Que sí, que la ignorancia es muy atrevida. Pero a veces parece que de ignorancia, nada de nada, y que todo se reduce a un solo deseo totalitario: Que todos piensen y actúen como ellos ordenan y mandan.
Y es que por activa y por pasiva se ha dicho y se ha explicado que España es un Estado aconfesional. Y que eso no quiere decir que esté contra cualquier clase de confesión, sino que el Estado no tiene una confesionalidad propia y única a la que acudir en su acción de gobierno. Nuestra Constitución nos define como país aconfesional para poder garantizar la libertad de todos los ciudadanos. Pero parece ser que algunos no están dispuestos a que los españoles actúen en libertad.
El Consejo de Ministros aprobó la ley educativa del Gobierno de Rajoy, denominada LOMCE. En ella, como no podría ser de otro modo, se especifica que la elección de la asignatura de religión, ya sea la católica o de otra confesión, es voluntaria. Pues va y resulta que esta opción en libertad pone de los nervios a algunos que se autodenominan “progresistas”.
Desean que España se convierta en un Estado laicista, que no laico, y que la práctica de toda confesión se desarrolle solo en el ámbito privado. Ignoran u ocultan que ese laicismo que predican y practican es en sí mismo una “confesión”, la afirmación y vivencia de un modo de pensar normativo. Quieren ocultar que con la proclamación de un Estado laicista se daría luz verde al Estado confesional que nuestra Constitución rechaza.
Y es que su único deseo es imponer el pensamiento único, el suyo. Y a esa actitud antidemocrática se le puede llamar de muchas formas: Totalitarismo, integrismo o sectarismo. ¡Ya está bien de tanta tomadura de pelo, por favor!