Nuestra colaboradora Magdalena del Amo, escritora y periodista, acaba de publicar uno de esos libros llamados a despertar la conciencia de la sociedad sobre una de sus más peligrosas enfermedades: la paulatina degradación de la dignidad humana cuya consecuencia directa es la aceptación social del aborto, la eugenesia y la eutanasia como algo natural. En “La dignidad de la vida humana”, editado por “Regla de Oro”, nuestra compañera aborda desde una perspectiva periodística que facilita su lectura, todo un análisis político y social sobre lo que supone la esencia de nuestra naturaleza trascendente. Especializada en el estudio de los fenómenos sociales más en boga en nuestro tiempo, como la “new age” o la ideología de género sobre los que ha escrito numerosos ensayos y análisis en diversos medios de comunicación, Magdalena del Amo asegura en la entrevista concedida a “Análisis Digital” que las modernas democracias, lejos de proteger sus solemnes proclamas sobre la primacía de los derechos humanos como fundamento de la convivencia, no respetan la dignidad humana. Y peor aún: asegura que estamos volviendo a la barbarie del paganismo en la medida que se descristianiza la sociedad con el apoyo de los Estados modernos.
-¿Cómo defines en tu libro la dignidad humana y cuál es su dimensión social, política y cultural?
-La vida humana tenía muy poco valor en la antigüedad, sobre todo la de los pobres, la de los niños y la de los ancianos. El valor de la vida era considerado solo en un sentido utilitarista. Las tribus bárbaras practicaban el canibalismo, los sacrificios humanos y el infanticidio; pero civilizaciones como la griega o la romana, cunas de nuestra civilización, tampoco tenían un concepto de dignidad de la vida per se, en toda su extensión. Fue con la llegada del cristianismo cuando se erradicaron esas prácticas y se le “recordó” al hombre que su vida es digna, porque es un don de Dios. Y si hacemos un análisis objetivo y sin prejuicios, vemos que el cristianismo hizo iguales a los hombres y reconoció los valores interiores que los dotan de grandeza. La ley universal del amor y de la caridad ha hecho de todo ser humano nuestro prójimo y sobre ella se apoyan desde entonces las relaciones sociales del mundo cristiano. Está claro que las modernas democracias tienen su origen en el cristianismo. Y si el cristianismo acabó con la barbarie, al descristianizar la sociedad, la barbarie regresa con todas sus acciones. Y eso lo estamos viendo en nuestros días.
-¿Hasta qué punto es respetada en nuestro sistema democrático?
-Aparentemente todo está mejor, y de hecho así es. Ha habido avances importantes que nos permiten una mayor calidad de vida. Pero somos víctimas de ideologías que de manera sutil y silenciosa se están instalando en la sociedad con la complicidad de los Estados y de las leyes. Es una jugada maestra, tal y como está planificada la instauración de la “religión laicista”, un sistema cuasi religioso, con ritos y dogmas. La respuesta a su pregunta es NO, no es respetada la dignidad de la vida humana en nuestros sistemas democráticos.
-¿Cómo ha sido posible esta evolución hacia atrás, hacia la barbarie…?
- Por la corrupción moral de la sociedad en las altas esferas de la medicina, la política y la judicatura. Esta corrupción está rebajando las barreras de la dignidad humana hasta el punto de que se admita matar sin escrúpulos de conciencia, como muy bien sostienen los médicos centinelas del derecho a la vida sin excepciones. En el libro hablo del periodo nazi, como ejemplo de lo que no debe volver a suceder… y, sin embargo sucede. Sé que es fuerte decirlo, y que no es políticamente correcto recordarlo, pero algunas prácticas se aplican ya, de facto. ¿Qué es si no el protocolo del cribado prenatal, en virtud del cual se elimina a los bebés en gestación con malformaciones? En cuanto a la eutanasia, ¿no eliminaban los nazis a los viejos porque consideraban que sus vidas no tenían valor? Esto está ocurriendo en nuestras democracias actuales, por mucho que sus promotores disfracen la cruda realidad con eufemismos, con el fin de dotar al hecho de matar de un barniz de falsa misericordia. Las leyes de muerte digna actuales son puertas traseras a la eutanasia. En cuanto a los derechos humanos, tras la Declaración Universal de 1948, habría mucho que decir. Se han sacralizado derechos que no son tales para satisfacer determinados planes imperialistas de control de la población, mientras, gracias a la ONU se ha suprimido el derecho a la vida. De todo ello hablo en el libro.
-¿Qué te ha parecido a este propósito, la denuncia que ha hecho el Papa el 1º de mayo de la concepción economicista de la sociedad que degrada la dignidad del trabajo y del trabajador?
