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Portada:: Reflexión en libertad:: Diego Quiñones Estévez:: Decadencia y recuperación de Oratoria Sagrada.

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Decadencia y recuperación de Oratoria Sagrada.

Mon, 19 Mar 2012 20:02:00
 

Los Padres de la Iglesia, acogen la Oratoria clásica y la elevan no sólo a un arte humano sino también divino al ungirla con la Palabra de Dios, como San Ambrosio de Milán (340-397 dC.), llamado el "Cicerón cristiano" y a quien él convirtió y le dio el bautismo, San Agustín de Hipona (354-430) que en su "De Doctrina cristiana" pone la disciplina de la Oratoria al servicio de la Verdad[1] de Dios en la Palabra Sagrada. De este modo, la oratoria a la divino[2] se consagra en la Historia de la Literatura. De ellos, como el máximo baluarte de los oradores cristianos, el "Demóstones cristiano", la "boca de oro", el arzobispo de Constantinopla, San Juan Crisóstomo (347-407), nacería la oratoria eclesiástica o sagrada, la oratoria a la divino, que en la Literatura Española del Siglo de Oro, dio excelentes oradores y predicadores como el dominico Fray Luis de Granada (1504-1588)que en su EcclesiasticaeRhetoricae sive de ratione concionandi libri VI(Lisboa, 1575)(Retórica eclesiástica), sitúa a la altura de su tiempo, la técnica oratoria de griegos y latinos, convirtiéndose en la obra teórica más relevante de oratoria del Renacimiento y del Barroco.

Fray Luis de Granada y otros muchos e inigualables tratadistas de la Oratoria y predicadores de los siglos XVI y XVII, como el "Predicador de reyes, rey de predicadores" de la Contrarreforma, el orador y poeta del púlpito, gongorino, culterano y conceptista[3], Fray Hortensio Félix de Paravicino y Arteaga (1580-1633), "elevan la oratoria a categoría estética: la retórica es minuciosamente, y a las veces lúcida, arte de la palabra".[4] Los preceptos del género literario de la Oratoria, quedan concentrados para los siglos venideros como el nuestro, donde también el ambón o la sede presidencial para las homilías, han de recuperar el arte de bien decir que se transformó en prodigio conla oratoria sagrada, con la oratoria a la divino, que en el Siglo de Oro de la Literatura Española, hicieron de los sermones dichos desde el púlpito, obras de arte para la predicación y la evangelización.

Modelos a seguir tenemos, además del principal ya referido, Fray Luis de Granada, los también maestros de la elocuencia sacra como fueron: el "Apóstol de Andalucía", Juan de Ávila (1500-1569) con su obra Epistolario espiritual para todos los estados; Fray Juan de Segovia, con su tratado contrarreformista De praedicatione Evangelica (1583); Fray Agustín Salucio(1523-1601) que nos da la regla de oro de la oratoria sagrada en Aviso para los predicadores del Santo Evangelio; los predicadores reales de Felipe II, el obispo de León, Francisco Terrones del Caño(1551-1613) con su Instrucción de Predicadores(1605)[5]y Alonso Cabrera(1549-1598) cuya oración fúnebre con motivo de las honras fúnebres de Felipe II, constituye el mejor sermón[6] a la manera clásica de su tiempo a la vez que un tratado ascético sobre la fugacidad y vanidad de la vida que camina hacia Dios.

Todos ellos, recomiendan al predicador que se atenga en el sermón a unsólo tema y no se ande por las ramas; que el gesto se acomode a la voz; que no haga frases o lemas ampulosos o llamativos, en fin, que use con naturalidad y claridad el lenguaje, buscando decir el discurso con las menos y precisas palabras posibles pero sin caer en la oscuridad o el laconismo.

De la regla áurea sobre la oratoria sagrada del Aviso para los predicadores del Santo Evangelio del dominico Fray Agustín Salucio, entresacamos[7] y actualizamos un decálogo de oratoria sagrada sobre el sermón o la homilía, que sirve para los predicadores cristianos de todos los tiempos:

1º) Reconocer la autoridad de los grandes maestros de la Oratoria. En ellos está el aprendizaje y la experiencia. De modo especial en la Sagrada Tradición de laIglesia como los Santos Padres cuyas homilías litúrgicas se nutrieron y vigorizaron santamente[8] con la Palabra de las Sagradas Escrituras.

2º) Predicar es hablar con arte la Palabra de Dios. El sermón  sermo-sermonis, en Latín, la homilía, se han de hacer con la fuerza de la gracia de Dios y la tensión creadora de la Oratoria trabajada, elaborada y dicha con el amor de la Palabra de Dios.

3º) Preparar siempre el sermón o la homilía: el novel predicador conviene que escriba antes el texto, no tanto al predicador ya hecho, aunque es recomendable que también lo haga. De este modo se evita la improvisación y entregarse a los vericuetos de la sola memoria. Por ello, una vez elaborado el texto, conviene tener presente lo que es la quintaesencia de cualquier pieza oratoria: el esquema.

4º) Hablar de tal forma que el auditorio oiga y entienda. El orador sagrado, ha de conocer, entender y dominar las circunstancias, actitudes y necesidades del auditorio[1], atendiendo a las enseñanzas de la Palabra de Dios y evitando las reprensiones autoritarias.

