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Portada:: Reflexión en libertad:: César Valdeolmillos Alonso:: ¿Tragan? luego engañamos

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¿Tragan? luego engañamos

Sat, 03 Aug 2019 07:49:00
 

Ante la duda sobre la autoría de la frase atribuida a Cervantes “…ladran, Sancho, luego cabalgamos”, alguien trató de investigar, al más alto nivel, el verdadero origen de la misma. La única certeza a la que se llegó, es que a partir de un determinado momento de nuestro devenir, la misma se incorporó al acervo popular, en el sentido de que si alguien reprueba algo, es porque otro alguien se está moviendo —diciendo o haciendo— en la dirección contraria a la deseada por aquel que lo desaprueba.

Como resultado de la consulta, lo único que se pudo sacar en claro, es que la mencionada frase, nada tiene que ver con la obra de Cervantes, ni siquiera con la de aquellos que sobre la misma algo han escrito.

Respuestas hubo de las más variadas y pintorescas. Desde la que dio Lázaro Carreter, director que fue de la Real Academia Española, manifestando:

  «Ni es de Cervantes ni de ningún escritor de su época pues la pronunció en el Parlamento don Manuel Azaña... entró en el torrente de la lengua culta antes de la Guerra Civil».

…hasta la de unos aficionados taurinos que la convirtieron en

   «tragan, luego engañamos».

Más tarde, en tiempos de Zapatero, unos correligionarios sentenciaron

  «ladran, luego Zapatero cabalga».

Y efectivamente, desde aquel fatídico 11M, que tanta sangre y dolor sembró en el pueblo español, y que no tuvo otro objetivo que el  de cambiar de signo el resultado de unas elecciones que teóricamente tenía perdidas la izquierda española, la funesta sombra de la figura de Zapatero sigue cabalgando, ahora en la persona de Pedro Sánchez.

Como en una carrera de relevos, ha cambiado el corredor, pero el testigo siendo el mismo:

  Cambio radical de nuestra sociedad mediante la aplicación inflexible de la ideología de género.

  Cambio o afirmación en las mentes menos ilustradas y adoctrinamiento desvergonzado en las de las futuras generaciones, al falsear la realidad histórica de España mediante la Ley de Memoria Histórica y otras complementarias.

 Liquidación del espíritu de la transición y con él, la invalidación de la Constitución del 78 que libremente nos dimos todos los españoles.

  Como consecuencia del cambio constitucional y respondiendo a la filosofía tradicional del socialismo español, la nueva carta magna aboliría la monarquía, convirtiendo a España en una república federal.

 El final de todo este proceso, nos conduciría a la eliminación del país más antiguo, grande —por extensión y por nobleza— y poderoso que ha conocido la historia, mediante la aplicación del falso concepto socialista de que España es una nación de naciones.

No faltará quien me acuse de alarmista, facha o fascista, pero amarga experiencia nos  muestra la historia de las tristes consecuencias a  que dio lugar la proclamación de las dos Repúblicas. En ambas alcanzamos las más altas cotas de locura e indignidad política y humana.

De la primera, Emilio Castelar, dejó registro del hecho en sus Memorias: “Tratábase de dividir en mil porciones nuestra patria, semejantes a las que siguieron a la caída del califato de Córdoba. De provincias, llegaban las ideas más extrañas y los principios más descabellados. Jaén se apercibía a una guerra con Granada.”

De los antecedentes de la segunda, y por mucho que nos la quieran presentar como un paraíso, basten estas dos perlas..

    «El PSOE viene a buscar aquí (al Parlamento), a este cuerpo de carácter eminentemente burgués, lo que de utilidad pueda hallar, pero la totalidad de su ideal no está aquí. La totalidad ha de ser obtenida de otro modo. Mi partido está en la legalidad mientras ésta le permita adquirir lo que necesita; fuera, cuando ella no le permita alcanzar sus aspiraciones. [...] Debemos, viendo la inclinación de este régimen por S.S, comprometernos para derribar ese régimen. Tal ha sido la indignación por la política del Gobierno del Sr. Maura en los elementos proletarios que nosotros hemos llegado al extremo de considerar que antes de que S.S. suba al Poder debemos ir hasta el atentado personal».

