Portada
Vaticano
Realidades Eclesiales
Iglesia en España
Iglesia en América
Iglesia resto del mundo
Cultura
Sociedad

·Homilia Dominical
·Hablan los Obispos
·Fe y Razón
·Reflexion en libertad
·Colaboraciones



 
 

 

 

 

 
May 2024
MoTuWeThFrSaSu
    1 2 3 4 5
6 7 8 9 10 11 12
13 14 15 16 17 18 19
20 21 22 23 24 25 26
27 28 29 30 31    

   


www
Portada:: Reflexión en libertad:: Jesús Asensi Vendrell:: El ser o no ser de la Universidad

5 / 5 (2 Votos)




El ser o no ser de la Universidad

Thu, 24 May 2012 17:03:00
 

La excelencia como fin

Recortes, falta de recursos, despidos de profesores asociados, reagrupamientos, finalización de contratos sin renovación, captación, puerta a puerta, de nuevo alumnado, búsqueda de incentivos y de estudiantes allende los mares. Y todo este esfuerzo, ¿para qué? ¿Para conseguir los objetivos previstos? ¿Para conservar viva una institución, pública o privada, con más o menos tradición, y unos puestos de trabajo determinados?

Petición formal, solicitud y visto bueno, terrenos cedidos por el ayuntamiento de turno para la construcción de un nuevo campus, quejas formales de las otras universidades, privadas y públicas, captación de alumnado, búsqueda del mejor profesorado posible… Y este gran esfuerzo, ¿para qué? ¿Para conseguir qué objetivos? ¿Para expandir una determinada institución y crear nuevos puestos de trabajo? ¿Para convertir en estudiantes y profesores universitarios a personas con una formación germinal cercana a la mediocridad?

En este tiempo de crisis, no tan solo económica, ¿qué motivación mueve a los responsables y miembros de las universidades, públicas o privadas, para continuar con su tarea y atreverse a ampliar su oferta académica? ¿Qué ofrecen a un nutrido grupo de jóvenes, y no tan jóvenes, para que decidan dedicar tiempo y dinero en una formación que no les asegura, ni muchísimo menos, un puesto de trabajo a medio plazo? ¿Qué les quedará a estos estudiantes, a esos profesores y demás personal de administración y servicios, tras su paso por la Universidad? ¿Un título, unas horas de docencia y unas publicaciones más que añadir a su currículo? ¿Una formación técnica que les capacite para desempeñar un oficio cualificado o una nueva cátedra cuando la crisis nos deje como por arte de magia?

Este tiempo de crisis es tiempo de nuevos retos, tiempo de audacia, de no olvidar ni por un momento el objetivo último de tanto esfuerzo, de tanta dedicación y empeño: la búsqueda de la verdad, de la excelencia humana de todos aquellos que participan de la vida universitaria, de toda la comunidad educativa.

Sí, una excelencia que para la comunidad universitaria que se considera creyente se traduce en la búsqueda de la santidad, en el deseo de poner a Cristo, gracias a un prestigio profesional fuera de toda duda, en la cima de todas las realidades sociales. Pues ahí, en ese devolver la mirada del mundo entero a Dios, está la solución a toda crisis, incluida la económica.

El ser de las universidades privadas

Algunos jóvenes bachilleres lo tienen más que claro cuando las buenas notas no les acompañan: prefieren estudiar en una universidad pública, aunque sea lejos de casa, antes que ir a la privada. Piensan, y ahí están las listas de admitidos, que los mejores expedientes eligen siempre lo público y que el resto, los que aprobaron por los pelos o en septiembre, se rascarán el bolsillo para seguir calentando otra silla y presumir, al cabo de algunos años más, de un título universitario en su currículo, que el nivel académico en las privadas estará por los suelos y las salidas profesionales anuladas por principio.

Pero intentemos llegar al quid de la cuestión. ¿Es verdad que los mejores estudiantes eligen siempre como primera opción la universidad pública? Y si esto es cierto, ¿qué razón de peso les mueve a ello? ¿Sólo la económica, el evitar pagar una mensualidad de cientos de Euros durante los cursos que dure la carrera? ¿O será por el prestigio de sus profesores, por las instalaciones de sus campus, por sus planes de estudio y sus prácticas en el extranjero o por una enseñanza personalizada? ¿De qué depende, en el fondo, la verdadera reputación de una universidad pública y su atractivo para la gran mayoría de jóvenes españoles? Aunque fuera de nuestras fronteras, como pasa en los Estados Unidos de Norteamérica, la pregunta sería a la inversa.

