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Domingo XXVII del T.O. ciclo C: Señor, aumenta nuestra fe

Sun, 03 Oct 2010 07:01:00
 

CAMINEO.INFO.-

HABACUC 1, 2-3; 2, 2-4
SALMO 94
II TIMOTEO 1, 6-8. 13-14
LUCAS 17, 5-10

En los evangelios los discípulos piden muchas cosas a Jesús, pero hay dos peticiones que son especialmente profundas:

. “Señor enséñanos a rezar”
. “Señor, auméntanos la fe”

Dos peticiones que seguramente nosotros también le hemos hecho al Señor infinidad de veces... Peticiones que nacen de nuestra debilidad, de nuestra pequeñez, de las dificultades que nos toca vivir...

La petición que hoy hacen los discípulos no está desvinculada de los evangelios de los últimos domingos. Hemos estado leyendo el evangelio de Lucas del capítulo 13 al 17, y en ellos Jesús ha hecho a sus discípulos (y a nosotros) un planteamiento de máximos, radical:

• “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha”.
• “El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.
• “Si alguno viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre…, a sus hermanos y… no puede ser discípulo mío”
• Con la parábola del administrador infiel nos lanzaba una seria advertencia sobre cómo administramos los bienes que Dios nos ha dado.
• Y con la parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro nos exhortaba a no despreocuparnos del pobre, sino compadecerse de él.

Y como culminación de todo esto hoy los discípulos dicen a Jesús: “Señor, auméntanos la fe”.

¿De donde nace esta petición? Sus discípulos perciben – y también nosotros- que las exhortaciones que Jesús nos hace escapan a nuestras fuerzas naturales, a nuestras posibilidades humanas. Cuando escuchamos a Jesús todo lo que he dicho uno piensa: “imposible”. Y es muy bueno darnos cuenta de esta imposibilidad. Es muy bueno darnos cuenta que el evangelio no propone unas cosas naturales, sino que hace un planteamiento sobrenatural que requiere que nos abramos a Dios y él nos comunique sus gracias.

Constatar esta imposibilidad es lo que nos hace decir: “yo no puedo, dame más fe, dame tu fuerza, dame tu Espíritu, ayúdame tu porque yo no puedo”.


Tres obstáculos con que se encuentra nuestra fe:

• A veces no alimentamos bastante nuestra fe. El punto 160 del CEC dice: “Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la fe, hemos de alimentarla con la Palabra de Dios; hemos de implorar al Señor que nos la aumente…”. Cuando nos sentimos con poca fe hace falta preguntarnos: “¿estoy alimentando mi fe?”. Tuve un rector que decía: “Deja de rezar, y dejarás de creer”.

• Otro obstáculo: las dificultades y reveses de la vida (era el grito de queja de la primera lectura). Nos pasan cosas: enfermedades, muerte de un ser querido, problemas familiares y nos entran dudas de fe, porque no entendemos. Y no lo entenderemos nunca, no se trata de querer entender, sino de querer descubrir como se manifiesta la voluntad de Dios en este acontecimiento que me descoloca o que me cuesta de vivir. La voluntad de Dios también se manifiesta a través de estos acontecimientos. Es preciso fiarse de Dios. Nosotros nos fiamos de los que saben: te tomas la pastillita verde para una erupción porqué el médico sabe, vives segura en tu casa porqué el arquitecto sabe hacer casas, subimos a un avión porqué el ingeniero aeronáutico sabe hacer aviones.

¿Y Dios no sabe de tu vida? Él que es Dios y te ha creado ¿no sabe de tu vida? ¿Dios puede estar haciendo las cosas mal? Dios sabe de ti más que tú mismo y por esto te guía de una manera que te puede sorprender.

No seamos rebeldes a Dios, porqué nos conoce, porqué nos ama, porqué es Padre providente y es preciso aceptar que nos guía de una manera sorprendente.

• El tercer obstáculo para la fe es ser esclavo de la sensibilidad. Hoy vivimos una época de exaltación del sentimiento. ¡Queremos sentir! “No voy a misa porqué no siento nada”. Los frutos de la misa no son sensibles, son de orden sobrenatural. No sentimos como crece nuestro amor a Dios, no sentimos como vamos amando más a los pobres, no sentimos que Dios nos de más capacidad de perdonar. .. Los frutos son de orden sobrenatural. Si quieres emociones fuertes ves a Port-Aventura, no vengas a misa.

• En la primera lectura se nos decía: “El justo vivirá por su fe”. El justo vive de la fe, no de los sentimientos.
• La vida cristiana se enraíza en el espíritu, no en los sentimientos.
• La felicidad no la podemos poner en la sensibilidad sino en la convicción de ser hijos de Dios.
• Lo que hemos de buscar no es sentirnos súper-emocionados sino decirle Sí al Padre, en aquello que nos pide para nuestro bien o el bien de los hermanos. A veces ese sí será con gozo, como en aquellas ocasiones en las que Jesús se entusiasmaba, y otras, sintiendo una tristeza como para morirnos y sudando gotas de sangre como en Getsemaní.

Nos cuesta aceptar el misterio y la desnudez de la fe. No acabamos nunca de dar el paso y vivir de la fe, siempre tenemos desconfianzas y queremos sentir más la fe. Decía Carlos Carreto: “No existe medio humano para sustituir la fe, para eximirnos del acto de fe, para encontrar una escapatoria a este tremendo trabajo de “vivir de fe”.... El descubrimiento de El tiene lugar en la fe y sólo en la fe”.

Hagamos nuestra la petición de los apóstoles y pidamos también nosotros al Señor “que nos aumente la fe” y pidámoslo insistentemente.







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