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Portada:: Habla el Obispo:: Cardenal Carlos Osoro Sierra:: MES DE MARÍA: PALABRA, AMOR Y SILENCIO

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CAMINEO.INFO.-




MES DE MARÍA: PALABRA, AMOR Y SILENCIO

Mon, 30 May 2011 13:01:00
 

CAMINEO.INFO -Valencia/ESPAÑA- No quiero terminar este mes de mayo sin decir unas palabras sobre la Santísima Virgen María. Desde el inicio del mes, hemos tenido un recuerdo especial para la Mare de Déu dels Desamparats: su fiesta, las rondas, el besamanos y otra multitud de encuentros que hemos tenido con María. Ningún valenciano ha dejado de dirigir una mirada y, en la mayoría de los casos, unas palabras llenas de afecto y amor a la “llena de gracia”. Todos los valencianos han tenido la oportunidad, una vez más, de descubrir y de poder decir a todos los hombres y mujeres que en María, la palabra verdadera es una maravillosa intercomunicación viva entre dos personas. Y esa intercomunicación se hace a través de un diálogo y un contenido en extremo significativo, hasta el punto de que nunca se ha dado con tanta intensidad en un ser humano como en María. En la palabra verdadera siempre está el ser humano en camino hacia un Tú que tiene la Palabra de vida. Si es de otra forma, la palabra deja de tener contenidos verdaderos y sentido auténtico.

Y, como en el caso de María, el ser humano halla el diálogo auténtico en la Palabra verdadera que se le dirige; en definitiva, cuando es Dios mismo quien habla. Dios se dirige a María y Ella, en el silencio más profundo, deja hablar a Dios: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús”. La respuesta a Dios, a la Palabra verdadera siempre es contundente. Y es que al Amor que Dios mismo ha expresado a María - “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”-, Ella responde con el mismo Amor, es decir, el que nace del cariño que Dios mismo le ha manifestado: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.

¡Qué hondura tiene el silencio de María! Y es que hay en el ser humano un modo de silencio que es profunda oración: la que brota del corazón de María, después que Dios le ha hablado. ¡Qué maravilla! Toda palabra auténtica que el ser humano pronuncia brota de este silencio, que es oración, y vive de él. La palabra verdadera del ser humano nace de su silencio ante Dios y de la plenitud de su vida en Dios: “Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso todas las generaciones me llamarán bienaventurada”.

Este silencio de María es el que hoy necesitamos y en el que yo quisiera poneros en este mes de mayo. Cuando Dios decidió hacerse hombre en su Hijo, necesitaba el “sí” libre de una criatura suya. Entre otras cosas, porque Dios no actúa contra nuestra libertad. A mí, personalmente, siempre me ha impresionado de una manera singular que Dios se hiciera dependiente de la libertad, del “sí”, de una criatura suya. Dios, esperando este “sí”. San Bernardo de Claraval explica de un modo dramático ese momento decisivo de la historia universal, donde el cielo, la tierra y Dios mismo esperan lo que dirá esta criatura. ¡Qué horizontes nos ofrece ese “sí”! Su “sí” es la puerta por la que Dios pudo entrar en el mundo y hacerse hombre. María está en el centro de este gran Misterio.

¿Por qué te estoy diciendo esto? Porque acoger a María significa introducirla en el dinamismo de toda la propia existencia y en todo lo que constituye el horizonte propio de nuestro quehacer: dinamismo de entrega, de donación, de regalar lo propio de uno para que Dios mismo se haga presente entre los hombres y se manifieste la gloria de Dios. Y si esto es válido para todos los cristianos, tiene una fuerza mayor para los que son llamados a una identificación y conformación con Jesucristo. Me refiero a los sacerdotes o a los que el Señor llama al ministerio sacerdotal.

Cuando estamos viviendo momentos de convulsión, de búsqueda, de entrar en la profundidad y en los secretos verdaderos del ser humano, no olvides nunca lo que te aguarda en tu futuro si es que deseas con todas las fuerzas servir a esta humanidad. No tenemos más remedio que escuchar con atención, como María, la Palabra de Dios. María prestó toda su vida para que Cristo fuese conocido y amado. Hoy se necesitan hombres y mujeres que, al estilo de María, no escatimen tiempo ni energías para servir el Evangelio. Se necesitan creyentes que dejen arder dentro de sí el amor de Dios y respondan generosamente a su llamamiento apremiante, como lo hicieron otros antes que nosotros, haciendo verdad aquellas palabras que pronunció María en las bodas de Caná, para que las guardásemos siempre en nuestro corazón: “haced lo que Él os diga”. Los cristianos somos esperanza del futuro de la humanidad, porque no vivimos de cualquier palabra, sino de la del único que se ha atrevido a decir de sí mismo: “Yo soy el camino y la verdad y la vida”.

Busca como María la voluntad que Dios tiene sobre tu vida. Para ello, escucha su Palabra. Como Ella hizo, deja que Él modele tu vida y tus relaciones. Estoy seguro que así te convertirás, como María, en profeta sabio y generoso del Amor mismo de Dios. Llegarás a ser evangelizador de todos los que viven en tu entorno, llevándolos con tu ejemplo personal a que aprecien la Belleza y la Verdad, que se manifiesta en plenitud en Jesucristo. Como Dios salió al encuentro de María, sale también a tu encuentro. Llama a la puerta de tu libertad y pide que le acojas. Desea hacerte feliz, llenarte de humanidad y dignidad. ¡Qué belleza tiene la visita de la Virgen a su prima Isabel! En aquél encuentro, percibe Isabel la presencia de Dios que estaba en María. Se encuentra con Cristo, que estaba ya en el vientre de María. Y no solamente Isabel, sino su hijo que aún no había nacido y salta de gozo. Cuando el corazón de un ser humano se abre al proyecto de Dios, te aseguro que no le cuesta reconocer a Dios y seguir su voz.

Quiero que mis últimas palabras en esta carta sean para un joven con el que hace muy pocos días hablé, después de abrirme su corazón. Con ellas me dirijo a muchos jóvenes que estoy seguro quieren tener esta mismo diálogo: si, como parece, el Señor te llama a seguirle en el sacerdocio, no dudes en responder a esta invitación con el mismo “sí” de María. Hazlo prontamente: con palabra, amor y silencio. Ofrece con audacia y valentía la vida al servicio de Dios y de todos los hombres.

Con gran afecto, os bendice

+Carlos, Arzobispo de Valencia







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