5º) Centrar el discurso en un solo argumento a la hora de proclamar la Palabra de Dios, que es el anuncio kerigmático(pregonero)[2] de la Salvación que Dios nos ofrece por medio de Jesucristo. No conviene mezclar muchas cosas por afán de ostentación erudita. Los centenares de homilías de los Santos Padre de la Iglesia son el modelo a seguir.

6º) Buscar el decoro, la sencillez, la mesura, la propiedad y la armonía de la Palabra de Dios. Las extravagancias, las afectaciones oscurecen "la proclamación de las maravillas de Dios en la Historia de la salvación o misterio de Cristo."[3]

7º) Evitar un lenguaje rebuscado (sobre todo en el léxico) y un estilo desigual que impida comprender al auditorio lo dicho desde el principio hasta el final de la homilía.

8º) No caer en la vanidad del discurso que es ajeno al predicador porque la palabra de Dios no busca el aplauso del auditorio. El presidente de la celebración eucarística, ha de partir de la sencillez de laPalabra de Dios dando una explicación y una exhortación[4] de la misma a los hermanos.

9º) Articular de tal manera que la voz tenga tono variado para evitar la monotonía y las disonancias en la transmisión del misterio de la Palabra. La homilía, el sermón, es un género de predicación caracterizado por un tono fraterno en la conversación y plática que está al servicio de la Palabra proclamada[5].

10º) Emplear con moderación el gesto de tal modo que los movimientos del cuerpo no distraigan del asunto fundamental del auditorio: detenerse en la recepción interior de la Palabra de Dios con la ayuda del Espíritu Santo.

En definitiva, nuestros olvidados maestros de la oratoria espiritual, protestaban, como hoy en día, de los nefastos predicadores que noestudian y trabajan el oficio de predicador-orador, y obstaculizan la sencillez y sabiduría dela palabra de Dios, ya que se oculta y encubre con discursos, que, cuando no son escuálidos, son prolijos en digresiones y divagaciones sin provecho, alejándose de lo que ha de ser lahomilía: la liturgia de la Palabra de Dios, que es "necesaria para alimentar la vida cristiana" y donde se ha tener muy "presente el misterio que se celebra y las necesidades de los oyentes."[6] La predicación sacerdotal para mantener viva la mente de los oyentes "no sólo ha de exponer la Palabra de Dios de manera general y abstracta, sino que ha de adaptar la verdad eterna del Evangelio a las circunstancias concretas de la vida" y teniendo también en cuenta "los carismas de los predicadores."[7]

Se ha de cuidar la voz, el gesto y el movimiento con decoro, y también en el recto uso de las palabras, pero sobre todo en la elocución y la pronunciación, tan esenciales en los discursos políticos y religiosos, que han de regirse por la variedad en los tonos[8] o estilos ciceronianos: el llano, el medio y el alto. Vemos aquí, otro de los secretos olvidados, el arte de la variedad de tonos en el bien decir para que la atención del receptor se mantenga viva desde el principio hasta el final del discurso, atendiendo a las circunstancias que el magisterio de Fray Luis de Granada, dejó ya grabadas[9] muchísimo antes de que las hicieran suyas las escuelas norteamericanas de periodismo. Dichas circunstancias son las seis preguntas fundamentales del bien decir y del bien escribir: Quis, Quid, Cur, Quando, Ubi, Quomodo…: ¿Quién?, ¿Qué?, ¿Por qué?, ¿Cuándo?, ¿Dónde?, ¿Cómo?

Los preceptos de nuestro Fray Luis de Granada, son una excelente antología de las autoridades en el arte de la Oratoria clásica de griegos, romanos y Padres de la Iglesia que sirven para todos los tiempos, y más cuando esos tiempos pasan por una corrupción de la Oratoria como los actuales.

¡Cuánta ganancia espiritual y de pensamiento nos traería recuperar el género de la Oratoria en la educación, en la enseñanza y en el quehacer de la vida política y de la vida eclesial! El nihilismo contracultural se ha encargado de eliminar de los manuales de la Historia de la Literatura Española, el género de la Oratoria, y la razón prioritaria es porque en nuestra Oratoria predomina la oratoria a lo divino, la oratoria sacra y espiritual que nace de la fuerza eterna del Cristianismo católico. El Siglo de Oro, la conserva intacta y pura, y nunca lograrán borrarla los nihilistas contraculturales de las ideologías que aborrecen la presencia de Dios en la cultura y el pensamiento.

(Extracto del artículo-ensayo, Corrupción de la Oratoria y enfática política dictatorial).



[1] Borobio, Dionisio, "La celebración de la Eucaristía", en La celebración de la Iglesia. Sacramentos, Edic., Sígueme, Salamanca, 1990, Vol. II, págs.403-405. Borobio, resume de los documentos eclesiales del siglo XX, las cualidades que ha de cumplir toda homilía.

[2] Ibídem, pág. 404.

[3] Crf., OLM 24-25, citado por Borobio, Dionisio, "La celebración de la Eucaristía", Opus Cit., pàg. 405.

[4] Borobio, Dionisio, "La celebración de la Eucaristía", Opus Cit. Págs 403-405.

[5] Ibídem, págs 403-405.

[7] Documentos completos del Concilio Vaticano II, Presbiterorum Ordinis, Edit. Mensajero, Bilbao, 1987, nº 4, pág., 268.

[8] Pedro de Lorenzo, Elogio de la Retórica, Opus Cit.,págs 39-50.

[9] Ibídem, págs 49-50.







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