra la manera en la que una piedra, en principio sin forma alguna, pudo llegar a retratar la perfección con la que la naturaleza forma en nosotros los huesos, la carne, los músculos, las venas… Esta perfección que alcanzó la obra de Miguel Ángel hizo todavía más doloroso el acto vandálico de la que fue víctima la Madre que estrecha con amor a su Hijo, muerto por la salvación del hombre.

Miguel Ángel Buonarotti tenía 24 años de edad cuando esculpió La Piedad entre 1498 y 1499, a pedido del cardenal Jean Bilhères de Lagraulas o de Villiers, embajador del rey de Francia ante la Santa Sede, en un precio de 450 ducados de oro y en un tiempo de entrega no mayor a un año.

Miguel Ángel firmó ésta su primera obra maestra sobre la cinta que sostiene el manto de la Virgen, con la frase: "MICHEL A(N) GELUS BONAROTUS FLORENT(INUS FACIEBAT.", como narra la voz popular que, finalizada la obra, él mismo quiso conocer la opinión de quienes la contemplaban, por lo que se mezcló entre los curiosos que merodeaban por la basílica de San Pedro y escuchó decir: "Sin duda esta magnifica obra no tiene más autor que el milanés Gobbo". Su enojo y celo fueron tales, que por la noche y a la luz de las velas esculpió en el pecho de la Virgen lo que en español significa: "Miguel Ángel Buonarotti, el florentino, la hizo".

La Piedad fue restaurada del atentado entre 1972 y 1973 en una compleja y delicada tarea de reparación en los laboratorios de los Museos Vaticanos, bajo la responsabilidad de su entonces director, el brasileño Deoclecio Redig de Campos. Gracias a una reproducción de la obra, a la existencia de numerosos calcos y reutilizando, en la medida de lo posible, los fragmentos originales junto con una mezcla de pegamentos y polvo de mármol, fue posible reintegrar la obra con fidelidad. Al término de la restauración, La Piedad volvió a su sitio original, en la primera capilla a la derecha de la basílica de san Pedro, ahora detrás de un grueso cristal, donde es fotografiada por millones de visitantes que admiran la dulzura y serenidad del rostro de la Virgen María mientras sostiene sobre sus rodillas y entre sus brazos el cuerpo muerto de su hermoso y divino hijo.

La única ocasión en la que La Piedad salió del Vaticano fue en 1964 cuando estuvo en la Feria Mundial de Nueva York, para ser admirada por 21 millones de espectadores y donde el fotógrafo Robert Hupka la inmortalizó en su famoso libro titulado "Un acto de amor".

Otra maravillosa escultura de Miguel Ángel, el David, que se encuentra en la Academia de Florencia, también fue agredida a martillazos, en 1991, por un demente que rompió los dedos del pie izquierdo. Su restauración corrió a cargo del Laboratorio de las Piedras Duras, de Florencia.

De esta historia, es muy triste es ver cómo quedó el rostro de la Virgen en 1972, tan golpeado… con la nariz rota… y al mirarla, pienso que su corazón ha de estar también muy agredido, muy roto por quienes no la quieren, por los que la desdeñan… pero siempre que veo su hermoso rostro restaurado, pienso que los que la amamos restauramos también su corazón con nuestro amor y fidelidad.







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