Nunca ha habido tantos parados en España y su límite parece no tener fin. Mes a mes, año a año, es un suma y sigue que ni el PSOE, primero, ni el PP, después, han sido o son capaces de remediar. ¿Y por qué será? Pues quizá porque el gobierno de turno solo puede establecer unas condiciones óptimas para que se cree empleo y el resto, la parte más importante, corre de nuestra cuenta, de personas valientes y esforzadas, de emprendedores que no miren solo por su bien y de inconformistas rebeldes.
Y es que nos acostumbramos a vivir en el “estado del bienestar” y los políticos de uno y otro color lo esgrimían como consigna electoral. Por activa y por pasiva nos recordaban que jamás podríamos renunciar a ese “estado del bienestar” y que debía de ser preservado por encima de todo.
Y así, casi sin darnos cuenta, ese “estado del bienestar” se convirtió en una especie de dios al que había que adorar. Pero va y ese dios ha desaparecido y nadie es capaz de encontrar una fórmula para resucitarlo. Y de la adoración hemos pasado a la queja estéril y a una pasividad que, gracias a Dios, es contrarrestada por la familia. Sí, por esos seres queridos que nos sacaron de una posguerra terrible, que han experimentado el sufrimiento y son conscientes de que con tenacidad y esfuerzo saldremos otra vez adelante.
Nunca ha habido tantos parados en España, pero sí que hemos salido de peores. Llegó la hora de apretarse el cinturón, de exigir sobriedad en los presupuestos y honradez escrupulosa a nuestros políticos, de ayudar a los demás, quejarse menos y formarse más. Es la hora del inconformismo, de mirar dentro de nosotros mismos y cambiar todo aquello que deja tanto que desear. Y así, como bien decía un santo español, habrá un sinvergüenza menos en esta nuestra sociedad. ¿No creen?