FAMILIA

El antropólogo Herbert Spencer hizo la siguiente definición:”La familia es una sociedad simple apoyada de manera muy inmediata en ciertos instintos primordiales y nace espontáneamente del mero desarrollo de la vida.” Es una definición simple quizá pero muy fácil de entender si se aplica el sentido común. Así como es lógico decir que el sexo es un instinto que produce una institución que es la familia y, antes, se ha producido el encuentro de un hombre con una mujer que se deciden, al pasar el tiempo, a realizar un compromiso que les une para llevar a cabo un proyecto común. Actualmente se identifica el matrimonio, por parte de muchos, con una formalidad legal, con una firma y, así conseguir una “honorabilidad social”. Los autores de “Fundamentos de Antropología”, Yepes y Aranguren, hacen ver que el matrimonio legal puede convertirse en una simple formalidad, relativizando su valor cada vez más. Afirman: “El matrimonio natural es un compromiso voluntario y libre de los contrayentes, mediante el cuál deciden quererse y entregarse el uno al otro en lo conyugal, uno con una y para siempre.”

El compromiso es un signo de libertad, se adquiere porque dos seres humanos quieren hacerlo, porque se consideran dueños de sí mismos y quieren comprometerse y disponer del propio futuro. Ya se sabe que bastantes matrimonios que se celebran actualmente no tienen una clara idea de lo que hacen, carecen de información y de formación adecuadas. Pero el compromiso matrimonial es lo que es, a pesar de la deformación existente. P.J. Viladrich, en “Agonía del matrimonio legal”, dice lo siguiente: “Quien no se concibe libre hasta el punto de poder comprometerse, quien no se siente tan dueño de sí como para decidir darse porque le da la gana, en el fondo no es del todo libre, está encadenado a lo pasajero, a lo trivial, al mero presente.” Es bien sabido que la libertad de un ser humano se mide por la calidad de sus vínculos. La lógica del matrimonio legítimamente contraído, con el compromiso de fidelidad entre ambos contrayentes, queda todavía más patente si se considera que generan nuevos seres humanos que formarán la familia y ésta, por lógica, requiere una continuidad en el tiempo, una estabilidad.

Sin su familia, el ser humano no puede vivir, es imposible que un bebé viva por sí mismo ya que nace indefenso. Llevarlo a un orfanato no es una meta para nadie ya que experimentará carencias afectivas, carencia de valores familiares, se encontrará perdido si no es siquiera acogido por una familia aunque no sea la suya natural. En resumen, parece bastante claro que la influencia familiar es muy importante para cada uno de nosotros y que la estabilidad de una familia es decisiva. Los lazos de sangre producen un afecto que va aumentando con el paso del tiempo. El amor familiar lleva a aceptar a cada miembro como es, no porque tenga unas determinadas cualidades sino porque es hijo, padre, hermano, etc. Resulta asombroso que algunas teorías actuales pongan en cuestión la familia y quieran prescindir de ella. La propia naturaleza indica que el nacimiento de los hijos exige que la familia no sea disuelta ya que, de otro modo, se daría un grupo episódico nacido de un acuerdo temporal. Las relaciones familiares, si son normales, se prolongan en el tiempo aunque los promotores de las parejas ocasionales opinen lo contrario. Pero a todo el mundo le gusta conocer sus raíces y contar con su familia a lo largo de su vida, no ser como versos sueltos, carentes de vínculos.

Anteriormente, exponía que el sexo es un instinto que produce una institución que es la familia. Lo que sucede ahora es que el sexo se ha trivializado y, simultáneamente, se ha convertido en algo tan necesario que ha terminado siendo una obsesión. Y esto sucede porque se ha sacado de su contexto. Hay inflación de sexo y su valor ha disminuido ya que se puede comprar por poco dinero. Por otra parte, hoy, mostrar el cuerpo desnudo ha llegado a no ser más importante que rascarse la nariz. Al perder el sentido de la intimidad, la moda ha impuesto la exhibición de toda la anatomía corporal y esto no es más relevante que tomarse un aperitivo. La cultura del sexo seguro ha llevado a considerar que el nacimiento de un hijo puede llegar a ser un problema y, por ello, se le suprime. El aborto es una de las consecuencias más negativas de este enfoque superficial y degradado de la vida humana.

En nuestra estructura de bienestar social se dan rasgos claramente antifamiliares. La protección familiar ha avanzado algo pero no soluciona a las familias la atención debida a los hijos menores y a los discapacitados. ¿Y qué decir de la ayuda a la mujer que ha quedado sola para hacer frente a un hijo que viene de camino? No obstante, la familia, a pesar de la crisis por la que pasa, seguirá siendo una institución básica de cualquier sociedad ya que, sin ella, la vida humana puede llegar a ser insoportable. Como dicen Yepes y Aranguren: “Es una crisis que las próximas generaciones resolverán mucho mejor que nosotros porque ellas habrán pagado las consecuencias. Lo ideal sería, desde luego, ahorrarles esa terrible experiencia.” Confiemos en que las aguas volverán a su cauce.