Pero bien, si seguimos el hilo de la argumentación anterior, llegaremos a la conclusión de que las universidades privadas españolas existirían para acoger en sus aulas a todos aquellos que se quedaron a medio camino de la excelencia, a todos aquellos con expedientes mediocres que no han tenido otra opción, si deseaban ser universitarios, que pagar con dinero su falta de esfuerzo personal. Si esto fuera cierto, ¿qué perfil profesional se pedirá a los profesores en estos centros universitarios? ¿Qué docentes serán los que opten a ocupar sus cátedras? ¿Qué motivación será la que les anime a presentar sus méritos y luchar por un puesto de profesor? ¿Será también la mediocridad académica, como ocurriría con los discentes, el único motor que les mueva a no intentar ocupar un puesto similar en la universidad pública? ¿Qué hay de cierto en todo esto?

Una mirada al pasado, un repaso a los grandes proyectos educativos que se iniciaron muchos siglos atrás, nos recordará que los pioneros pedagógicos en todos los niveles educativos, desde la primaria hasta la universidad, fueron instituciones privadas, vinculadas, de diversas formas, a la Iglesia Católica, y que la preocupación de “lo público” por la educación universal es una modernidad. No podemos olvidar tampoco que el Estado tiene una función subsidiaria en educación. Los padres, principales protagonistas de la formación de su prole, tienen el derecho primigenio de promover instituciones educativas acordes a sus creencias y el gobierno de turno tiene la obligación de promover dichas iniciativas y cubrir las necesidades educativas que sean inasumibles por esos organismos educativos privados.

El humanismo cristiano impregnó desde hace siglos el espíritu de la Universidad. En estos centros del saber quedó fundamentada la idea clásica del hombre y los postulados de la fe: todo hombre desea ser feliz, anhela encontrar la verdad; que, por supuesto, sí que existe: la realidad es una y los errores muchos; es sociable y perfectible, sabedor de que el entendimiento y la voluntad están por encima de los instintos y los sentimientos, que forma parte de una realidad ordenada, que todo hombre es hijo de Dios, que nuestro entendimiento y voluntad están “atontados” por culpa del pecado original y que nuestro fin, la razón de nuestro existir, es ganarse el Cielo en la tierra.

¿Qué queda de aquel humanismo cristiano en la Universidad actual, ya sea privada o pública? ¿En qué tipo de universidad se debería preservar aquellos postulados? ¿Es necesario hoy en día que toda Universidad, pública o privada, se replantee si en su Plan de Estratégico se tiene en cuenta la verdad sobre el hombre? La verdadera diferencia entre una universidad pública y otra privada, ¿estriba en la importancia que se le da a esta cuestión?

Tener la certeza y tranquilidad de que la verdad existe, saber que todo alumno es perfectible, que puede dar mucho más de sí, reconocer que lo que me apetece hacer no siempre es lo que debo hacer, admitir que hay un orden en las cosas que nosotros no hemos impuesto… principios que toda Universidad puede asumir y exigir vivir a sus profesores y alumnos. Ver en cada alumno, en cada profesor, a un hijo de Dios que merece algo más que un respeto formal, comprender sus debilidades, que son las nuestras, y mirar mucho más allá, sobrepasando el límite que ilumina la última estrella del Universo… premisas que toda Universidad inspirada en el ideario cristiano debería luchar por alcanzar.

Pero la cosa no queda ahí. Uno no deja de ser cristiano cuando entra en la universidad o cuando entra a formar parte de una determinada empresa. ¿Qué pasa con los alumnos y profesores creyentes que pueblan las aulas de nuestras universidades públicas? ¿Deben renunciar a tan altas aspiraciones? ¿Qué pasa con los alumnos y profesores “neutrales” que pululan por las universidades privadas de corte católico? ¿Deben mantener en un cajón cerrado sus erróneas ideas para aprobar o mantener su puesto de trabajo?

Aunque no podemos olvidar que nadie da lo que no tiene. Si en una universidad pública hay profesores con una formación y vivencia cristiana profunda, sus alumnos tendrán la seguridad de que su maestro les llevará siempre por el camino de la verdad. En cambio, si en una universidad “católica” hay profesores que viven en la duda, inmersos en el relativismo, sus discentes darán tumbos en busca de una verdad que sus educadores niegan por principio.

Algunos jóvenes bachilleres lo tienen más que claro: su primera opción siempre será la universidad pública. ¿Porque su propia formación humanística es nula y les mueve la inopia? ¿Porque ignoran que están llamados a metas más altas? ¿Porque piensan que en las universidades privadas van a encontrar “más de lo mismo” y encima pagando? Si esto fuera de veras así, si la formación impartida en las universidades “católicas” en nada se diferenciara de las otras, se podría cuestionar su misma existencia y hasta la pretensión de abrir nuevos campus o ampliar su oferta académica en los ya existentes.

¿Y qué hacer para que esto no ocurra, para que una universidad privada ofrezca una educación acorde a su ideario humanista cristiano? Nadie da lo que no tiene, nadie espera lo que no conoce: sus profesores deberían vivir ese ideario y sus alumnos saber lo que se espera de ellos, que sean “excelentes”; que para un cristiano es lo mismo que “santo”.

