El Padre Sebastián José Ruiz Muñoz es el Guardián del Monasterio de Guadalupe, foco central durante estos días en Extremadura. Iglesia en camino ha hablado con él esta semana.
¿Qué importancia espiritual tiene Guadalupe en Extremadura y fuera de nuestra región?
Habría que vivir aquí para darse cuenta de que Guadalupe sigue siendo un faro importantísimo de fe, de encuentro, de recapacitar sobre la vida, de buscar horizontes nuevos, de buscar sosiego y paz en estos tiempos complicados que tenemos. Todos los días llega alguien a venerar a la Virgen; en algunas tem- poradas son miles de perso- nas congregadas en torno a la Virgen.
¿Cuántos peregrinos lle- gan estos días al monasterio y de donde proceden?
Hemos estado todo el mes de agosto recibiendo muchos peregrinos, cuando digo peregrinos, digo a pie porque en coche llegan infinidad to- dos los días. En la misa de 12, que es la misa del peregrino, se llena la basílica todos los días durante el mes de agosto. Pero me emociona más ver cómo aquellos que vienen andando, y algunos desde bastante lejos, llegan con ese deseo. Cuando abrimos la basílica a las 9 de la mañana o las 8,30 y los encuentras en la puerta, ya están nerviosos porque vienen a cumplir un objetivo, que es encontrarse con la Virgen de Guadalupe. Han sido muchos cientos los que han pasado cada día durante el mes de agosto, y ahora, durante los días de la novena, muchísimos más lógicamente.
Guadalupe no es solamente Extremadura, tiene una importancia enorme en Ciudad Real, en Córdoba, en Toledo, en Madrid, llega gente de todos sitios y te emociona ver cómo este monasterio, la imagen de la Virgen, la Vigen, convoca a tanta gente de tantos lugares y con distintas maneras de vivir.
Este año vuelven a darse medallas de Extremadura a una institución religiosa, concretamente a Hermanas Servidoras de Jesús del Cottolengo del Padre Alegre en La Fragosa (Nuño- moral, Hurdes). Se suman a otras como el propio Monasterio y algunos de sus frailes, el Instituto secular Hogar de Nazaret, las hijas de la caridad, Monseñor Antonio Montero... ¿Cree que esto viene a certificar la la- bor que realiza la Iglesia en nuestra región?
Por supuesto. La Iglesia en general cometemos errores, sin duda de ninguna clase, y pedimos disculpas por ello, pero la Iglesia siempre mantiene en pie unas actitudes de servicio que son encomiables. Entonces que esta medalla se la den a estas hermanas, con la labor que llevan haciendo durante 60 años en el Cottolengo de las Hurdes, tratando a personas totalmente deshechas y desestructuradas de la sociedad, atendiéndolas con el cariño y el mimo que lo hacen son merecedoras de la gloria, no de la Medalla de Extremadura. El que se reconozcan estas labores por un lado es de agradecer a los gobiernos de Extremadura, a los anteriores y al actual, pero también es un acto de justicia. No tengo absolutamente nada contra ninguno de los que le hayan dado la medalla, pero cuando se la dan a una insti- tución de la Iglesia me alegra enormemente, porque, entre otras cosas, creo que ninguno de los que han pasado son inmerecedores de ello, pero especialísimamente este año.
La Iglesia sigue siendo una luz, muchas veces vacilante, pero una luz que tiene mucho que aportar a la sociedad.
Circunscripción eclesiástica
La pregunta del millón que le harán en todas las entrevistas: la circunscripción eclesiástica de Guadalupe, suponemos que se lo habrán preguntado muchas veces estos días.
Sí, yo solamente puedo contestar una cosa. La Iglesia decide y los obispos, el Vaticano en este caso, son los que tienen que definirse algún día. Yo no entiendo mucho, no sé si estará maduro, más maduro o menos maduro... Yo me alegraré el día en que Guadalupe pertenezca a las diócesis extremeñas, pero de momento tengo claro cual es mi adscripción y quien es mi obispo: mi obispo es don Braulio y además es una persona muy pendiente siempre de Guadalupe.
Y mientras tanto a trabajar por la evangelización...
¡Claro! Eso es lo que nos importa, a nosotros nos importa ser testigos del Evangelio, darle importancia a la Virgen como esa mujer de fe que fue capaz de arrastrar en los momentos difíciles a la comunidad cristiana, de vivir con esperanza el futuro, de entre- garse plenamente a la causa de su Hijo, de vivir el Evangelio, de decir un sí rotundo, eso es lo que tenemos que buscar en Guadalupe; diferencias ha de haber siempre, pero los franciscanos no estamos para sembrar la discordia sino todo lo contrario.
