CAMINEO.INFO.- “Una vez, Jacob había preparado un guiso cuando llegó Esaú del campo, agotado. Dijo Esaú a Jacob: « Oye, dame a probar de lo rojo, de eso rojo, porque estoy agotado. » -Por eso se le llamó Edom- Dijo Jacob: «Véndeme ahora mismo tu primogenitura.» Dijo Esaú: «Estoy que me muero. ¿Qué me importa la primogenitura?» Dijo Jacob: «Júramelo ahora mismo» Y él se lo juró, vendiendo su primogenitura a Jacob. Jacob dio a Esaú pan y el guiso de lentejas, y éste comió y bebió, se levantó y se fue. Así desdeñó Esaú la primogenitura.” (Génesis 25, 30 34)
¿A cuento de que os traigo aquí esta historia de la Palabra de Dios en el libro del Génesis? Se han pasado ya las fiestas patronales y os tengo que decir que seguimos teniendo de todo: Grandes y costosos programas de fiestas editados por nuestros Hermanos Mayores y por nuestras Cofradías, gastos que todos juzgamos excesivos en comida, bebida y diversión a costa de la Virgen o el Santo ante lo que demasiada poca gente reacciona volviendo a lo modesto de la “mistela” y el “puñao”, a los juegos infantiles y al baile en la plaza.
Comprendemos todos las motivaciones que nos llevan a hacer excesos y cuantiosos gastos: “Me toca una vez en la vida y debo quedar bien en el pueblo y poco puedo si no logro quedar mejor que los demás”. Otras veces hay razones más serias para “gastar” y hay que recoger y subastar lo que sea para arreglar la ermita, restaurar la imagen o embellecerla... También se nos ha colado a veces el deseo de influencia y de poder llegar a alguna influencia política o municipal dándonos a conocer a través de la Hermandad o de la Fiesta. Y la mayoría de las veces nos puede estar pasando una cierta inercia social que nos deja ingenuamente en manos de los ayuntamientos y sus concejalías de cultura por aquello de no despreciar una buena colaboración.
Nosotros debemos distinguirnos por la austeridad en nuestras acciones, entre otras razones, porque sabemos que ésta se hermana bien con la creatividad y participación de todos en las fiestas populares. Además debemos ir conquistando la independencia entre Iglesia y Estado no sólo por exigencia de la democracia sino también porque la misma Iglesia así nos lo demanda. El concilio Vaticano II, en la Constitución sobre la Iglesia en el mundo afirma en el número 76 que “la comunidad política y la Iglesia son entre sí independientes y autónomas en su propio campo”. Una cosa es que las hermandades y cofradías como realidades sociales que son, tengan derecho a las subvenciones que a través de cultura y patrimonio se planifican por parte de los organismos estatales, provinciales y municipales y otra que tengamos que “ceder” en la primacía que para nosotros tiene lo sagrado, la fe, la manifestación religiosa, en definitiva Dios, sobre todo lo demás.
Una cosa es que seamos respetuosos y considerados con nuestras autoridades, sean del signo político que sean y otra es que destaquemos en los programas de fiestas religiosas populares sus particulares versiones de lo que es la devoción en honor de Jesucristo, de la Virgen o de los Santos reduciendo, casi siempre, lo religioso a una raíz más de nuestra cultura ciudadana, tergiversando así lo que es la devoción popular que abre el corazón al Amor de Dios que la Patrona o Patrón representan. Nuestro Pueblo tiene derecho a tener las cosas claras y a no mezclar las cosas en un “todo está bien”, pues a veces son los mismos los que defienden como valores y como derechos las cosas más lejanas a nuestra moral. No vendamos, pues, nuestras devociones por un plato de lentejas aunque estemos muy necesitados. Cometeremos un doble error: Por una parte, pensamos que sacar dinero a costa de lo que sea es la solución de todos los problemas y, por otra, así estaremos desconfiando de la Providencia y del Poder de Dios que nunca ha abandonado a su Iglesia.