CAMINEO.INFO.- En España y contra ella, la inicua historia de los nacionalismos de la izquierda o de la derecha ultraconservadora, se resume con algunos vocablos del léxico andaluz como: sacadineros y mentiras podridas.
Da lo mismo que sea el nacionalismo radical vasco-etarra o catalanista, o bien las mojigangas nacionalistoides de ambos, es decir, el desnortado nacionalismo galleguista y el de la república islámica socialista del nacionalismo andalucista de un tal Ahmad Blas Infante (1885-1936). Y da lo mismo, porque todos ellos, desde el siglo XIX, durante el siglo XX, y aún en este siglo XXI, no han sido otra cosa que ladrones conchabados para vaciar las arcas del Estado Español.
Los nacionalismos radicales en España, han supuesto y son, como ya lo estamos comprobando con la crisis institucional, política, cultural, moral y económica a la que ellos tanto han contribuido, un incalculable despilfarro del dinero público para sostener las mentiras podridas y peladas de los nacionalismos anacrónicos que nos quieren imponer unos microestados de una sola lengua minoritaria, un territorio reducido, que no es suyo, una etnia o raza bajo el principio de la unidad de la sangre o consanguinidad, y una falsificada historia que les ha reportado privilegios y beneficios, fruto de los pactos políticos para mantener en el poder de España a las ideologías de izquierda y de derecha.
Los burlescos discursillos del nacionalismo catalanista ultraconservador contra la forma de hablar de los andaluces, que es una variedad lingüística o dialecto del idioma español, una de las más creativas y enriquecedoras del mismo, dan a entender que al nacionalismo catalanista se les ha acabado las tajadas que nos han dado, durante decenios y decenios, al dinero público de todos los españoles, y le echan la culpa de la penuria actual a los andaluces, que, según sus intereses pecuniarios, nunca han contribuido al desarrollo económico de España, sino más bien que han vivido de él sin aportar nada.
Todos los nacionalismos anacrónico-independentistas, tanto el vasco-etarra de euskalerría como el catalanista, el galleguista, el andalucista, el castellanista, el valencianista o el canario-guanche, son unos buscabocas, es decir, unos provocadores profesionales que andan siempre en pos de la pendencia y el enfrentamiento político, económico y social.
Los nacionalismos anacrónicos, como el catalán, son los piratas en el robo y el reparto nacionalista de subvenciones pesebreras multimillonarias para mantener a grupos mediático-políticos de poder en su proyecto nacionalista.
Tildar a los andaluces de aficionados a las subvenciones del Estado, y a malgastarse en juergas y bares el escuálido subsidio del desempleo rural que algunos reciben en las zonas más pobres de Andalucía, es tener un malage lastimoso, pues, no son agradecidos con tantos millones de andaluces que han emigrado a trabajar a Vascongadas o Cataluña, ya que en su tierra, los dirigentes políticos, antes y con las autonomías, nunca les han dado la oportunidad del desarrollo de una estructura productiva industrial que les permitiese alcanzar una autonomía económica con la que contribuyeran al bien común de la sociedad española, y abandonar para siempre los subsidios y sus picarescos montajes inmorales.
En el riquísimo léxico andaluz, lastimoso significa, vergonzoso o corto, mientras que malage, significa malasombra o desaborío, y aún habría que añadirle otro lexema de connotación escatológico sexual, que significa, sin gracia, y el cual es mejor no escribirlo para evitarnos caer en los mismos niveles bajunos de los gallos pandas del nacionalismo anacrónico ultraconservador catalanista.
Acabemos de una vez con el sinvergoncerío o desmadre de los erróneamente denominados nacionalismos periféricos, pues, jamás han estado fuera de la periferia política, sino muy dentro, mamando de la teta grande de los desgobiernos de España. Acabemos diciéndoles otro vocablo del léxico andaluz, que viene a ser como una rasca o regañina final: ¡Tururú! El significado del mismo es: ¡A nosotros qué nos importan los nacionalismos anacrónicos!