Mi idea de los partidos políticos comocauce de participación en la formación de la voluntad popular, vista con la perspectiva del tiempo, ha resultado bastante equivocada. Acepté que los grandes partidos ofrecían opciones de gobierno bien contrastadas de acuerdo con idearios claros y comprensibles, en base a los cuales formulaban sus programas para cada proceso electoral.
Entendí que los programas venían a ser, algo así como una especie de contrato entre los votantes y quienes saliesen elegidos. Nunca existió tal contrato entre electores y elegidos que, por otra parte, era imposible, pues ningún miembro de las Cortes puede estar ligado por mandato imperativo alguno, según la Constitución.
Por tanto una vez investido de su cargo, el diputado, senador, diputado autonómico o concejal, no representa en modo alguno a sus votantes sino, teóricamente, al parlamento nacional o autonómico, senado o corporación local, pero enrealidad representa los intereses del partido del que forma parte, cuyo mandato imperativo en cada ocasión resulta irresistible, aunque sea nocivo para el bien común, caso de los nacionalistas, en algunas ocaciones.
Por tanto los partidos pueden dejar de redactar sus programas ya que, como dijo alguna vez Tierno Galván, no se hacen para cumplirlos.
Tampoco los grandes partidos actuales, a mi entender, representan un pluralismo político real. Las distinciones entre izquierda y derecha son cada vez más confusas. Persiguen lo mismo: disfrutar del poder. Son igual de intervencionistas: unos y otros mantienen el mismo aparato de gobierno cada vez más pesado e ineficiente. Los gobiernos autonómicos de uno u otro color no presentan diferencias esenciales. Ninguno cuestiona la falta de independencia de la organización judicial, ni la utilidad del Tribunal Constitucional, ni la ley electoral vigente, etc.
Los políticos de izquierda viven exactamente lo mismo que los de derecha y los de derecha piensan casi lo mismo que los de izquierda, de ahí el continuismo que podemos observar, a pesar del cambio de partido gobernante.
En una situación de crisis como la actual no veo que existan programas diferentes para remontarla, entre gobierno y oposición. Unos y otros se agarran a las recetas social-demócratas del estado de bienestar, sin aceptar que hay que buscar nuevas fórmulas, que hay que poner todo en cuestión y repensarlo todo, aunque los poderes económicos y financieros se opongan.
Que la clase política sea vista como problema por los españoles, debería ser una vigorosa advertencia para cambiar de rumbo. Si queremos vivir en un sistema democrático efectivo necesitamos poder elegir a personas a quienes avale su conducta, su buen hacer, su competencia profesional y no a listas cerradas, decididas inapelablemente por las cúpulas de los partidos.
Parece que solo deseamos un gobierno que nos cuide desde la cuna a la tumba, aunque ello signifique que ellos decidan el centro educativo para nuestros hijos, la pensión que nos va a corresponder, el hospital y la fecha en que nos podrán operar, etc.
Por mi parte deseo un gobierno que abra espacios de libertad para decidir lo que cada cual quiere hacer con su vida, su familia, sus proyectos personales, sin ser manipulados, adoctrinados, encuadrados, de acuerdo con lo que decida el gobierno de turno por medio de un aparato de gobierno siempre creciente y oneroso.