Hay cosas que no entiendo, no sé
si es porque soy viejo y tonto o es que sigo viviendo en un mundo que cada vez
me va siendo más ajeno. No sé si la gente de mi quinta, como se decía antes,
tendrá mis mismas perplejidades.
Por ejemplo, no consigo entender
que sea una moda femenina llevar los pantalones cada vez más rotos y más cuando
me entero que ya los venden así. Siempre pensé que en las tiendas se vendía
ropa nueva y no hecha girones. Misterio, aunque algunos rotos van subiendo
desde las rodillas cada vez arriba y no quiero imaginar la razón de tales desgarrones.
Pero también veo que la moda ha
prendido en los jóvenes, quizás sea por la confusión creciente del sexo. Desde
luego con los pantalones rotos no me hubieran dejado salir de casa. Si el
pantalón se rompía me echaban piezas o remiendos y en el mejor de los casos los
llevaban a la zurcidora, pero salir a la calle con calzones rotos ¡nunca!
Otra moda que cada vez más se va
imponiendo es la de los tatuajes. En mis tiempos iban tatuados los legionarios,
los marineros y los artistas de circo, pero ahora veo jóvenes de hermosos
brazos oscurecidos con tatuajes de motivos esotéricos e inquietantes que me
producen repelús. También observo tatuajes en las piernas y me imagino que en
cualquier parte del cuerpo. He preguntado a alguna si tales pinturas pueden
hacerlas desaparecer cuando quieran y me informan que es mucho más caro y
molesto quitarlas que ponerlas.
Como en el caso de los pantalones
rotos también los tatuajes “adornan” tanto a hombres como a mujeres. No quiero
imaginar esos tatuajes cuando la piel de estas mocitas (y mocitos) estén
fláccidas y arrugadas.
El nombre del sastre que me
confeccionaba el traje aparecía en una
pequeña etiqueta cosida al forro de la chaqueta en el bolsillo de la billetera
y el del camisero era un minúsculo bordado. Ahora con el avance en la técnica
de impresión de camisetas nos han convertido en personas-anuncio. Jóvenes y
mayores, hombres y mujeres exhiben por delante y por detrás mensajes la mar de
variados ya sean de actividades solidarias, comerciales, nombre de
universidades o frases en inglés cuya traducción me pregunto, a veces, si será
conocida de quien la exhibe. Y este atuendo, propio de excursión se utiliza a
cualquiera hora y en cualquier sitio. La etiqueta y el buen gusto deben haber
pasado de moda.
Mi esposa y yo debemos ser unos
tipos rarísimos pues no tenemos ningún perro al que pasear, mientras los
vecinos de mi barrio se levantan a primera hora para sacarlos a la calle. Son
en la mayor parte de los casos perritos que casi parecen de juguete. He ido
viendo crecer en los supermercados las estanterías dedicadas a alimentos para
perros y gatos, verdaderas delicatesen, ropita,
camitas, collares y hasta cochecitos para pasearlos. No sé si estos
perritos son más felices que los perros callejeros de mi infancia que comían
restos de comida. Mi ayuntamiento ha colocado carteles que dicen “Granadinos
con pedigrí los que recogen los excrementos de sus perros”. Yo siempre pensé
que el pedigrí es de los animales y no de sus dueños.
Bueno, iré anotando las cosas que
me parecen curiosas y se las comentaré cualquier día que, como hoy, no tenga el cuerpo para escribir de política
ni de cuestiones más trascedentes.