Cada año el Boletín
Oficial del Estado publica más de 15.000 disposiciones de carácter general a
las que hay que añadir las que aprueban cada una de las comunidades autónomas,
las diputaciones provinciales, los ayuntamientos y cualquier ente que esté
dotado de facultades para obligar a los españoles a cumplir normas y más
normas.
Como normalmente las normas que dan lugar a más normas
parten de los que se sientan en el Congreso, gobierno y diputados, habría que
pedir que hagan el esfuerzo de no seguir aprobando disposiciones sino que
empleen su tiempo en aligerarnos de tantas obligaciones, dejando sin efecto
todas las que no sirven o no aportan nada que beneficie al bien común.
Hay quien dice que cuanto
más corrupto es el entramado político, más se legisla, más leyes se imponen a
los ciudadanos, aunque la cosa viene de lejos pues los romanos dijeron algo
parecido sobre la corrupción de la república y la abundancia de leyes.
Aunque cada grupo político
que promueve una ley dice que es necesaria, lo cierto es que más que buscar el
bien común de lo que se trata es de combatir a los adversarios, imponerles su
ideario, a menudo, desde el rencor histórico, por falso que sea, por el morbo
revolucionario, por el enfrentamiento de
liderazgos o por creerse en posesión de una superioridad moral más que
discutible.
Los españoles acudimos a
votar pensando, más bien equivocadamente, que vamos a elegir a los nuestros, a los que van a cumplir un programa
maravilloso. Luego viene la desilusión: del programa nunca más se supo, ni por
parte de los que se sientan en la Moncloa como de los que se sientan en la
Carrera de San Jerónimo y una y otra vez seguimos votando a los mismos, a esos
que solo están de acuerdo para subirse el sueldo.
Pero lo mismo que pasa a
nivel nacional pasa en cada autonomía. En los ayuntamientos todavía se nota
más. Rara es la corporación municipal en la que vayan todos a una buscando el
beneficio de todos sus paisanos y no de parte de ellos ¿o no?
Ahora se habla mucho de
que la soberanía reside en todo el pueblo. Si fuera verdad el pueblo soberano
tendría que pedir cuenta de todo lo que se hace mal y tenemos que pagarlo entre
todos, de todas las mermas de nuestra
libertad, del laberinto legislativo que tiene que sortear cualquiera que quiere
crear una empresa, etc. etc. Parece que todas las responsabilidades políticas
se dirimen en las siguientes elecciones pero que pierdan o ganen algo, medido
en porcentajes o escaños no tiene que significar que la responsabilidad con los
españoles ha quedado saldada.
Los malos gestores de la
cosa pública, los que tienen por objetivo enfrentarnos con mentiras, los que
nunca trabajaron y llevan años y años viviendo del cargo, los que quieren
imponernos determinada ideología o determinado tipo de educación, los que nos
amenazan con sanciones por pensar de otra manera… tendrían que ser expulsados
definitivamente del escenario político.
Si solo es posible hacerlo
a través de las elecciones tengámoslo en cuenta, por favor, cuando lleguen las
próximas.