-Considero que es muy oportuno este “recuerdo”. Digo “recuerdo” porque aunque pueda parecer nuevo, los papas de los últimos dos siglos han hablado de los pobres, de los jóvenes, de la dignidad en el trabajo, incluido el de los menores… No hay un solo tema sobre el que la Iglesia no se haya posicionado a través de encíclicas y otros documentos. La Rerum Novarum, de León XIII que trata de manera explícita de los derechos y deberes de trabajadores y empresarios, o la Populorum Progressio de Pablo VI, sobre el desarrollo de los pueblos –por citar solo dos—, son autenticas joyas, cuya lectura debería ser obligatoria para los hombres de Estado. Es una pena que por parte de la Iglesia, incluidos los laicos, no se haga más pedagogía y se incida más en la parte social de estas encíclicas. Eso evitaría muchos errores. Fíjese que en estos documentos se condena el capitalismo salvaje, causa de la miseria del Tercer Mundo y de la actual crisis económico-financiera que ha empobrecido a millones de seres humanos de los países ricos. No se está dirigiendo la globalización desde una perspectiva moral, que es lo que confiere dignidad a los seres humanos. Por eso nos hemos convertido en esclavos dentro de un sistema totalitariamente economicista. Hay que leer las encíclicas. Las de los últimos Papas son los documentos más progresistas que conozco. No sé si le he contestado.
-¿No crees que además del laicismo “progresista” que denuncias con tintas tan fuertes en tu libro tienen una parte de responsabilidad en la degradación de la dignidad humana esas prácticas de “liberalismo salvaje” que subyacen en la denuncia por el Papa?
-Creo que va todo a la par. Al principio aludía a la descristianización como causa de la aceptación de nuevas corrientes destructivas que van tomando carta de naturaleza en nuestra sociedad. Pero la tibieza de los “buenos” también está abriendo brechas cada vez más hondas. Por otro lado, vivimos adorando al becerro de oro y eso nos aparta de nuestras obligaciones dignas, que a su vez nos marcan la senda del bien. En cuanto al “liberalismo salvaje”, para algunos liberales es una contradictio in terminis y hacen la distinción entre el liberalismo que tiene su origen en las tesis económico-morales de la Escuela de Salamanca, que propone el libre mercado, pero desde una perspectiva moral, que ayuda a los de abajo a subir peldaños, en contraposición al capitalismo salvaje que sí se encaballa en los débiles y los explota. Si separas a Cristo de la vida, si prescindes de las virtudes implícitas en su mensaje, cualquier mal es posible. Así es ahora. Y así nos luce el pelo.
-Tu libro va más allá de un ensayo, y denuncia con vigor la paulatina degradación de la dignidad humana. ¿Crees que la sociedad despertará algún día de la deriva suicida a la que la está llevando la pérdida del sentido de la vida?
-Ese es mi deseo, pero la esperanza no siempre se basa en razones objetivas. En el caso de la defensa de la dignidad de la vida existen hoy dos corrientes muy definidas: La defensa a ultranza desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, sin excepciones, y la mentalidad relativista que elimina todo aquello que no es rentable. Ocurre además que las estrategias de manipulación del leguaje y de las emociones han conseguido deformar las conciencias hasta hacernos perder el discernimiento y confundirnos. Una de estas estrategias es utilizar las opiniones de celebridades y gente del famoseo para influir en la opinión pública, en general, a propósito de un caso límite como fue el de Ramón Sampedro. La película Mar adentro sobre su vida es de vergüenza; me refiero a su intencionalidad política durante el gobierno de Zapatero para justificar las sedaciones del doctor Montes y hacer ver que la eutanasia es un acto de piedad con el sufriente. Hitler había hecho lo mismo con Yo acuso, una película ideada por el Ministerio de la Guerra para promocionar su plan de eutanasia. Hoy, la eutanasia está despenalizada en muchos países, y allí donde no lo está, ante casos de suicidio asistido claro, los jueces miran para otro lado. ¿Se da cuenta de que no se investiga ningún caso? Otra de las estrategias de los vendedores de “muerte digna” es presionar a jueces y políticos para promover el debate mediático para propiciar el cambio. Por tanto, volviendo a su pregunta, yo creo que la deriva suicida continuará su rumbo. Pero todos tenemos culpa. Quizá a los defensores nos falte tesón y valentía. Quizá tenemos miedo a que se nos cierren puertas. Ir por la vida de católica, sin red, y defendiendo la vida, sin eufemismos, las cierra. ¡Que me lo pregunten a mí!
