CAMINEO.INFO.- En la vida diaria vemos a personas muy importantes que lo sacrifican todo por lograr y mantener el puesto que les da dinero, fama y poder. Mas nos llama la atención cuando se retuercen dando explicaciones absolutamente inaceptables, que tratan de justificar su conducta, también absolutamente inaceptable.
En este tercer Domingo de Adviento, debemos mirar hacia dentro y aprovechar el escándalo que nos producen esas conductas aireadas y publicadas en defensa de sus intereses para ver en nosotros mismos todo lo que llena nuestra vida y que no nos deja ser testigos de Jesucristo. Ciertamente la defensa de lo nuestro no será un puesto en las Cortes, o la dirección de una Caja o protagonizar un espacio de Televisión… y se desenvolverá más en las “pequeñas” cosas de no saber vivir sin salir, sin comprar, sin gastar...
La propuesta del Adviento en la Iglesia es la de hacer hueco, la de dejar espacio en nuestra vida al Salvador, al que va a venir, al que tiene que venir a “habitar entre nosotros”, a cambiar nuestros corazones. Dejar entrar a Nuestro Señor no es una cuestión de voluntad sin más, de deseo, de nostalgia... es la decisión íntima de vaciar y vaciarnos de todo aquello que impide abrir nuestro corazón y tener tiempo de sentarnos a hablar.
No vale el escandalizarnos de la cara dura o de la simulación de los demás, que tanto daño hace a los más débiles en su fe y nosotros permanecer escondidos y escondiendo nuestros “pecadillos” personales. La versión de este escándalo pequeño que producimos los buenos tiene como consecuencia que estamos impidiendo la “Venida del Señor”, que nuestra economía es así sostenible porque nuestro gasto tonto no ayuda al necesitado, nuestra superficialidad no atestigua la seriedad de la vida humana impidiendo la denuncia de los excesos de los grandes, nuestro ritmo de vida olvida la promoción del empobrecido.
¿Qué tengo que dejar en este Adviento? ¿En qué tengo que cambiar mis hábitos? ¿Qué compra tenía pensada que debe ir destinada a los necesitados? La Crisis es de fe y de modos de vida, y, mientras no hagamos hueco al Salvador, podremos salir “económicamente”, pero no “humanamente”. Oigamos con atención: ¡Preparad el camino al Señor!
