CAMINEO.INFO.- “Protector de los pobres y de los huérfanos.” “...Anunciar el nombre de Jesucristo Salvador; predicando la verdadera doctrina, en los poblados grandes y pequeños, con la palabra y el ejemplo...” “Mi mayor dicha es servir al Señor en sus pobres hijos enfermos, repudiados por los otros hombres.” “Vida de amor... He aquí la única razón de vivir.” “Mirad al pobre con compasión y Jesús os mirará con bondad.”
Son cinco frases que tratan de resumir las cinco vidas de los cinco nuevos santos canonizados por el Papa el pasado 11 de octubre. Curiosamente los cinco se vieron envueltos en circunstancias históricas bien difíciles, llenas de violencia, persecución, abandono, muerte... Su vida la gastaron mirando a Dios y sirviendo a los demás como obispo, en el caso de Segismundo en Polonia, como religioso dominico en Cataluña, el padre Coll, como sacerdote de los Sagrados Corazones en la leprosería de Molokay en Haway, el padre Damián, como hermano lego en la Trapa en Burgos, el hermano Rafael, y como fundadora de las Hermanitas de los pobres, la hermana Juana Jugan.
Más cercana a nosotros ha sido la Beatificación de Cipriano María Sancha y Hervás, cardenal de Toledo, cuya vida es muy difícil de resumir siendo lo más sobresaliente para mí su sensibilidad social, que le hizo impulsar la atención a los más desheredados y muy especialmente a los obreros en las dificilísimas circunstancias de explotación de finales del siglo diecinueve. Fue un adelantado de su tiempo: “También promovió la fundación de periódicos católicos que, fieles a las orientaciones del Papa y de los Obispos, sirvieran para crear un clima de conciliación en una España revuelta por un sinfín de turbulencias ideológicas,” dice un biógrafo.
Con estos ejemplos, os invito a todos a levantar la cabeza como católicos en medio de una sociedad gobernada por gentes que suelen presumir de descreídos desde las altas esferas de la cultura, los medios de comunicación y la política. La fiesta de Todos los Santos nos habla de lo que estos hicieron a lo largo de su vida en favor de los demás, llevados por el afán de ser, en medio de su tiempo y sus circunstancias históricas, expresión del Amor de Dios a la Humanidad.
Estar atento a lo que Dios quiere de mí, no es un escape a la crisis económica y a los más de cinco millones de parados, sino, muy al contrario, ejercer la libertad y la responsabilidad personal para encontrar la forma de elevar la dignidad de la persona y de luchar por el bien común. Nuestra sociedad, hoy, necesita santos que, siguiendo la huella de los que nos han precedido en su testimonio cristiano, amen sin reservas a sus prójimos, den respuestas a sus necesidades, y hablen de Dios Padre, que, por Jesucristo, nos entregó el Espíritu que va transformando en vida divina lo que también ha sido vida de pecadores, e incluso de gentes apartadas de la fe.
Por último, constatar que es común denominador de los santos su referencia a Santa María, la Llena de Gracia, la que dijo en primer lugar “aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”, pues de la pregunta que el católico se hace espontáneamente: “¿Cómo será esto...? ¿Qué quiere Dios de mi?, y el cumplimiento de su voluntad, nace toda la potencia de las vidas ejemplares y ya poderosas en lograr de Dios la fuerza de su Amor para producir hechos milagrosos en múltiples realizaciones humanas, sociales y espirituales que llevan y aportan salvación eterna y humana también, en las circunstancias más difíciles, perjudiciales y contrarias que nos creamos los humanos.
