La otra crisis: Idearios descafeinados

En un país democrático es impensable que no se fomente la iniciativa privada y se den facilidades para que el principio de subsidiariedad; ese que dice que el Estado ha de llegar solo donde no alcance el empuje ciudadano; se utilice de forma correcta y en toda ocasión.

Pues eso, que como en España presumimos de democracia, del disfrute de derechos y deberes constitucionales, es normal que surjan iniciativas privadas en el campo educativo; tal y como ocurriera con San José de Calasanz a finales del siglo XVI, cuando fundó en Roma la primera escuela gratuita de Europa. Y ahí tenemos a determinadas órdenes religiosas, algunas diócesis y fundaciones que han dado el gran paso de montar centros educativos con un ideario claro y unos fines concretos. Como, por ejemplo, acoger a los nuevos pobres del siglo XXI, los de espíritu, y darles una formación no solo académica, sino ética y moral que les ayude a ser felices y hacer felices a los demás.

Por eso uno no entiende qué está pasando en alguno de estos centros educativos a la hora de seleccionar al personal docente y administrativo. De primeras, en muchos de ellos, solo se les exige que respeten el ideario del centro y no van más allá. Y así resulta, por ejemplo, que en algunos colegios “religiosos” el porcentaje de profesores que va a misa los domingos es menor que el de otros colegios denominados “públicos”. Y no digamos lo que pasa cuando, con sincera ingenuidad, a un directivo se le ocurre preguntar a un miembro del claustro por la vida u obra del fundador e iniciador de esa obra educativa en cuestión. Apaga y vámonos.

Lo mismo puede ocurrir cuando, por desgracia, un profesor se divorcia por iniciativa y cabezonería; claro está… ¿o no?; del otro cónyuge. Sus compañeros, los que solo respetan el ideario del centro y no van más allá, le animarán para que inicie una nueva relación y pase de nuevo por el altar. Bueno, por el juzgado en esta segunda ocasión. Lo que resulta hasta cierto punto comprensible para algunos, debería resultar escandaloso si el que anima, se alegra y asiste al acto civil es un miembro del equipo directivo de ese centro “religioso”. Y uno se pregunta si se habrán enterado de su misión o si quizá se han olvidado, o jamás fueron sabedores, de lo esencial. ¿Creerán que su labor principal es velar por la calidad de la enseñanza académica y el buen ritmo de las matriculaciones, y que lo demás, la formación moral y religiosa, se arregla con unos guitarreos, unos juegos solidarios y paneles llenos de cartulinas de colores? Si es así, más valiera que informaran claramente a las familias y que cambiaran, para no mancillarlo más, el ideario del centro, e incluso, si se diera el caso, hasta el nombre del mismo. Ahí queda eso.