Pablo Iglesias, en el Congreso de los Diputados. Pág. 439-443 Diario de Sesiones 7-7-1910.

En un mitin en Alicante, el socialista Francisco Largo Caballero, que con apenas tres años de instrucción escolar, llegó a ser Presidente del PSOE, Secretario General de la UGT, Diputado a Cortes por Madrid y Barcelona, Ministro de la Guerra, de Trabajo y Presidente del Consejo de Ministros, el 19 de enero de 1936, proclamó:

  “Quiero decirles a las derechas que si triunfamos colaboraremos con nuestros aliados; pero si triunfan las derechas nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la guerra civil declarada. Que no digan que nosotros decimos las cosas por decirlas, que nosotros lo realizamos”

Hechos (y no pocos) podría traer aquí que avalarían el comportamiento falso y desleal que el PSOE ha tenido siempre para con España, e incluso para con sus propios aliados coyunturales. La demostración más ilustrativa la hemos tenido en el último intento de investidura, en la que se ha demostrado que no se puede engañar a todos, todo el tiempo.

Hoy hace 14 meses que Pedro Sánchez, ese personaje que se ha encargado de liquidar el PSOE constitucional, sacó de la Moncloa a Mariano Rajoy con la ayuda de todos aquellos que quieren la destrucción de España, y la falsa promesa de convocar de inmediato unas elecciones, cosa que solo hizo cuando aquellos con quienes pactó le pasaron la factura de su ayuda y se vieron engañados por el personaje, al presentar este a la Cámara unos presupuestos que no contemplaban sus exigencias.

En la actual etapa democrática, el único candidato a la presidencia del Gobierno en la historia de que ya ha cosechado dos investiduras fallidas —y no me atrevería a afirmar que no consiga batir su propio record— no tiene más que dos salidas de cara al futuro: o alcanzar un pacto y ser prisionero de todos aquellos que quieren liquidar España o convocar nuevas elecciones en el mes de noviembre, con lo que podría transcurrir otro año más de interinidad del Ejecutivo y parálisis total de la política española.

Entre tanto van a tener lugar acontecimientos de profunda trascendencia, tanto en España como en Europa, sin que nuestro país pueda participar en ellos con una postura firme y defender nuestros intereses desde una posición sólida y definida.  

Desde que Pedro Sánchez pronunciara su célebre “No es no”, ante la investidura de Mariano Rajoy en Enero del 16, además de destruir a su propio partido, con su actuación viene bloqueando las instituciones. Ya hace tres años de eso y vamos para cuatro. Toda una legislatura sin poder gobernar y resolver los problemas que aquejan a España y con lo que se nos viene encima.

Y todo para dormir en la Moncloa, tener el Falcon a su disposición y decir que él, es el Presidente del Gobierno.

No hay ser humano que no se equivoque y cometa graves errores. También los pueblos.

No podemos vivir anclados en el pasado lamiéndonos nuestras heridas.

No podemos reconciliarnos alimentando el rencor, el resentimiento y el afán de revancha.

No podemos afrontar un futuro en común, dividiendo y enfrentando a unos contra otros; alimentando y construyendo una sociedad de hijos contra padres, de hermanos contra hermanos, de mujeres contra hombres, de pobres contra ricos.

Nunca ocuparemos en el concierto internacional el lugar que por historia y por derecho nos corresponde, si no hacemos de España un país fuerte, no por las armas, sino por la preparación de nuestros jóvenes, la cultura de nuestra sociedad, la categoría de nuestros científicos, el avance de nuestros investigadores, el abandono de fanáticas banderías trasnochadas, el sentido de la dignidad, el respeto no solo a nuestros semejantes, sino lo que es más importante, a nosotros mismos.

En una palabra, abandonando la hipocresía que esconde la corrupción y abanderando la racionalidad y el sentido común.

Pero qué  lejos estamos de esos comportamientos. Lo hemos podido comprobar en el último debate de investidura en el que si algo hubo que caracterizó a todos los intervinientes, fue el recelo mutuo. Cada uno de ellos se creía el rey de la manada, y a las primeras de cambio, dispuestos estaban a lanzarse a la yugular del adversario. Ni una palabra sobre los problemas estructurales que debilitan a España y angustian al españolito que se levanta a las seis o las siete de la mañana, para con sus impuestos, pagar los privilegios de quienes nos enfrentan y dividen, nada más que para mantener sus espurios intereses.

