Un 'lifting' contra viento y marea

Castro/ESPAÑA.- La iglesia castreña de Santa María afronta la principal reforma de su historia. Su privilegiada situación en lo alto del casco urbano le ha llevado durante siglos a hacer frente a infinidad de temporales que se han cobrado un alto precio, de ahí la necesidad de una urgente restauración. La obra adquiere mayor relevancia si se atiende al rigor de las revisiones del patrimonio, que ya han dejado en evidencia actuaciones de décadas atrás. Serán años de reforma integral y varios millones de euros para reparar un edifico medieval que arrastra carencias estructurales desde su origen.

La crisis ha ralentizado la obra, primero porque no permite al Gobierno cántabro acometer grandes inversiones a corto plazo; y segundo, porque nadie se atreve a decir a cuánto ascenderá la inversión mientras no se monitorice el templo y se extraigan conclusiones. Concluida la primera fase de la reconstrucción, se activarán unos sensores de movimiento que durante un año van a determinar los problemas de estabilidad de la iglesia. Por ahora, se está reparando la girola, la parte más expuesta al mar. El coste rondará el medio millón de euros. La quiebra de las dos anteriores adjudicatarias y el hallazgo de restos arqueológicos han retrasado al menos hasta marzo la finalización de la reforma.

Tejas como parche

El edificio se comenzó a levantar hace ocho siglos a instancias de Alfonso VIII y las obras no concluyeron hasta doscientos años más tarde. Las deficiencias técnicas de las intervenciones anteriores han deparado una edificación irregular y con achaques, que podrían tener graves consecuencias si no se acometen las oportunas revisiones. A finales del siglo XIX, el prestigioso arquitecto local Eladio Laredo reformó el templo instalando, entre otros elementos, una crestería que se ha revelado nociva para el edificio. Según el estudio que guía la actual remodelación, se dispuso una armadura metálica empotrada a la piedra «que lo revienta todo» y un relleno de mortero «que se cae. Te acercas y se queda pegado a la mano», aseguran los responsables del proyecto.

Para restaurar un inmueble así no basta con buena voluntad. En la fachada exterior de la girola pueden descubrirse tejas de ladrillo y cemento usados hace un siglo para tapar los orificios. Desde el estudio de arquitectos Alonso y Barrientos, explican que se trata de un cemento «perjudicial para la piedra porque la llena de sales». También se deben suprimir cresterías de poca calidad fijadas sin criterio arquitectónico en la restauración de los años ochenta, «época en que las autoridades todavía no estaban muy concienciadas con el mantenimiento de los bienes culturales». El cemento Portland, considerado ahora dañino para el patrimonio, era empleado entonces con frecuencia.

La iglesia tiene un problema añadido al estar rodeada de agua. Edificada sobre una oquedad, sufre golpes de mar «desde abajo, que maltratan sus cimientos», afirma el estudio de arquitectos. El contacto es más visible en la parte de la girola expuesta al mar «con un tono diferente a su lado opuesto». Para recuperar el matiz medieval se cubre la piedra con una pátina de cal, pero la medida acarrea complicaciones por el rápido deterioro. «En solo un mes se aprecia el cambio de tono de parte de la piedra restaurada», sostienen.

Las inversiones destinadas a la protección del patrimonio requieren el mayor grado posible de autenticidad, por lo que, según detallan desde Alonso y Barrientos, «se ha contratado un laboratorio que analiza la piedra y el mortero de la fachada para acertar en el material y el cromatismo de la restauración». Los resultados del estudio también orientan sobre la elección de la cantera idónea. El templo seguirá después expuesto a la erosión, pero se pretende que las actuaciones previstas en los próximos años no se limiten a un simple parche y tengan resultados duraderos.

Todo por hacer

El Plan Director de 2008 marca la pauta de la reforma y el estudio pormenorizado de la estructura determinará las necesidades concretas del templo. Los sensores revelarán los movimientos de una nave central que presenta deformaciones. Se trata de una obra compleja, dado el mal estado del templo, con deficiencias estructurales y un importante deterioro en sus fachadas. El desembolso de 489.500 euros destinados a la conservación de la cara externa de la girola pone de manifiesto la magnitud de las obras. Es solo una parte del exterior de la iglesia, sin impacto directo, además, en su estructura central.

La contratista que ejecuta las obras, la bilbaína Construcciones Castellano, afirma que el desarrollo de los trabajos corrobora las conclusiones a las que ha llegado el estudio de Alonso y Barrientos, «con los consiguientes matices que afloran conforme avanzan las obras». Coinciden en que el proyecto trata de ser fiel con los materiales antiguos y entre sus nueve trabajadores cuentan con dos canteros que labran la piedra 'in situ'.

El aparatoso andamiaje que envuelve la girola lleva a un grupo de turistas de visita en el templo a preguntar si se trata de una restauración agresiva. El agua que fluye por debajo del edificio se hace visible más allá de las vallas que ha colocado el Ayuntamiento, en forma de pequeños géiseres de un palmo de altura. Los encargados de la obra insisten que este tipo de tareas son gratificantes. «Te sientes realizado porque participas de algo importante y es un trabajo llamado a perdurar».