Con el aborto, el Gobierno lanza a la sociedad un mensaje: frente a la crisis, sexo libre sin responsabilidad alguna porque los bebés en gestación no son seres humanos

CAMINEO.INFO.- La tupida venda de su ideología laicista, impide ver al Gobierno la realidad de una sublevación cívica en defensa del derecho a la vida como primer derecho humano, que esta tarde a las cinco se materializará en una manifestación llamada a hacer historia. Ayer, la vicepresidenta Maria Teresa Fernández de la Vega, volvía a insistir al término del Consejo de Ministros en que ella respetaba a quienes acudan a esta concentración pero que eso no cambia en nada el proyecto de ley de aborto libre que, a su entender, ha obtenido el aval unánime del Consejo de Estado, sin que le valgan de nada las evidencias científicas, jurídicas y morales expuestas a lo largo de los últimos meses en diversos manifiestos.

El Gobierno, en definitiva, insiste en su falsedad inicial: que la reforma de la ley vigente pretende dar mayor seguridad jurídica a las mujeres y a los profesionales, sin que se le haya pasado siquiera por la imaginación que esa seguridad, en todo caso, estaba ya garantizada con solo exigir la aplicación estricta de la ley aprobada en 1985. La triste realidad es que el coladero en que se había convertido la ley actual por la permisividad de las autoridades sanitarias ante los abusos que se venían cometiendo, ha servido de pretexto al Gobierno no solo para legalizar esos abusos sino para dar todavía un paso más hacia la perversidad: convertirlos en un derecho de la mujer. Así, a partir del momento en que se apruebe la reforma, toda mujer embarazada que lo desee y sin necesidad de alegar argumento alguno, podrá abortar libremente durante las primeras 14 semanas de embarazo, en la “seguridad” jurídica de que no tendrá quedar explicaciones.

Conviene recordar a este propósito que el propio enunciado de la reforma de la ley, que se refiere a la “interrupción voluntaria del embarazo”, supone otra falsedad semántica más, ya que no hay “interrupción” alguna sino la “finalización” de un proceso de gestación: al feto no se le “interrumpe” la vida para reanudarla después sino que le quita la vida violentamente: después de muerto no puede volver a vivir. Algunos dirigentes de la izquierda abortista se han rasgado estos días las vestiduras por considerar “muy fuerte” que a esto se le considere un “asesinato”. Todavía no quieren darse cuenta de que la vida, en el momento que comienza, es una secuencia de algo que continúa en el tiempo hasta la muerte.

Pero todos los argumentos expuestos tanto por científicos como por juristas de renombrado prestigio, no van a servir de nada, como tampoco servirá el clamor que esta tarde se alzará en Madrid a favor de la mujer y la maternidad: el Gobierno se ha empeñado en llevar adelante su perversidad disfrazándola de progreso social y de garantía de la mujer, con olvido de su obligación primaria de garantizar la protección de la vida del no nacido. Y no deja de resultar llamativo que ahora este Gobierno se aferre a ese clavo ardiendo de un dictamen del Consejo de Estado cuando ya había anunciado que ningún informe de ningún órgano consultivo podría variar la determinación de llevar a cabo su proyecto.

Antes que el Consejo de Estado, el Consejo Fiscal ya había rechazado la pretensión de considerar como un “derecho” el aborto mientras que el Consejo General del Poder Judicial no pudo llegar a un acuerdo por el enfrentamiento ideológico de sus miembros. Lo que queda así acreditado es que la reforma de la ley del aborto no obedece a ninguna demanda social sino a un capricho meramente ideológico basado en un argumento no confesado pero evidente: convertir el aborto en el recurso último para que las relaciones sexuales queden desprovistas de toda responsabilidad social, moral y ética.

Así, a la píldora anticonceptiva, al preservativo, a los espermicidas y a la llamada “píldora del día después”, se unirá ahora el aborto libre para “liberar” al hombre y la mujer de las consecuencias del uso del sexo, convertido de esta manera en mero un “divertimento” social, exento de toda responsabilidad. Cabe preguntarse a este respecto si toda la perversidad de la reforma de la ley reside, en el fondo, en el deseo del Gobierno de dar carta de naturaleza al “sexo libre” (eso del “amor libre” es otra falsedad) como vía de escape de la función crítica que toda sociedad sana debe adoptar frente a las leyes injustas o los errores del ejecutivo.

El mensaje que lanza el Gobierno de Zapatero, que en su programa electoral no había incluido el aborto libre, es simple: frente a la crisis, sexo; frente al paro, sexo; frente a las angustias de los impagos, sexo... El sexo es la gran cortina de humo para tapar las críticas, lo mismo que el “caso Gurtel” se ha convertido ya en la gran coartada del Gobierno para no responder siquiera a las demandas de información de la oposición. Lo lamentable es que se esté jugando con la vida de decenas de millares de seres humanos que no verán la luz para satisfacer no ya la libido irresponsable de las parejas, sino la ambición del Gobierno de dominar a una sociedad corrompida por el sexo...