Si ustedes pasan algún día por delante de las Cortes en Madrid, verán a unos individuos e ¿individuas?, muy trajeados ellos, muy acicaladas ellas, saliendo o entrando  a ese edificio que tiene dos leones en la puerta y que dicen que es donde reside la soberanía del pueblo.

Nunca he llegado a saber de qué soberanía, ni de qué pueblo se trata.

Si se cruza usted con ellos, seguro que se sentirá más insignificante que un gnomo, a causa de la afectación y envanecimiento que verá en su mirada. Oiga, ¡Qué aires de suficiencia y superioridad! Caminan persuadidos de que sin su existencia, España no podría subsistir.

Qué más quisiera España, y nosotros, los españoles, que cada uno se fuese a su casa o a las colas del INEM, o como se llame, a buscar algún curro, si es que sirven para algo. Porque muchos de ellos, lo único que hicieron después de fracasar en sus estudios, fue montarse en el carro de las juventudes de un partido político y aprender a trepar para alcanzar el sueño dorado de verse incluido en una lista que les permitiese mirarnos desde el pedestal de su propia altivez, de forma osada y despectiva. Algunos no son otra cosa que serviles e ignorantes profesionales del oportunismo más desvergonzado. Pero ¿Qué digo? Son nada menos que señorías. Alguno de los que hoy se muestran con tantas ínfulas, he visto hacer pasillo a la puerta del jefe, mendigando sin dignidad alguna, el puesto con el que ahora tanto se ufanan.

Indescriptible es el espectáculo de confusión que habitualmente dan los padres de la Patria durante sus intervenciones en ese gran teatro del mundo que es el hemiciclo. El individualismo sin freno, el ego envanecido, el flujo y reflujo de opiniones, desde las más sesudas a las más extravagantes, la incoherencia entre lo que hacen y proclaman, la ardorosa defensa de una idea y la contraria y la funesta e ignorante espontaneidad de tantos oradores, son capaces de enloquecer al espectador más avezado en la delirante dialéctica de quienes por sumisión al patrón han accedido al acta de diputado.

Comprendo perfectamente que Estanislao Figueras, primer presidente de la primera República Española, explotase un día exclamando:

 Señorías, ¡Estoy hasta los cojones de todos nosotros!, y en el más absoluto incógnito, tomase en la estación de Atocha un tren que le conduciría a Francia.

El comportamiento de los políticos españoles es un juego pueril, capaz de causar estupefacción  e hilaridad al mismo tiempo, si en el fondo no hubiese razones muy serias para  mover a grandísima pena.

Constituyen una especie que nunca se verá haciendo cola a las puertas de la oficina de empleo. Desde que se apuntaron al partido siendo aún menores de edad —y algunos ya peinan canas—no les ha importado dejar los escrúpulos y la vergüenza en la cuneta, para poder seguir apareciendo en los telediarios al lado del que manda en cada momento.

Una buena muestra de la irresponsabilidad con la que actúa esta caterva de inútiles paniaguados que dicen defender nuestros intereses y luego, impunemente, tiran de largo con nuestro dinero, es que después de 14 meses desde que se desalojó del Gobierno al PP, aún continuamos con las instituciones bloqueadas, inmersos en una parálisis absoluta.

El último sondeo del CIS de Tezanos, atribuye al PSOE un 41,3% de los votos, por encima del 39,5% que le adjudicó en el estudio de junio. Por detrás, a muchísima distancia, quedaría el PP (13,7%).

Si estos resultados respondiesen a la realidad política y social española, el PSOE, sumido en sus adulterinos intereses, al igual que aquellos aficionados taurinos, bien podría exclamar:

  ¿Tragan? luego engañamos.

La parte positiva del proceder de esos especímenes, que desde su pedestal nos miran con displicencia, es que nunca les podremos considerar un fracaso absoluto. Siempre podrán servir de mal ejemplo.