¿Y qué hacer para que esto ocurra en una universidad pública? Nadie da lo que no tiene, nadie espera lo que no conoce. Pero no podemos olvidar que el ser humano es perfectible, que ansía conocer la verdad aun sin saberlo, y que el que obra rectamente acabará por encontrar la “excelencia”, estudie o trabaje aquí o allá.

¿Labor apostólica o empresa educativa?

Las estadísticas no se equivocan: la inmensa mayoría de alumnos de las universidades privadas eligieron otro tipo de centro como primera opción. O sea, no les ha movido el ideario humanista cristiano que allí se imparte para hacer efectiva su matrícula. ¿Qué hacer entonces? ¿Utilizar una mentalidad empresarial y adaptar “la oferta” a “la demanda”? ¿Será este el modo de competir con las universidades públicas y atraer a parte de su alumnado antes de su descarte por su flojo expediente académico? Pero entonces, ¿qué haremos con aquellos alumnos que sí acuden a sus aulas atraídos por la visión verdadera del hombre que allí se debería enseñar? Si las universidades “católicas” rebajan su ideario y olvidan esa verdad, ¿tiene sentido que sigan existiendo?

Aunque el problema puede ser otro: que las universidades “católicas” se vean incapaces de seguir impartiendo una enseñanza de acuerdo a la verdad. ¿Y eso por qué? Pues porque parte de su claustro de profesores no cree en esa verdad. Nadie da lo que no tiene y quizás resulte más sencillo adaptar los planes de estudio al alumnado y a la mentalidad de parte del profesorado, que tener discentes “a disgusto” y docentes “amenazados” de salir por la puerta de atrás si no cambian en su modo de pensar y de vivir. Sí, y vuelta a empezar para los responsables de personal, con un proceso de selección del claustro arduo y difícil, en busca de “lo menos malo” si el tiempo es escaso y el atractivo académico y humano ofertado mediocre.

Pese al relativismo que invade nuestro modo de pensar y de vivir, todavía tenemos algunas cosas claras: el trato afable, la atención desinteresada, la empatía que alguien puede tener para con nosotros es un atractivo irresistible. Por eso, y visto el trato que en algunas universidades se dispensa a sus alumnos, hemos cambiado el “gancho” que el humanismo cristiano tenía, y debería tener siempre, por la oferta de una enseñanza personalizada, a la carta, cercana al alumno y a las familias. Y para que el “boca oreja” funcione entre los alumnos y sus conocidos, se anima al profesorado de esos centros “católicos” para que dejen a un lado sus ambiciosos proyectos personales y se vuelquen en el trato afable, sin doblez alguna, con cada uno de sus alumnos, con el noble objetivo de convertir, a lo largo de cuatro o cinco cursos, a estudiantes mediocres en excelentes profesionales. Pero volvemos a lo mismo de antes: nadie da lo que no tiene. Un profesor que ha olvidado la doctrina social de la Iglesia, que no lucha cada día por ser santo, que no rechaza las continuas tentaciones de la soberbia y deja de lado la vida sacramental y de oración, difícilmente será capaz de no ver en sus alumnos a meros clientes, a pequeños obstáculos en sus labores de investigación y de promoción. Y algo similar le ocurrirá con sus compañeros, con esos otros profesores a los que considerará rivales en su afán de destacar.

Finalizo este escrito con una referencia a la doctrina clara, a unas palabras pronunciadas por su Santidad Benedicto XVI el pasado año 2011 a los profesores universitarios, aprovechando la Jornada Mundial de la Juventud que se celebró a mediados del mes de agosto en Madrid. ¿Qué “clarifica el sentido y hasta la definición de la Universidad”? Pues “el deseo de responder a las inquietudes últimas y fundamentales de los alumnos”, la complicidad de “profesores y estudiantes que buscan juntos la verdad en todos los saberes”.

Aquí está el quid de la cuestión, en no olvidar que “la Universidad ha sido, y está llamada a ser siempre, la casa donde se busca la verdad propia de la persona humana. Por ello, no es casualidad que fuera la Iglesia quien promoviera la institución universitaria, pues la fe cristiana nos habla de Cristo como el Logos por quien todo fue hecho (cf. Jn 1,3), y del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios”.
De nosotros, profesores y alumnos, responsables de los planes estratégicos y demás mandatarios, depende que la Universidad jamás cambie de rumbo y se aleje de su fin primigenio. Si no, si nos dejamos llevar por simples motivaciones empresariales, dejaríamos constancia firme de nuestra falta de fe en esa Verdad que ilumina a todos aquellos que libremente así lo desean.







Nombre:
Email:
Titulo:
Comentario:




SI QUIERES COLABORAR CON CAMINEO.INFO PULSA DONAR

Preview Chanel Preview Chanel
Camineo.info 2004-2015

PHPCow news publishing script, content management system Review www.camineo.info on alexa.com