Domingo XXIV T.O : “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.

Voy a desarrollar un poco este esquema a partir de las lecturas:

Pecado: La primera lectura y el evangelio nos presentan el pecado radical, radical significa raíz. El pecado radical es aquel pecado que esta en la raíz de todos los demás pecados. En la primera lectura el pecado radical es abandonar al Dios verdadero y adorar falsos dioses. En el evangelio el pecado radical se expresa con otras palabras: abandonar la casa del padre y buscar la felicidad fuera de esa casa. El pecado radical es creer que fuera de Dios, al margen de Dios, podemos encontrar cosas que nos den felicidad. No hay felicidad fuera de la casa del Padre. Y si nos parece que la encontramos es algo efímero y superficial.

Cada vez que obro como si la dicha pudiera hallarse fuera de Dios, estoy realizando un acto de desconfianza hacia Dios, dador de vida plena… Todo acto egoísta produce, infaliblemente, tristeza.

Cuando hablo de abandonar al Dios verdadero y adorar falsos dioses no me refiero a hacer una apostasía oficial, ni me refiero a dejar de venir a misa, ni a dejar de creer en Dios. El pecado de abandonar a Dios y adorar falsos dioses lo podemos cometer cada día, cuando no amamos a Dios con todo el corazón, con todas las fuerzas, con toda nuestra mente.

Por ejemplo: el pecado de abandonar a Dios y adorar falsos dioses se produce cuando un día soy capaz de estar dos-tres horas ante la TV, pero en cambio he sido incapaz de estar 15 minutos en oración, en diálogo con el Señor. Abandonamos al Dios verdadero y adoramos al dios de la distracción vulgar que no nos hace crecer como personas.

Otro ejemplo: el pecado de abandonar a Dios y adorar falsos dioses se produce cuando me preocupa más mi aspecto exterior que mi alma. Me preocupa más lo que mis ropas , mi peinado, lo esbelto que estoy, … que el estado de mi alma, de mi santificación personal. Abandonamos al Dios verdadero y adoramos al dios de la apariencia.

Nuestra vida puede estar llena de falsos dioses, y los hemos de ir descubriendo con la ayuda de Dios. Esto no nos ha de entristecer, es así y ya está, lo importante es tener el deseo de ir abandonando esos falsos dioses que todos tenemos, para estar más centrados en el Dios verdadero

Decía Pascal que un ser humano es verdaderamente grande cuando se pone de rodillas, cuando aprende a pedir lo que le falta.

La segunda parte del esquema que nos presentan las lecturas es la misericordia. El pueblo de Israel, la oveja perdida, el hijo pródigo, nosotros cuando pecamos, hemos de ver que tenemos delante un Dios misericordioso, que nos ama de un modo que no nos podemos llegar a imaginar.

Hemos de ser capaces de descubrir la belleza de un Dios que ama al perverso, con tal poder, que lo transforma y santifica.

La semana pasada hablaba de la belleza de un Dios humilde (Jesucristo) y ahora aparece la belleza de un Dios que ama al perverso, al pecador.

Dostoevski decía: "La belleza salvará el mundo". Y en otro momento dijo: "Me he formado un Credo en el que para mi todo es claro y sagrado. Es un Credo muy sencillo: creer que nada es más bello, profundo, compasivo, razonable y perfecto que Cristo".

Nuestra pequeñez, nuestro pecado no puede ser causa de desolación, sino confianza en la acción de Dios en nosotros. Jamás meditaremos bastante lo que significa que Jesús es Salvador. El llama a los pecadores … El médico no lo necesitan los sanos ...

La tercera parte del esquema que nos presentan las lecturas es la Alegría. El pastor que halla a la oveja perdida se alegra, la oveja que estaba perdida se alegra de ser hallada por el buen pastor, la mujer que encuentra la moneda perdida se alegra, el hijo pródigo que vuelve a la casa del padre se alegra, el Padre que recibe al hijo se alegra. San Pablo que se siente salvado por JC de su pecados se alegra y goza de ello.

La conversión, volver a la casa del Padre, siempre produce alegría y gozo desbordante. Hemos de desear la conversión ardientemente y en ella encontraremos más felicidad y más gozo.

El que vive en Cristo es un hombre feliz, que experimenta la paz y el gozo profundo de participar de la vida de Dios.

La alegría permanente de Cristo en ni, en nosotros, ésta es la alegría más plena, más intensa.

Chesterton: "Los católicos beben para recordar que son felices, los paganos para olvidar que no lo son".

Por eso al final de la misa, en la elevación del Cuerpo de Cristo el sacerdote dice: "Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, ¡dichosos!, ¡felices!, los invitados a la cena del Señor".

Gozosos hemos de estar por poder entrar en comunión con la divinidad de JC, no hay regalo comparable a este.